Músicos independientes en el extranjero: Alex Eugenio y Horacio Oliveira

por Luciana Musello

Esta es la primera parte de una serie de testimonios y visiones de músicos que se han separado indefinidamente del Ecuador: personas que abandonaron la escena en la que tenían público para ir en busca de otros aires y otros tiempos, pero siempre con la idea fija de volver. Músicos exiliados que se fueron en nombre de lo local.

Horacio Oliveira / Los Bicivoladores

(Quito – Nantes, Francia)

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Horacio Oliveira es el gato violeta que se lame una patita y que, en otras ocasiones, está dando la espalda con el nombre de Los Bicivoladores. Ese gato existe y en realidad es una gata que se pasea por Nantes, la ciudad en la que vive Gabriel Valenzuela, el músico de 20 años detrás del personaje de la novela de Córtazar.

La videollamada dura alrededor de 30 minutos. Gabriel está acostado en el sofá de su departamento de 80m2 que comparte con dos personas más. La terraza es amplia y quieren adoptar un gato. Han pasado casi seis meses desde que se fue a la ciudad del oeste de Francia a estudiar Arqueología e Historia del Arte.

En Nantes, según Gabriel, hay un poco de todo. Visibilizar una “escena” es difícil porque las bandas de la ciudad son agrupaciones esporádicas, la gente es solitaria y el sentido de comunidad (imprescindible para la formación de un movimiento) les resulta fastidioso a los franceses.

Gabriel nunca ha visto a una banda tocar en el centro de la ciudad. De vez en cuando, la música suena en las periferias, en la parte moderna. Ahí está, por ejemplo, Le Chat Noir, un típico café parisino que no se reserva ningún derecho de admisión y en el que, si se quiere, se puede tocar.

A Gabriel, sin embargo, tocar en vivo en Nantes no le ha interesado lo suficiente. Su preocupación, por el momento, está en forzarse a producir “cierto tipo de álbumes y cierto tipo de estéticas”. Los días en Francia transcurren entre las clases, la formalización de su colectivo de arte, y el sofá amarillo en el que fuma, duerme y escribe canciones sobre las vidas y las anécdotas que encuentra en el trayecto, como hace desde que tenía 16 años.

Desde que llegó a Nantes, Gabriel ha grabado tres discos con el título Himnos Sinfónicos Nocturnos. A inicios de marzo, sacó la tercera parte de la serie -con semanas de diferencia de la segunda- que reúne canciones producidas frenética y lo-fi-mente como toda su obra -casi 200 canciones en Soundcloud- y que tienen como norma la brevedad (la más larga dura 2:40 y el promedio de duración de todas es 1:50).

Tal vez el ejercicio más bello en Horacio Oliveira/Los Bicivoladores sea la composición lírica y la titulación. Gabriel estudia para hacer canciones, por más osado que suene. Los efectos de ser un músico-arquéologo-historiador exiliado en Nantes no podrían ser otros que la melodización, preservación y narración de la palabra, cargada del color del lugar.

-«Oye, Gabriel, ¿vas a volver?»

-«Sí, tengo que volver, es obligatorio», responde él, ansioso por compartir la escena local (la de acá). De repente, la videollamada se pone solemne y Gabriel da paso a lo que llamaremos el «proselitismo horacioliveiroso», basado en la premisa de «fomentar todo lo fomentable». Ojalá vuelva pronto.


Alex Eugenio

(Guayaquil – Victoria BC, Canadá) 

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Lamentablemente, el único talento natural de Alex Eugenio es la música. Eso dice su papá. De niño, Alex tocaba la flauta dulce y sacaba canciones de Star Wars al oído. Su abuela decide que tiene talento y entra al conservatorio. Alex cambia la flauta dulce por la flauta traversa, pero luego escucha NOFX: “Mamá, no puedo tocar punk con esta flauta”. Después vendrá Radiohead y el Internet. Alex forma dos bandas: Harmony y Los Circos. Al disolverse la última, la mitad de los integrantes se convertirán en Cadáver Exquisito. Todo esto en Guayaquil, claro.

Una noche, Alex Eugenio está solo, borracho y en Las Peñas. Un peñero, también borracho, toca JJ. Alex se pone a cantar con él y piensa: “Ya pues, si me hago solista solo me puedo acabar si es que me muero y si no soy exitoso, es solo mi culpa”. Por eso, para no sentirse culpable, su estrategia más radical será irse a vivir y estudiar a Canadá.

 

«Vuélveme» es la primera canción oficial de Alex Eugenio como solista. No existe una versión de estudio porque todo lo que grabó en Ecuador fue en vivo: condición impuesta por sí mismo. Cuando llegó a Canadá, en agosto del 2014, su producción en español cesó. Alex Eugenio vive en una isla llamada Victoria BC, en la que se dedica a estudiar comunicación, componer y «chupar cultura». Lo que más le gusta del lugar es el orden, el deseo unánime de vivir en paz de los canadienses y la escena, en la que está empezando a adentrarse.

Todos los viernes, Niño Alex (el nombre artístico con el que se mueve allá) toca en un bar por disciplina: ahí ensaya experimentos que resultan de la descontextualización a la que se somete voluntariamente una y otra vez. En este punto, recuerda una anécdota fundamental para entender cómo se piensa la música en el exterior. La primera vez que viajó, una rubia a la que le estaba coqueteando le preguntó qué hacía de su vida. Él respondió que era músico. Ella sugirió que pase por el open-mic. Él le dijo que no tenía guitarra y ella le ofreció la Gibson del bar, disponible para cualquiera que se anime a tocar. Eso es lo que hay allá: oportunidad.

 

Niño Alex es un compositor prolífico pero increíblemente exigente. Desde que está en Victoria, solo ha publicado tres de las decenas de canciones que ha compuesto. Una de ellas es «Must Be Dreamin'» (en inglés, porque quiere presentarse a la audiencia local). Esta canción es el resultado de estar borracho, muerto de frío y encontrar un acorde que nunca antes había hecho en su vida. La última canción que publicó «Postmodern Blues», lleva el hashtag #victoria en Soundcloud, la marca definitiva de su nueva ciudad.

Pero Niño Alex de ley va a regresar. «Bueno, tú eres de Quito, pero yo no puedo vivir sin ir a la playa».

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