«Mis panas son infalibles, y no los ves porque son invisibles»

por Martín González

Yo nací en el ’96. Mientras salía al mundo, los Amigos Invisibles ya habían sacado un disco y seguramente estaban en Venezuela dando un show o ensayando en algún rincón de Caracas.

No puedo decir que crecí con esta banda a mi lado, o peor aún, que Los Amigos forman parte de los sonidos de mi generación. Ni siquiera me enteré de que vinieron en 2008 al Quitofest, a pesar de haber estado ahí para ver a otras bandas. El primer y único contacto que tuve con su música hasta entonces vino a través de la propaganda del programa de TV “Californication”, en la cual sonaba ‘Mentiras’ mientras David Duchovny rebotaba sin control entre muchas mujeres y mucho alcohol. Tendría 12 o 13 años y a esa edad era muy curioso asociar la letra de esa canción con las imágenes de un tipo que parecía haber sido absorbido por todos los males de una vida bohemia y nocturna. Y hasta ahí con Los Amigos Invisibles. No tenía idea de quiénes eran, no me interesó su música después de escuchar “Mentiras”, no cabían junto con los inicios de la pubertad en mi cabeza.

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No fue hasta 3 años después, cuando salió “La Casa del Ritmo” en los cines del Ecuador, que volví a toparme con ellos. Recuerdo que decidí ir a ver el documental por mi cuenta una tarde lluviosa, sin saber qué iba encontrar, con el vago recuerdo de ‘Mentiras’ y su estribillo pegajoso, y motivado más que nada por la curiosidad de ver un documental hecho por ecuatorianos. No había más de 20 personas en la sala conmigo, pero eso dejó de importar en el instante en que Los Amigos aparecieron en la pantalla abrazándose con nerviosismo en un camerino. A medida que la historia avanzaba, me llevó a acompañar a la banda cada vez más cerca. De a poco fui sintiendo que Los Amigos Invisibles eran mis propios amigos. Ese momento de cercanía que brindó el documental, fue cuando hice click con su música. Al llegar a mi casa descargué en mi reproductor todas las canciones del setlist del concierto que se ve en la película, y desde entonces nos seguimos juntando cada vez que los llamo a través de mi MP3 para que me acompañen en el bus, en la calle, durante los deberes, en las fiestas o cuando tengo ganas de bailar. Ahora somos panas de verdad.

Hoy día, Los Amigos tienen 25 años tocando y pueden ser reconocidos como una de las bandas más importantes que ha parido Latinoamérica. Estoy seguro de que existe un grupo de fans desperdigados por ahí, que como yo, tiene menos años de los que la banda lleva en escena. Es algo así como “la nueva escuela” de adeptos a Los Amigos Invisibles, y es también la prueba de que la buena música, como las buenas amistades, es indiferente al paso del tiempo. 

El documental “La Casa del Ritmo” fue sin duda, el catalizador de mi relación con el funk sabroso de Los Amigos. Javier Andrade, director del filme, se convierte por lo tanto en cómplice de todo este proceso y es curioso saber que él llegó a los Amigos Invisibles y decidió dedicarles un documental gracias a una amistad en la vida real.

CasadelRitmo

Javier cuenta que llegó a la banda a través de Juan Miguel Marín, baterista de LEGS, quien los había conocido a gracias a su carrera de músico en EE.UU. Alguna vez, girando con una banda antigua que él tenía, por el sur de Norteamérica, tuvo la oportunidad de tocar junto a ellos. Fue así como entabló una relación con la banda, y en especial con El Catire, su bajista. Tiempo después, en 2010, en un encuentro casual entre ambos músicos en el aeropuerto de Miami fue que El Catire le habló a Juan Miguel de que la banda cumplía 20 años de carrera. Al viajar a Ecuador, Juan Miguel le comentó esto a Javier, que ya era muy afín a su música y juntos decidieron emprender algún proyecto en honor a la banda, buscando ahorrar costos y unir sus visiones artísticas. Así nació “La Casa del Ritmo”.

La historia de otro fan

La relación de Javier con Los Amigos, como fan de la banda, se remontaba a muchos años atrás (Javier es por lo menos 10 años mayor a mí). A diferencia de los “chamos” de la nueva escuela, sí puede decir que él presenció el trayecto temprano del grupo. Cuando llegó en 2002 a vivir en Nueva York, su amistad con el funk tropical de estos venezolanos se afianzó con mucha fuerza. Javier tuvo la oportunidad de verlos en vivo a poco tiempo de su llegada, y esto le permitió, cómo el mismo cuenta “realmente admirar su calidad musical y su destreza como intérpretes de música y como exploradores de ritmos, de propuestas y de cosas que salían de la música latina”. La música de la banda se convirtió entonces en una especie de banda sonora para la vida de Javier en sus primeros meses en NYC, especialmente con el disco Venezuelan Zinga Son, Vol.1. Su amistad con la banda se estrechó ahí y provocó una “reforma musical” para él, al dejarle ver que el rock latino podía ser más rico y bailable, mezclándose al mismo tiempo con ritmos novedosos como el disco, el dance, etc. El álbum se volvió algo muy cercano para este manaba director de cine y se mantuvo así, cercano, con el paso de los años.

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La sabrosura intacta

De esas épocas hasta acá han transcurrido 13 años y la amistad se mantiene. Hoy por hoy, él sigue escuchando lo extraño de la banda, con canciones que son un poco más complejas en su construcción y un poco menos tradicionales dentro de la propuesta de Los Amigos. Temas como ‘San Agustín del disco Super Pop Venezuela, o ‘Burundanga’ del célebre Comercial, siguen siendo parte de la playlist habitual de Javier, en especial cuando anda en su bici o cuando escribe. En mi caso, después de haber llegado a Los Amigos desde su lado más popular y haberlos ido descubriendo de a poco, podría decir que lo que más saboreo de la banda es el abrazo que provoca entre el acid jazz o el funk con los ritmos más típicos del Caribe. Los Amigos me cautivan más cuando juntan los ritmos gringos con la salsa y el merengue, como si estos fueran una pareja que baila pegadito. Algunas de las canciones que consuma esa unión son ‘Óyeme Nena’, ‘Mami te Extraño’, ‘In Luv With U’ ‘El Baile del Sobón’.

Basta con una pequeña exploración de la discografía de Los Amigos para ver cómo su música ha ido madurando, sin perder nada del carácter ni la esencia que los caracteriza. Sus sonidos son un viaje psicodélico que pasa por el merengue con solos de guitarra eléctrica, la salsa con sintetizadores o la samba al puro estilo venezolano. Es una mezcla efervescente de ritmos que se complementan y resultan siempre en alegría. Ellos, Los Amigos, cuentan el arranque de su trayecto así : «Inciamos el viaje con el acid jazz que venía de Londres a principios de los 90 pero luego nos dimos cuenta de que no éramos londinenses sino caribeños y sin pensarlo mucho comenzamos a introducir ritmos caribeños a nuestra interpretación. De ahí nace el mezclote que hoy en día hacemos. De nuestras bandas favoritas en aquellos comienzos están Brand New Heavis, Jamiroquai y Corduroy.» Hoy por hoy, con su último disco de estudio, la banda pisa nuevos terrenos y demuestra que ya se siente a gusto en ellos, globalizando su música y expandiendo su sonido.

El Repeat After Me, lanzado en 2013 explora una faceta que da cuenta de cómo el grupo se han asentado con comodidad en EE.UU., a donde migró para impulsar su carrera hace más de una década. Ellos lo tomaron con mucha naturalidad: «Cheo (José Luis Pardo, Guitarrista) y Armando (Figueredo, tecladista) comenzaron a componer en inglés porque después de vivir tanto tiempo en Estados Unidos el inglés se convierte en tu lengua de supervivencia. No tuvimos problema con ello. Si la musa llega en inglés ni modo, así llegó. Lo importante es que a la hora de elegir el repertorio para el disco, estas canciones fueron las que pasaron por la aprobación de todos». 

La receta secreta de los 25 años

Esta fórmula no es fácil de lograr ni de mantener, y el fondo complejo de lo que la compone nos remite a una pregunta: ¿Cómo hace una banda para que su sonido se mantenga sólido y al mismo tiempo siga evolucionando y renovándose? Para Javier Andrade, que convivió de cerca con ellos, la respuesta está en el respeto que se tienen. Seis cabezas que piensan distinto se afinan juntas a la hora de hacer música porque las 6 cabezas se tienen un respeto enorme. Cada uno de Los Amigos sabe cómo proponer y cómo ceder en su propuesta y en su visión, tanto al componer como al tocar en vivo. Todo esto por una razón muy simple: todos son amigos desde la adolescencia y se conocen de memoria, personal y musicalmente. Una faceta muy rescatable de todo esto es la naturalidad con que han llegado a entender su funcionamiento y su evolución. Conservan la frescura de un grupo de amigos que se entiende y se divierte, y que al mismo tiempo sabe cuándo tiene que tomarse en serio.

Los Amigos Invisibles regresan al Ecuador después de 7 años de su última visita. Era la primera vez que pisaban Quito. El momento que vive el grupo es otro, y viene acompañado del peso y la categoría que brinda una carrera de casi la mitad del tiempo de vida de los músicos. Pocas bandas en el mundo pueden jactarse de algo así, más aún en una época en que nada dura, porque todo pasa de moda al instante. En cambio, Los Amigos siguen cosechando nuevas amistades, si cabe redundar, con gente cada vez más nueva ante su música. El momento que podría vivir la fanaticada de Los Amigos también es otro, impulsada de diversas maneras a seguir bailando al son del sabroso super pop venezolano. 

AmigosInvisiblesLa expectativa más grande que uno podría tener como fan joven de Los Amigos es el presenciar la contundencia, el virtuosismo y la energía que la banda derrocha y que hasta entonces no se ha podido ver en vivo. Por su parte, ellos están dispuestos a seguir reuniendo amigos afines a su música, y los esperan con brazos abiertos para que se sigan sumando a la ola del nuevo sonido de la gozadera venezolana«Cierta música se asocia con cierta época, es algo a inherente a este negocio. Sin embargo es importante para los artistas mantenerse activos y creativos y tratar de que la familia de seguidores crezca. A los que nos descubrieron por el documental les digo que BIENVENIDOS!!!, a los que nos descubrieron con ‘Mentiras’ igual. Nunca es tarde cuando la dicha es buena, ojalá tengamos el talento y la inteligencia  para lograr que mas generaciones jóvenes se sigan uniendo a la familia», dice el Catire a Radio COCOA.

Yo escucho a Los Amigos Invisibles en 2015, y cuando lo hago me dan ganas de gozarme la vida y de bailar por la calle cantándole al amor y a las mujeres. Los Amigos Invisibles son en realidad unos amigos invisibles para mí, como también lo son para los fans que podrían tener 40 o 20 años. Aunque nunca los veo, siento que su sonido forma parte de mi vida y que -como buenos amigos-, me dan una mano cuando, por ejemplo, quiero prender una fiesta con sabor. Mientras celebro nuestra amistad , estoy seguro de que ellos buscan cómo seguir creando música que les ha permitido poner a bailar a Latinoamérica. En esencia, lo que da vida a todo el feeling que fluye dentro de la banda, y entre ella y sus fans, es la amistad que nace del amor a la música. Como ellos mismos lo definen: «Esa adrenalina de tocar y alegrarse es lo que nos hace continuar en esta carrera. No en vano dicen que la música es como el deporte, no importa que tan malo uno sea, uno siempre logra pasarlo bien.»

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2 commentarios

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