El primer LP de María Limosnas es un solo lamento de añoranza. Desde el 31 de octubre, ya puedes llorar todas las “Calles, terrazas y balcones” que extrañas desde casa, junto al sonido nostálgico de la agrupación.
María Limosnas, nacida y criada como buena latacungueña, lleva tras bambalinas a ocho jóvenes igual de latacungueños que ella. Escucharlos es esencialmente inmiscuirse en la nostalgia tan ecuatoriana de extrañarlo todo. ¿Será que es herencia del barroco añorar tanto? De todas maneras, a María Limosnas le funciona, porque en su nuevo álbum te llevan consigo en un viaje por las “Calles, terrazas y balcones” —sí, así se llama el disco— de Latacunga.
El nuevo álbum —concebido, como tantos otros, en la chupa— es, lo que se diría en épocas homéricas, una oda a la tierra que habita María Limosnas y quienes la conforman. Pablo Sandoval, guitarrista de la banda, cuenta que lo que le da título a su disco es justamente la nostalgia de caminar por las calles de Latacunga, ensayar en la terraza de algún pana, y terminar tripeando en el balcón. “Sensaciones”, el sencillo que salió de la mano del álbum, toma por escenario a la ciudad de sus quimeras.
“Más latancungueños no se puede,” dice Pablo. Pero no tienes que vivir por esos barrios para escuchar Calles, terrazas y balcones y que te sobrecoja la sensación de querer volver a andar libre como el viento en tu ciudad. No es un secreto que la pandemia nos ha limitado a todxs en los espacios que habitábamos.
A María Limosnas le pasó lo mismo. El álbum explora desde lo sonoro esa añoranza de sentir y vivir el territorio que nos tiene vinculadxs. Así, en el intento de llorar las calles que nos conectaban, el grupo creó en su disco otra manera de sentirnos juntos, y quizá tristes, en la música.
El nombre del género musical que dicen tocar les cabe como anillo al dedo. Lo denominan como “blues criollo,” y no faltan a la verdad: su música se siente como un“yahuarlocro” que reúne los lamentos clásicos del blues con los del pasillo y la música andina. Casi se podría pensar en un Muddy Waters actualizado y afligido por no poder tomarse una biela en el balcón del Cotopaxi Drinks con sus panas de María Limosnas.
“El Taita Blues,” tema incluido en el álbum, personifica esta “glocalidad” desde su nombre. El saxofón viaja en el tiempo y el espacio hacia el nacimiento del blues en las tierras lejanas de Chicago, mientras que las voces nos mantienen bien cimentadxs en el rock ecuatoriano. Mientras el vocalista de María Limosnas canta “en la ciudad…”, no puedo evitar escuchar a Jota Armendariz de Still Anonymous colándose con la misma línea en “El Lobo”.
La banda llevó esta nostalgia a lo tridimensional también. Por segunda ocasión, María Limosnas sacó un disco físico en edición limitada para aquellos que —tal vez un poco pretenciosamente, pero a mucha honra— extrañamos la materialidad de la música. Y bueno, que levante la mano quien no quisiera tener un tocadiscos para escuchar en vivo y en directo el ASMR de la aguja sobre, por ejemplo, el vinilo de The Dark Side of the Moon.
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Lo bacán de los discos físicos es que le otorgan a la banda una ventana de financiación. Si disfrutas de cachar música nueva tanto como yo, es momento de pagar piso. En estos tiempos vivir de la música es un salto libre, sin cuerda, sin paracaídas y sin seguro médico. María Limosnas no es la primera ni la última banda ecuatoriana que propone vías de financiamiento. Así que pilas, utiliza un fragmento de tu chanchito para aportar a la escena musical nacional.
Pero primero lo primero. Estás invitadísimx a poner en loop a María Limosnas y a pegarte tu viaje virtual a Latacunga con Calles, terrazas y balcones. Abrazos y besos libres de Covid en cantidades industriales para ti que estás por llorar a lágrima viva todo lo que extrañas de tu ciudad.