La suma de movimientos under da como resultado la diversificación de la escena que vive Manta actualmente. Raza Metal + WINCHU + Manta Hardcore = La nueva era
La rabia y la rebeldía avivan la sed de música como una forma de liberación en los manabas. En Manta, tres conglomerados idealistas movieron la escena underground y cambiaron la visión musical de un público hambriento de música en vivo.
Manta, siempre reconocida por el metal y el hardcore, pasó por varias etapas que beneficiaron la diversificación musical que vive hoy. Los colectivos Raza Metal, Winchu y Manta Hardcore fueron movimientos autogestionados que marcaron un antes y después en su propia historia. Mientras construían una escena poderosa, acogieron bandas se quedaron en las mentes de generaciones enteras marcadas por la música.
Bahía de Caráquez, Manabí, 1998
18h00
Es la hora de sintonizar «Trastorno» en la radio. Viene el intro, una canción que parece sacada de la llegada del Anticristo, para dar lugar en unos segundos al contenido más esperado del día: las novedades en el mundo «dark». Es el único espacio para escuchar bandas de rock, hardcore, punk o metal en el espectro radioeléctrico.
«El locutor de la radio era el proveedor musical por excelencia de casi todos en el lugar. Por su gran colección de CDs y acetatos, muchos traídos desde Quito. Ir a su casa a disfrutar era prácticamente la única forma de conseguir nueva música. Pasamos tardes enteras grabando a cassette delicias mundiales como Hell o Down. Es en ese lugar donde me encontré con un demo cassette de Legión. La carátula en blanco y negro, con mística y carácter me llamó muchísimo la atención. Aunque estaba en un colegio católico y pertenecía a una sociedad curuchupa, estaba completamente sumergido en el black metal», recuerda Adrián Mendoza (actualmente, guitarrista de Tr3inta). Esta misma es la historia de numerosos adolescentes de la época, que por curiosidad llegaron al metal en tiempo fértil para proyectos de este movimiento.
Uno de los banquetes principales de los conciertos de fin de año en Portoviejo era la «sangrienta» y difícil de de ignorar presentación de Legión. Tanto en la Avenida América como en la Tomatera, una planicie llena de ceibos, se montaba el escenario de los más legendarios conciertos de rock, punk y trash de la historia manaba.
Fidel Bravo (Camareta, Karmina Burama, Réplika y actualmente, Ciclos) también recuerda aquellos conciertos con sentimiento y confiesa que fueron una de las motivaciones para convertirse en músico y crear nuevos espacios donde los jóvenes pudieran encontrar su «corona» arriba del escenario. «Cuando fui a ver por primera vez a ver a la famosa banda de black metal manaba (Legión), tocaban en un bar en el subterráneo de un edificio que pertenecía al Ministerio de Cultura. Un espacio lúgubre súper under, con gente de todas las edades. Un paisaje desencajante para un chico de un pueblo como Bahía. Empezó el concierto, y lo que enriquecía la experiencia era lo extremo del show”, continúa Adrián Mendoza. El rito satánico, las cruces, la sangre falsa, el fuego y el maquillaje eran lo máximo, la fascinación de los espectadores.
Winchu: Flujo energético entre Manta – Portoviejo
Será tal vez la escasez de lugares, la corta distancia entre ellos o el nivel de audiencia de una ciudad frente a la otra, pero las escenas de Manta y Portoviejo siempre estuvieron conectadas.
Bernardo Zambrano («Ike», uno de los fundadores de Réplika), era el más pequeño de su juerga, compuesta por un tajo de bandas metaleras que se hacían llamar Winchu. En uno de sus tantos viajes a Portoviejo para escuchar «buena música», Bernardo conoció a «los dos locos idealistas»: el uno, Fidel Bravo, que en ese tiempo tocaba para Camareta, y el otro, Alfredo Román, miembro de Autopsia. Para ese entonces, ambos ya organizaban conciertos pequeños, tenían venues y lo más importante, abundante público. «Esos manes sí que la estaban rompiendo. Después de esa noche nos invitaron a tocar junto a ellos», dice Ike, feliz al recordar con cariño uno de sus primeros conciertos fuera de Manta.
El Bar Salamandra ubicado en la Av. Manabí y Pablo Emilio Macías, en Portoviejo, que fue demolido luego del terremoto de abril, fue el núcleo del colectivo Winchu. Los sábados, el mosh calentaba tanto como la tarde y la solución era una cerveza con música de fuego. Con solo tres ediciones y un sinnúmero de conciertos de menor formato, cambiaron la escena de Manabí, al ser la única organización under que reunía en cada edición a la mayor cantidad de bandas, que de otra forma, andarían dispersas. Antes de ellos, la única banda que tocaba de forma constante era Legión. A través de la gestión de Winchu, el metal local alcanzó nuevos públicos en la provincia, y su alianza con Manta lo fortaleció.
Portoviejo, Manabí, 2000
18h00
Los muchachos escuchaban La Metro. Todos los de la movida se reunían en la sala de la casa de algún pana con un par de cervezas. La Metro fue una de las pocas radios que apreciaba este tipo de música. En una época donde los covers copaban las propuestas de las bandas en vivo, hacer música inédita era un logro, y llegar a esta radio era todo un reto. Karmina Burama, con esfuerzo, fue la primera en sonar en esta emisora, lo que causó revuelo entre las bandas, que siempre se proponían ir más allá. Después de la aceptación en el dial, esta banda tocó en Piano Bar y fue ahí donde sucedieron las primeras conversaciones del movimiento.
Fidel Bravo y Alfredo Román formaron junto a Jorge Arroyo, David y Patricio Munizaga, Patricio San Pedro, Gregory Arteaga, César Coronel y Sebastián De La Cadena toda una fábrica productora de conciertos. La mayoría eran habitantes del barrio La California, donde gran parte de los músicos residían. «En esta ciudadela vivía una perra a la que siempre veíamos, la alimentábamos y cuando murió siguió viva en los festivales. Entonces por eso el logo de Winchu es una perra que parece pescado hecha por Joey Arroyo». Después del diseño de aquella insignia, en un mapa se repartieron la provincia por zonas y cada uno iba como sea, a dedo, en camión o a bus, a pegar los carteles A4. «A lo salvaje; para llamar la atención de la gente», recuerda Fidel Bravo riéndose de sus elocuencias adolescentes.
Era una época donde Replika, Camareta, Autopsia y Karmina Burama reinaban la escena underground. En esta primera edición (2001), «yo fui con mis amigos de Bahía a ver a la banda local Ataka Raza, a apoyar a los panas. Y justo en esa tocada invitan a Carlos Poblete -el vampiro de Quito- a participar con su voz gutural. La banda de por sí poderosa, ese día causó llanto entre los espectadores, ya embrutecidos por el alcohol. Este pana vampiro empezó a hablar de Joey Ramón (cofundador de Ramones que había muerto en esa época) como si fuera su amigo del alma». Adrián cuenta que de repente, los metaleros, aun aquellos con pinta de súper malos, se hallaban abrazados unos con otros y hasta «moqueaban duro» por el fallecido. «Es una escena de la que no me voy a olvidar».
Otra tocada que siempre quedará en el corazón de muchos manabas fue aquella cuando Muscaria, de Quito, se presentó en la Casa de la Cultura de Portoviejo, en 2002. En ese tiempo, una banda cotizada y tan famosa que hasta apareció en MTV, llenó el aforo de 200 personas del lugar. Muchos consideran esa como la mejor edición del Winchu. Hasta que el año siguiente se rayaron y presentaron un concierto de dos días con prácticamente todas las bandas que sonaban en el momento. El 22 de noviembre 2003, el Manabí Radio Club (antiguo aeropuerto) fue testigo de un evento monstruoso en el que Descomunal, Muscaria, Tanque, Mandala, Mortero, Replika, Obscura, Camareta, Autopsia, Los niños Violentos, y Colmena, de Guayaquil, tocaron reunidos en el mismo escenario.
Era probablemente el concierto más grande organizado en la ciudad ese año. Lastimosamente, salieron a pérdida y les tocó a sus padres asumir la diferencia. Pidieron varios auspicios, uno de ellos era el transporte de las bandas por parte de Trans Esmeraldas, que canceló el trato un día antes del concierto, un contratiempo que llevó a la quiebra el fondo del festival. Fidel recuerda entre risas, sus 18 años, tan llenos de libertad según él, mientras hace un par de confesiones: «Alfredo y yo ya sabíamos que no íbamos a poder pagar a las bandas, pero tratamos de disimular e hicimos que la música siga hasta el final». Endeudados hasta las patas, los conciertos fueron disminuyendo.
Esta era de tocadas trascendió por la visión unificada que existía en el público. Según Fidel Bravo, no se obtenía mucha música y la gente no se enfrascaba en un género en particular; lo que venga era bienvenido. Por esta razón, sus conciertos no eran únicamente de metal. Había rock, hardcore, trash, punk y la gente no se incomodaba. Más bien, la mezcla de diferentes bandas garantizó el éxito de los primeros conciertos. «Cuando trajimos a Muscaria, la primera banda de afuera, todo se volvió serio y casi profesional». Ya para esta segunda edición, tenían gente que se encargara de las bandas, de los bares, del sonido, la búsqueda de auspicios, tenían ya anuncios a color y poco a poco se ampliaba la cadena. Ya para la tercera edición grande, se botaron con todo.
Raza Metal: Manta tiene música propia
Un papel A4 en blanco y negro afuera de la licorería «La Estación», en Manta, con diseños góticos endemoniados, invitaba a una tocada de música obscura de dudosa procedencia, que solo testificaba la juventud. Atraídos por la pista de patinaje y el auge de la onda Skate, los adolescentes se acercaban a este lugar a esperar el caer de la tarde. A las cuatro, el Centro Comercial Manicentro -lugar común, mainstream, “fresita”, donde esperas boys band o máximo technocumbia-, abría sus puertas a uno de los escenarios más sólidos y under de la escena metal.
«En mi opinión ellos fueron los papás de la escena de Manta, los conciertos tenían gran difusión y cada edición tenía más público que la anterior. En las tardes si veías a un grupo de cañeros, cabellera negra y larga, encadenados, metaleros aguardientosos caminado, tenías que ponerte la gabardina y las botas, porque esa noche había despelote», dice Pablo Zambrano.
El escenario se armaba al aire libre sobre la pista de patinaje con el logo de Tampico, la que se podía ver desde un puente peatonal que se encontraba justo al frente. En un principio, se juntaba jabas de cerveza y tablas; luego lograron el auspicio de Pilsener, que montó una tarima a la altura, cuenta Joselo Márquez, uno de las cabecillas de esta agrupación (Alcohollika y actualmente, Guerreros de Cartón). «Por suerte, toda esta nota del Rock al Manicentro estaba respaldada por los administradores recién llegados de Quito, que les encantaba el Metal y acolitaron con los permisos del Centro Comercial, la policía y tanta cosa».
Pero no todas las ediciones de Raza Metal se hacían en el Manicentro, muchas eran en casa de panas, terrenos o cualquier locación posible. Una de esas tantas fue en la casa de la tía de un amigo de Joselo Márquez. Descontrol total, la gente emocionada y el mosh «como se debe». Una de las bandas, Dagon, complementa su show de por sí llamativo, con escupitajos de fuego por parte del vocalista. «Según yo, todos estábamos bien, creo que alguien se escandalizó por las grandes manchas negras del techo y nos cayó la policía. Por suerte teníamos algunos extintores y nos dejaron seguir con la fiesta. Pero esa casa sí quedó marcada», recuerda Joselo Márquez.
20h00. Manta, Manabí, 1999. Suena «Radio Ventarrón», la gran aliada de Raza Metal, con su edición especial en la que habla Guillermo Salas, de vez en cuando acompañado por Joselo Márquez y anunciaban los conciertos con uno que otro chiste agrio.
Aunque las bandas que gobernaban el escenario en aquellas épocas eran Mísery, Alcohollika, Predador, Aneurysma y Replika se conformaba un escenario abierto donde varios proyectos en pañales podían performar. Eran conciertos extensos con muchas bandas y locura colectiva. Muchas veces las agrupaciones llegaban tarde, pedían tocar luego porque estaban divirtiéndose o simplemente no llegaban y quedaban huecos en el itinerario.
Entonces a chicos de colegio que habían venido con sus instrumentos, se les daba el chance de subir y probar suerte. «Pienso que esto fue beneficioso para el surgir de nuevas agrupaciones que nos veían como un referente. Además fue todo el preámbulo para el nacimiento posterior del Winchu”, dice Joselo.
Manta Hardcore: Se vuelve a tomar las riendas musicales
Los hermanos Zambrano rompen con los años silenciosos, en los que Guayaquil aparece como protagonista. Alquilaron un pequeño lugar, vendieron bielas y empezaron a levantar un poco la escena. Esta serie de conciertos era conocida como Manta Hardcore, movida que se mudó con el tiempo al bar de los Kabeza (Actuales miembros de Kabeza de lenteja).
Algunas veces interrumpidos por la policía, bandas quiteñas como Caudía, Colapso, Descomunal y 1080 giraban por todo el Ecuador y eran los más esperados de estos conciertos. Bandas más «antiguas» como Bendeta, Replika, Camareta, Los Malcriados y Autopsia compartían escenario con la «nueva generación», con Los Kabeza de Lenteja.
“En mi opinión gracias al Winchu, las bandas de Manta se empezaron a preocupar más por su calidad de sonido, su estética y su propuesta. Cambió la forma de ver la música formaron proyectos más estables”, dice Fidel que durante esta época tocaba con Replika.
Ruido Forte: La nueva era
Como los idealistas que movieron el Winchu o Raza Metal, los manabitas no dejan de unirse por la música y la transformación de espacios. Durante los últimos cinco años, Manta ha cambiado bastante. Pasó de ser reconocida por la escena hardcore a tener representantes de otros géneros, como Sativa Roots, en las filas del reggae. Chimbilaco y Kabeza de Lenteja embajadoras del punk, MonkeyBleach de post grunch y Küsha y Bulevar de rock, por mencionar algunos nombres populares. Claro que leyendas como Replika y hasta la banda de culto Legión no mueren y siguen liberando la mente, como en su participación en el Quitofest 2016.
A toda hora. Manta, Manabí, 2016. Para Miguel Vinueza, músico en Descomunal y gestor de conciertos, existe un influencia marcada de los chicos de Ruido Forte en el movimiento musical actual. Ellos han creado una plataforma donde no solo se difunde música, sino donde también se promueve contenido audiovisual en el que los músicos se pueden «ver a sí mismos». El trabajo del medio es reconocido por todas las bandas, que han trabajado con ellos, en especial Sativa Roots. Según Jonathan Intriago, los medios de comunicación que cubren proyectos autogestionados, son los grandes aliados del éxito musical.
Daniel Moreira lleva dos años de trabajo conjunto con su equipo de Ruido Forte trabajando con los músicos por una escena firme y en crecimiento. Para él, lo interesante de la escena actual es que cada banda tiene un tinte distinto y siempre tratan de fusionar varios estilos.
4 commentarios
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