Festivales

Los Monjes, Los Bueyes y el Mateo vibran en Terrasónica

By Martín González

May 18, 2016

Los Swing Original Monks, los Bueyes de MaderaMateo Kingman son tres de las propuestas más sólidas e interesantes que andan reventando parlantes en la escena de nuestro país. Son tres bandas que suenan, se mueven, se bailan y se sienten distinto. Pero también son tres bandas que, juntas, parecen ser el combo perfecto para ponerle sazón al caldo del Festival Terrasónica. Son la «tri» (cual selección nacional de fútbol) que se va a parar firme en el Potrero de Lumbisí el 21 de mayo para dar la cara por su llacta, en este festival al aire libre que busca celebrar a la llacta de todos. Descubre qué los une entre sí y qué los une con la Pachamama, y después de eso juégate a la suerte con ellos en el Terrasónica.

Los Monks

Los Monks, con su sonido y puesta en escena explosiva y teatral, se consolidaron como la banda popular más alternativa del Ecuador en algún momento. Después de un hiato en su actividad, vienen con nuevo disco en las puertas del horno y buscarán reventar el escenario de este festival (como lo hacen en todas partes) para reconectar con su hinchada y para demostrar que todavía hay Swing Original para largo. En La Santa Fanesca que es su música, hay muchísimos ingredientes que nacieron de la energía y la inspiración de la Pachamama, una de las musas de su extravagante acto.

Estaría demás nombrar su célebre «Tucán», uno de los temas con los que se ganaron el corazón de la juventud alternativa del país. En la canción le rinden tributo a la selva, en su encuentro con los conquistadores ilusos que seguían «los caprichos del rey». Con esta canción se descubrieron ante un público que quedó fascinado por la capacidad de destrabar lenguas que tiene Mr. Bumbass y la sensualidad con que Juana Monk invocaba al «coro enorme de aves cantantes» que habitan en nuestro «monte, bosque, tierra hermosa abundante». Tan bacán es la canción, que hasta le gusta a mi hermano pre-púber de 12 años que escucha Avicii.

No obstante, el aficionado Monk conocedor (y el no tan conocedor también), de seguro sabrá reconocer la afinidad que tiene esta banda con la naturaleza en temas no tan berreados. Por ejemplo, «Agua» o su último hit, «Caminito«. Es inevitable sentirse transportado por las montañas, la costa y la selva cuando uno se deja ir en el carrusel de un pogo a lo monk o cuando uno se pone audífonos para escuchar La Santa Fanesca montando bici. Sus versos reflejan un amor profundo por la exuberancia natural del Ecuador y por la fuerza de cada elemento dentro de ella. Los Monks han aprendido a fluir con la naturaleza para darle vida a su show y eso se nota. Después de tripearlos en vivo de seguro saldrás con ganas de ir corriendo como el agua.

Los Bueyes

Los Bueyes de Madera son una banda para saborear con tragos lentos y pausados. Hay que sentir lo orgánico de la combinación entre las cuerdas y el cuero que proponen, a veces en subidones fuertes, y otras, en momentos de calma. Esta banda es como para agarrarle la mano a tu pelada/o, cerrar los ojos, alzar la cabeza y sentir la brisa en la cara mientras escuchas. Más natural que eso imposible.

 

 

En su propuesta, la naturaleza es invocada en todas partes. En las letras, los sonidos y las imágenes que han fabricado para acompañarlos. Seguramente ya cabeceaste con su sabrosa «Medicina para la cabeza». Entonces es hora de que te detengas y caches que, más allá de ese beat salsero vacilón, hay muchas evocaciones a la medicina ancestral de nuestra chacrita. Detrás de sus ganas de bajar a Guápulo, los Bueyes decidieron dedicar el videoclip del tema a las plantas que tantos siglos han usado nuestros indígenas para curar todos sus males. La cura para la loquera está en el poder de la medicina natural y de las hierbas, «esas que saben bien bueno», como las que te recomienda tu abuela.

El sábado 21 de mayo, la sofisticación de su sonido y la buena onda con la que veneran a la tierra y sus frutos, podría catapultarlos en el escenario del festival para ganarse a uno que otro fan de Natalia. Al igual que los Monks, demuestran estar conscientes y agradecidos por el paraíso en el que vivimos, y el hecho de que lo impriman con tanto cariño en su propuesta los hace dignos de atención y de ser considerados unos bacanes. Los Bueyes de Madera son de algún modo la encarnación del espíritu Terrasónica, con el amor que proyectan hacia la tierra. De seguro van a caer bien para sentarse a acariciar el pasto y relajarse observando la forma de las nubes sobre el escenario.

El Mateo

Mateo Kingman ha hecho de su carrera un canto a la selva. Creció corriendo entre los árboles y jugando en los ríos cerca de la ciudad de Macas, al sur de la Amazonía ecuatoriana. Siempre demuestra que le debe a la naturaleza la fuerza con que se para en el escenario para derramar sus versos sobre la lluvia, los senderos o la luna. Detrás de este hombre fornido se encuentra un amor profundo por el verde que se respira en el aliento con que canta sus letras.

Mateo habla de la selva en cada una de sus canciones, enredándola en lo más profundo con su corazón. Le pide energía y busca fusionarse con ella todo el tiempo. «Lluvia» fue el tema con el que se dio a conocer en esta nueva faceta, más madura, de su carrera. Es una oda sensual al líquido vital que hace tener ganas de lanzarse a nadar en alguna laguna, sintiendo las gotas en cada poro. «Lluvia» es una especie de cortejo al agua con la que nos baña la naturaleza, y revela el profundo vínculo espiritual que Mateo tiene con ella, el mismo del que ya nos habló cuando iba a sacar su disco. 

El tema que más me llega de Mateo es «Sendero del Monte». En él se ve reflejada toda su potencia como intérprete y toda la potencia que la jungla le ha impreso a sus letras. Con esa canción dan ganas de lanzarse a correr por la montaña como si se cabalgara sobre saltamontes. Su presentación en el Terrasónica de ley dará chance para soltar el cuerpo y desbaratarse sobre la hierba, cerrando los ojos, respirando profundo y «sintiéndose parte de la cordillera» para que el aire y el movimiento saquen las penas del cuerpo.

Tres bandas diferentes en su forma, pero con el mismo condumio en el fondo. Todas rinden tributo a la belleza diversa de nuestro paisaje y todas se ven en alguna gama de verde cuando uno cierra los ojos para escuchar su sonido. Vale la pena echarles oído antes de ir al Terrasónica para plantar los pies como raíces en el suelo y disfrutar cada nota que brote de ellos, en medio de este tributo a la Pachamama y a todo lo que nos da de bueno.

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