Este año, Los EDOC presentan un buen conjunto de películas sobre música. Es la oportunidad para echar un vistazo al pasado y presente de varios artistas que han dejado huella en la historia reciente del país.
Lo fascinante de estos 18EDOC es que permiten indagar en bandas pioneras, a quienes se hace homenaje por ser piedras angulares en el crecimiento de la música nacional. Estos documentales se mueven al compás de Metal y Cuenca, Espíritu del 98, Estación polar y Hasta el fin de Delfín. Películas que nos brindan una experiencia que no delimita bandos ni colores. Sino que refleja la autogestión de amantes de la armonía y el ritmo, necesitados de compartir su música con los otros, para encontrarnos todes en la melodía.
El punk de los 90: al ritmo de la autogestión
Al parecer la escena punk del Guayaquil de los 90’s fue todo un revuelo inevitable: jóvenes revoltosos que buscaban en el ritmo independiente y acelerado un espacio para tocar música emergente. Espíritu del 98, de Ramón Eduardo Villacreses Rada, relata las historias de los primeros punks de la ciudad que, a pesar de no contar con las herramientas mágicas actuales del internet, se las arreglaban para organizar tocadas en patios de hogares o canchas deportivas. El lugar no importaba con tal de difundir la escena.
Este grupo de autogestores musicales sólo quería tocar, sin importar cómo salga. Es interesante que la peli tenga cómo protagonistas a los iniciadores de la movida, quienes por varios medios se unieron para levantar un espíritu musical. Boca-a-boca, afiches, simon-limon, radio. Ustedes digan. Este grupo de guayacos demuestran el verdadero “hazlo tú mismo”. El crecimiento de la familia se esparció hasta la creación de Unión Punk, una sociedad independiente cuya única labor es difundir identidad sin esperar nada a cambio.
Mediante entrevistas de primera mano, de gente que estuvo en los primeros conciertos de Moral Abajo, Komo la tusa, Agente 86, 69 segundos, GOE, REK y Sk-Van, este docu se va construyendo a través del testimonio y el recuerdo. Lo destacable es que el espectador no tiene que imaginarse las escenas y lugares de las tocadas, porque existe material de video. Grabada en cinta, con ese grano inconfundible, la experiencia se vuelve palpable puesto que el espectador no es ajeno. Es uno más, y junto a los músicos reconstruye la memoria de los 90’s: Trópico Seco, cassettes y punk.
A pesar de que Unión Punk trajo a influyentes bandas como NOFX y 2”, el apoyo comenzó a ser menor y esto fue el inicio para que todo se comience a desmoronar. El revólver se disparó y el árbol tuvo que caer. El movimiento se quedó en nada, pero dando a entender que de alguna manera sí es posible armar un grupo cultural de amantes por algo, de personas que comparten un espíritu y, sobre todo, una identidad que los une.
Experimentar para aprender
Si Espíritu del 98 habla sobre la autogestión de música independiente guayaca, Estación Polar, de David Holguín Walger, mantiene la premisa. Enfocado entre Ambato y Quito, este relato pone a prueba la revolución musical iniciada en la pista de skate del parque La Carolina en el año 1995. Con material de archivo, la película reconstruye los inicios de bandas quiteñas insignias, como Guardarraya, Sudakaya, Cacería de Lagartos, El Retorno de Exxon Valdez y Muscaria. Pero, sobre todo, Mamá Vudú, «la mamá de las bandas».
De verdad que cuando hablamos de Mamá Vudú estamos hablando de un referente imprescindible, un headliner nacional. Parte de esas bandas —si no son todas— pertenece a una escena quiteña que se subía al escenario porque tenía algo que decir, siguiendo los pasos de la ideología punk: acción y actitud. Los testimonios son bien logrados por la buena relación entre director y entrevistados. El relato fotográfico se construye mediante entrevistas de primera mano en espacios amplios que se nos muestran muy íntimos.
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En ciertos momentos se siente la falta de un primer plano porque la cámara está siempre alejada del testimonio, lo cual nos distancia de la historia, mas los que saben cómo va el cuento no querrán que se acabe. La melancolía del pasado permite ver la influencia que esta banda tuvo sobre aquellas que desarrollaron la escena musical quiteña. Experimentando es cómo se aprende y así es como Mamá Vudú se abrió paso, incendiando todo, hasta lograr exhibir la música under al aire exterior, a donde pertenece.
El metal sin estereotipos
¿Qué es el metal para Cuenca? Este género, tan discriminado dentro de una ciudad conservadora, hace tiempo que requiere un retrato individualizado, no sólo desde los artistas vinculados a esta música, sino desde los mismos habitantes. ¿Sigue siendo la Atenas del Ecuador la capital del rock? Esta pregunta es la base del documental Metal y Cuenca, de Fred Fontes, Xavier Guerrero y Rafael Florez. Construido a través de conversaciones que incluyen tanto a metaleros de la vieja escuela como de la nueva, la seño del mercado hasta el obispo de una junta religiosa.
La mentalidad de mostrar una nueva escena parece ser lo que une a todos estos documentales. El entusiasmo empírico de “hacer” sin importar la represión y discriminación que pueda recibirse. De alguna manera, en la música estridente y las voces graves casi inentendibles, los metaleros se encuentran y disfrutan. Sea en conciertos de los viejos Acero Negro, Bajos Sueños y Basca, en una casa o en un festival, el metal es parte de la sangre e identidad cuencanas.
El documental resalta la buena calidad de los músicos contemporáneos pero faltos de show, de espectáculo, resaltando quizá la necesidad de pasión por tocar. Igualmente, el público es el factor más importante, ya que sin espectadores, no sólo la música, sino el arte en general, no tiene a quién inspirar o motivar. De esta manera el contraste entre la opinión popular y el músico inmerso en el mundo del metal difiere. Resulta interesante la opinión de los que defienden la identidad metalera y los que la entienden como un producto “del diablo”.
Si bien cuando se va a contracorriente se requieren ciertos esfuerzos para sobresalir, en Cuenca la escena metalera se merece un reconocimiento por mostrar los gustos sin importar los estereotipos. Hay que entender que todos estos movimientos musicales originados en las ciudades principales demuestran las ganas de expresar cultura. De hacer música con algunos panas o ante cientos de espectadores, de manifestarse artísticamente, de hacer catarsis, sacar el diablo interior para luego tener paz por hacer lo que nos gusta.
No dejar de ser quien fuiste
La película que verdaderamente destaca de este grupo de documentales sobre la música es la de Fernando Mieles. Hasta el Fin de Delfín cuenta la cotidianidad del olvidado Delfín Quishpe, alcalde electo de Guamote. El alto grado de narrativa hace que la diferencia máxima entre esta peli y las otras sea que aquí el director muestra, en lugar de decir. No existe una sola entrevista ni testimonio por parte de algún personaje. Tan sólo en una hora se abarca la incertidumbre sobre el recuerdo y las relaciones maritales.
Esta vez el que recuerda es el espectador, mas no el personaje documental. Todo porque, como espectadores, nos acordamos de la existencia de este cantante, que fue un impacto mediático con su canción «Torres Gemelas». Se percibe que lo que Delfín quiere es seguir siendo reconocido como aquel famoso del nuevo milenio. Aunque en la contemporaneidad ha cambiado los escenarios internacionales por tarimas en fiestas populares. Nuevamente la identidad tiene un rol grande por cumplir. En esta ocasión se trata de recuperar, de no dejar de ser quien fuiste.
El protagonista busca volver a ser. El cambio del antes y después es impactante, todo es logrado por una gran ubicación de la cámara. La herramienta principal se encuentra siempre atenta y posicionada donde debe estar. Secuencias muy bien fotografiadas ayudan a entender el verdadero viaje por el que pasa el último de cuatro hermanos, el del-fin. Es claro que algo no anda bien cuando los dos primeros actos culminan con un plano de la esposa junto a un efecto de sonido que la termina aislando del ambiente de festejo.
La música queda de lado cuando los sentimientos son más grandes. Mieles vuelve a traer a escena a un ícono de la música popular después de su declive para exhibir la otra parte que nadie sabía de él. El otro cine permite apreciar el cambio de vida que este personaje ha sufrido. Si bien pocos se acuerdan de Delfín, ahora tenemos la posibilidad de volver a gritar: ¡No puede ser!
Todos estos documentales muestran el verdadero “cómo nos ven, cómo nos vemos”. Giramos en torno a las ganas que tenemos de hacer algo que nos represente e identifique. Ya sea que somos necios o nos hacemos de los oídos sordos cuando nos dicen que no vamos a vivir del arte o la música. Pues ya nada, es la vida que se escoge para sobrevivir en un mundo ya distorsionado en sí. Un poco más de mosh no está mal. Si todo ya está dado la vuelta, quizá es mejor disfrutar haciendo pogos, cabeceando, haciendo arte.
Si eres fanático de la escena, si te identificas con el ritmo nacional, no te pierdas esta increíble mezcla de documentales para saber un poco más sobre la música nuestra. No desaproveches la oportunidad de ver películas enfocadas desde otras perspectivas y ángulos. El otro cine nos espera del 8 al 19 de mayo en Quito, Guayaquil y Cotacachi.
A continuación puedes encontrar los horarios en que estas películas serán exhibidas en los EDOC.
Espíritu del 98 (81′)
Jueves 09 / MAAC Cine (Guayaquil) / 19h00 + QnA
Viernes 10 / Ocho y Medio S2 / 18h00 + QnA
Lunes 13 / Ocho y Medio S1 / 15h15 + QnA
Estación Polar (80′)
Sábado 11 / Sala Alfredo Pareja / 19h00 + QnA
Lunes 13 / Ocho y Medio S1 / 19h00 + QnA
Jueves 16 / Incine S3 / 21h00 + QnA
Domingo 19 / Cumandá Parque Urbano / 11h00 + QnA
Metal y Cuenca (77′)
Domingo 12 / Sala Alfredo Pareja / 15h00 + QnA
Jueves 16 / Ocho y Medio S2 / 17h30
Hasta el fin de Delfín (54′)
Viernes 10 / Sala Alfredo Pareja / 19h00 + QnA
Sábado 11 / Cumandá Parque Urbano / 16h00
Miércoles 15 / Ocho y Medio S1 / 15h15
Sábado 18 / AmiCine / 17h30
Sábado 18 / MAAC Cine (Guayaquil) / 21h00 + QnA