¿En qué piensas cuando escuchas la palabra EDOC?
Bueno, es el nombre que representa a muchos años de mi vida. Es un nombre que me gusta mucho. Mi vida está emparejada a esa palabra.
¿Cuál es la sensación que tienes ahora en el Festival 14 frente a la preparación del primer EDOC?
Ha cambiado mucho porque el festival ha cambiado. Antes era mucho más pequeño. El primer año tuvimos 30 películas en una sala de cine con dos invitados internacionales. Todo nació de un grupo pequeño de cineastas, fotógrafos, de gente que estaba haciendo cine documental y necesitaba un espacio de difusión alternativa. Recibimos apoyo de algunas instituciones para hacerlo.
Nos hemos ido profesionalizando. Sigue siendo un festival internacional, pero traducimos y subtitulamos muchas más películas, tenemos muchas más salas de exposición, más actividades paralelas, y se conserva una identidad. Cuando cumples 14 años ya tienes una gran cantidad de espectadores que han pasado por los EDOC. Son miles de espectadores que han pasado por el festival y en algo les habrá servido, o algo les habrá cambiado.
¿Cuál crees tú que ha sido el papel de los EDOC en la creación de audiencias de un cine alternativo?
En el mundo de la comunicación y el arte es crucial y fundamental y muy difícil la creación de audiencias. Estos días hemos estado hablando de lo difícil que es crear una audiencia para el cine ecuatoriano en un mundo que está lleno de distracciones que están en tu teléfono, computadora, televisión. Es complejo sacar a alguien de su casa porque vio que dan una película a las 5 de la tarde. Los EDOC crean un papel importante para diversificar la opción cultural, para hacer dinámica nuestra vida cultural, que es política, porque toda vida cultural es política. Que haya 12 000 espectadores en Quito que organizan su vida en esos días, revela una confianza y una responsabilidad en el equipo de programación: se supone que la gente encuentra algo más que una película.
El Festival sigue creciendo en audiencia, ¿pero debe crecer en opciones de películas?
Siempre tenemos esa discusión. Yo creo que 100-120 películas son una cantidad adecuada. Un espectador que ve 2 o 3 películas podría ver 30, que es una tercera parte. Más grande no tendría sentido. Hay festivales con más opciones, pero son también mercados de cine, donde los realizadores van a vender sus películas. Los EDOC son un espacio de cinefilia, de encuentros de directores, de apreciación cinematográfica.
¿Qué significa, entonces, dirigir un festival?
Es una actividad súper emocionante, pero es una gran responsabilidad. La audiencia espera el festival cada año. Y todos los años tenemos que convencer a las autoridades públicas que nos den los fondos. Tenemos que convencerles de que el festival vale la pena. Es ahí cuando yo mismo me pregunto si vale, y cuando me respondo que sí, tenemos que enfrentarnos a una legislatura confusa… Requiere un gran esfuerzo.
¿Cuánto tiempo más crees que vayas a seguir haciendo esto?
Probablemente sea mi último EDOC dirigiendo. Estoy cansado del trabajo y creo que le vendría bien una renovación. Además, quisiera tener un poco más de tiempo para escribir proyectos y dirigirlos.
Desde una parte muy personal, ¿cuáles son los momentos que más recuerdas de los EDOC?
Todas las ceremonias de inauguración son momentos memorables. El estreno de El Grill de César, el anterior año, la ovación de pie que recibieron Darío, su papá y su familia. El estreno de La Muerte de Jaime Roldós, por su puesto; cuando abrimos La Pesadilla de Darwin, en 2006, que era una película que golpeaba al espectador o con Wanter of Children que era una película muy intimista. En esta última, la misma directora consideraba una apuesta estrenar un festival con su película. Es que lo que hacemos es también un espectáculo y corres el riesgo de que fracase o no guste. Eso es lo lindo.