Llakikay harkaykunapash: la memoria poética, migrante y queer de Sonia Guiñansaca hoy es trilingüe

por Katicnina Tituaña
Para celebrar la fluidez del lenguaje, del género y de las escrituras en movilidad que nacen de la memoria, la 6ta edición de “Nostalgia y Fronteras”, el poemario de Sonia Guiñansaca, hoy existe en kichwa, español e inglés.

Tengo un álbum de fotos donde están guardados los momentos en los que fui el centro de atención; pero no estoy sola en todas ellas. Veo muchos rostros que me acompañan, reconozco a la mayoría, y se me despiertan la duda y la curiosidad por algunos otros. 

Qué manera más bonita de acceder a la memoria son los álbumes. Bonita y a veces también dolorosa. El encuentro preciso de emociones que dan lugar a la Nostalgia.

Hay una foto en particular que ahora me detengo a ver con atención. En ella estamos mi hermana a la izquierda, yo a la derecha y entre nosotras, un niño. En las sonrisas de los tres se refleja felicidad y travesura. Entre sus manos, él, nuestro primo, sujeta una pelota. Es de noche.

No recuerdo con exactitud ese día, solo sé que corresponde a uno de tantos en que los primos jugábamos hasta que el ritmo cardiaco alcanzaba niveles sólo soportables en la infancia y terminábamos colorados como el tomate de la ensalada que nos servirían para la cena.

Pero luego el primo ya no aparece en más fotos y entonces pienso que aquella debió ser una de las últimas noches que jugamos. No recuerdo la despedida, solo la ausencia. El juego, sin embargo, continuó. Aquí y me imagino que allá también. Allá. Al otro lado de alguna Frontera. Y ahora él y yo somos dos desconocidos.

Aunque nunca hice demasiadas preguntas por las múltiples ausencias de aquellos familiares que repentinamente dejaron de aparecer en los álbumes de fotos, de vez en cuando imaginaba cómo serían sus vidas en el extranjero. Todavía lo hago.

A pesar que la tecnología solventa un poco esa curiosidad, una distancia nunca se acorta por una llamada, videollamada o mensaje de facebook. Siempre quedan demasiadas cosas sin contarse.

Los que permanecemos en el lugar de origen solo podemos imaginar y desear que sus vidas sean felices; sin embargo, la imaginación no alcanza a dimensionar las experiencias encarnadas por sus cuerpos. Experiencias particulares y diversas.

Habrán acumulado sus propios álbumes, diarios y añoranzas y, como nosotrxs, se preguntarán por nuestras vidas en la patria. Así, con la ilusión en ambos lados de la frontera por reencontrarnos y volver a conocernos algún día, transcurren las vidas de las familias atravesadas por la migración. La mía solo es una de tantísimas.

Pensaba en esto antes de descubrir la escritura poética y política de Sonia Guiñansaca. Pero luego de leer y releer su poemario Nostalgia y fronteras, mi manera de pensar en todo aquello ha cobrado nuevas y más profundas dimensiones y por ello, mi gratitud eterna a Sonia, una voz que ahora se entreteje con mis propias reflexiones y memoria.

¿Cómo se asimila la migración forzada en la infancia? ¿Cómo se lleva el lugar de origen y los recuerdos atados a éste en la maleta? ¿Cómo se manifiesta (o niega) la identidad Kichwa en la diáspora? ¿Qué lengua se abandona y cuándo empiezan a transcurrir los sueños en otra? ¿Es posible regresar al mismo lugar que dejamos atrás? ¿Volveremos algún día a estar todoxs en los mismos álbumes de fotos?

Para cada una de estas preguntas hay una luz en las páginas de Nostalgia y fronteras, el primer libro de poemas de Sonia, autopublicado originalmente en inglés en 2016.

Poeta migrante queer, performer, gestore cultural y activista por la justicia social, Sonia nació en Cañar (Cuenca) en 1989. Pero a los cinco años la migración hacia Estados Unidos determinó su experiencia de vida, misma que más tarde testimoniaría en los versos que dieron forma a la primera edición de Nostalgia & Borders.

Foto: @gabrielasvision vía soniaguinansaca.com

Los 19 poemas que lo integran están dedicados “a las personas migrantes, refugiadas e indocumentadas que han sido borradas y olvidadas”. Existimos, manifestó Sonia con una voz que solo ha ido elevándose desde entonces, hasta llegar con su mensaje a varios estados del país norteamericano. Y ahora a Ecuador, siete años después.

Además, la sexta edición del libro hoy existe en tres lenguas: kichwa (traducido por la poeta y comunicadora social Yana Lucila Lema), español (traducido por Giulianna Zambrano, escritora y Anamaría Garzón, historiadora de arte) e inglés. Y existe gracias a una apuesta visionaria y colectiva de Severo Editorial para así celebrar la fluidez del lenguaje, del género y de las escrituras que nacen de la memoria.

Llakikay harkaykunapash / Nostalgia y fronteras / Nostalgia & Borders existe también, en palabras de Giulianna Zambrano y Ana María Garzón en el epílogo para “horada[r] las fronteras del monolingüismo y de acercamientos adultocéntricos, patriarcales y coloniales a la experiencia migrante”.

La presentación del libro tuvo acogida en tres ciudades del país, empezando en Guayaquil, luego hizo una parada muy especial en Cuenca y culminó en Quito, el pasado 17 de noviembre. Previo al lanzamiento en la capital, le autore nos obsequió parte de su tiempo, dentro de una gira intensa y emocionante, para conversar la mañana del 15 de noviembre en el cálido interior de Librería Casiopea.

Hablamos sobre cómo acceder a ese lugar llamado memoria, sobre nuestrxs abuelitxs, sobre los sueños como espacios de libertad, sobre identidad, autocuidado, activismo y lenguaje.

Entrevista a Sonia Guiñansaca:

Portada ‘Nostalgia y Fronteras’.

Katicnina: Hablas mucho de fotografías en tu poesía y pienso que a través de ellas es cómo accedes a la memoria, pero me preguntaba si hay otros mecanismos. La memoria es tan abstracta que hay múltiples formas de convocarla. ¿Tal vez a través de conversaciones con tu familia…?

Sonia: Para mí sería la música. Recuerdo las canciones que mi papá tocaba en su radio del carro cuando era joven. Las bachatas tristes, los pasillos… y ahora los pongo en spotify en mi teléfono y lo escucho. Me ayudan a recordar esos momentos.

Hablando con mi familia, con mi mamá, mi papá, también ayuda. También los sueños. En sueños han aparecido esas memorias, esas historias, y son una forma de acercarme a esos tiempos que están en mi mente y que sólo necesitan un poquito de ayuda.

¿Cómo ha sido para ti el acercamiento a tu identidad Kichwa? Por un lado, siempre me he preguntado cómo se construye y se vive la identidad Kichwa en la diáspora. Pero además, sabes que en Ecuador y en toda Latinoamérica existe esta figura del mestizaje en la que se diluyen muchas identidades…

Sonia: Sí, buena pregunta. Ha sido un journey largo. Tenía pena y vergüenza del [lugar] de donde venía cuando era joven. Cuando llegué tenía cinco años y en los Estados Unidos te hacen aprender que como tú eres, como tú te ves, como tu familia se ve, no es bienvenido en ese país y el gobierno te hace dudar de tu persona.

Entonces, crecer en un lugar muy antiinmigrante te rompe. Recuerdo a mis abuelitos, especialmente a mis abuelitos que eran de Cumbe, que siempre tenían sus trajes, sus polleras… Recuerdo cómo hablaban y me visitaban, las tradiciones también de la familia de mi mamá, mis bisabuelos…cómo hablaban y hasta reían en una forma muy especial…

Me di cuenta que yo me alejé [de eso]. Maybe no era porque yo quería, sino por estar en los Estados Unidos y sobrevivir de cualquier manera. Me tomó mucho tiempo acercarme más.

Doy mil gracias a los Kichwa Hatari que están en los Estados Unidos: Charlie Uruchima, Adena, Eli, Jasmine Shawna, todos son jóvenes de Cañar o de Otavalo que me han recordado que está bien si no sabes kichwa, que está bien si no recuerdas todo, pero si tienes tu lineage directo, eso es el principio. Ahora es cómo acercarse con respeto y con intención.

Hasta cogí clases con Charlie durante la pandemia para hablar kichwa y solo aprendí ‘yupaichani’ (risas), pero era algo. Es algo. Y cada vez que puedo lo uso y es como un paso más.

Pero también quiero decir a todos los kichwas, los indígenas que están en la diáspora, que no hay una manera de ser y las maneras que no han dejado de ser en este colonialismo es algo.

Foto: @gabrielasvision vía soniaguinansaca.com

Lo entiendo. Yo tampoco hablo kichwa, aunque mis abuelas sí lo hacen, y eso responde a unos contextos de violencia. Pero me gusta mucho lo que dices: ‘No hay una sola forma de ser kichwa’. Creo que es algo que tenemos que empezar a discutirlo más porque, si no, estamos siempre en estos extremos, o internalizas el racismo o internalizas el esencialismo…

Sonia: Sí…no debíamos existir porque el colonialismo nos quería matar a todos, ¿cierto? Pero existimos. Nuestra comunidad sigue viviendo, está ahí. Entonces, cualquier manera en la que somos y existimos es poderosa.

¿Seguiste de cerca el proceso de traducción al kichwa? ¿Cómo fue la conexión con Yana Lucila Lema, traductora de los poemas? Me gustó mucho además que en el libro pusieron la versión en kichwa en primer lugar.

Sonia: Sí, aunque no puedo leerlo, era como un punto político y un punto intencional. Queríamos que las lenguas coloniales vayan atrás, ya toman mucho espacio… Pero el kichwa que abra el libro, que esté al principio, porque ese es el punto de mi poesía.

Aunque yo no lo hablo o no puedo leerlo, es hacer central nuestra comunidad kichwa y nuestra comunidad Kañari. Entonces era importante que el libro empiece ahí.

Y nunca he visto más libros que empiecen con el kichwa, siempre es como una palabra y después es algo solo estético. Entonces para nosotros, para Severo, era intencional que el libro empiece ahí.

Severo me dio las opciones de los traductores de los poemas y me contaron de Yana. He visto los libros de ella, el proyecto que hace, tiene su propia librería, tiene su propia editorial y ¡ay, qué bonito! Entonces era un sueño e hizo un buen trabajo.

Pienso que para mí el lenguaje es fluid, es adaptativo y pienso que esos son acknowledges de los tiempos en los que estamos ahora. Todo mi amor a Yana porque hizo un buen trabajo.

¿Y cómo es tu relación con el idioma ahora? ¿Lo quieres seguir aprendiendo?, ¿cuáles son tus expectativas? Pregunto esto porque para mí es un proceso que no acaba. A veces me desespero, me siento culpable porque digo: Debería ya ser capaz de tener una conversación con mis abuelas. Pero luego recuerdo que en realidad tengo toda la vida para aprender…

Sonia: Sí, hasta cuando vayamos a morir, todavía tendremos ese espacio para hablar kichwa, ¿cierto?

Empecé queriendo aprender kichwa en 2013. Cogí clases en Nueva York en una academia y estaba contenta, tenía mi librito, fui a la clase, abrí la puerta y eran maestros blancos que cuando estaba practicando las palabras en kichwa…

El daño y la violencia de una persona blanca que ahora tiene su maestría en lenguaje kichwa, diciéndome que estoy diciendo las palabras mal.. era como un momento complicado y dejé de querer aprender en ese tiempo.

Pero he pensado en ¿quién tiene permiso de aprender kichwa, quién tiene las licencias, a quién se les da las licencias? Y en los Estados Unidos han sido muchos los académicos, las personas blancas o americanas, pero a nuestra comunidad nos han dicho que esas lenguas no se aprenden o no se hablan, que tenemos que aprender inglés o español, cierto. Entonces es una violencia que pasa.

Pero en la pandemia con Charlie Uruchima, con jóvenes que entienden esa dinámica, estaba aprendiendo. Fueron unos meses aprendiendo kichwa por zoom y era bonito. Pero se tiene que mantener hablando con otra persona, cierto, y no tengo nadie en casa que también sepa el kichwa, entonces ha sido difícil.

Pero como tú dices, tengo toda mi vida para aprender y si muero sabiendo solo ‘yupaichani’ pienso que está bien. Esa era la vida que viví y ese es el ejemplo de cómo es ser migrante y la experiencia de esas intersecciones, de vivir en esas migraciones.

Foto por Quil Lemos vía soniaguinansaca.com

Ha habido un auge en los últimos años de las escrituras autobiográficas; por supuesto, tú escribes desde hace mucho más tiempo atrás. Y mucha de esta escritura está surgiendo en aquellas comunidades históricamente marginalizadas o racializadas, porque estamos en un momento en el que podemos y queremos recuperar el curso de la narrativa. Sin embargo, siento que hay que tener cautela y quería conocer tu opinión al respecto…

Sonia: Pienso que es importante que historias, cuentos de nuestra comunidad sean contadas por nuestra comunidad, con respeto y con permiso. He notado que muchos de los libros, la literatura, los poemas de diferentes comunidades, queer o de personas indígenas o personas queer e indígenas, han sido contados por la academia o por personas que no son de la comunidad.

Y, ¿quién gana contando esas historias de esas maneras? Son personas que no son de la comunidad, se llevan sus awards, se llevan sus recursos y la comunidad se queda ahí. Es como extractivo, cierto.

Para mí es bueno ver que más personas están contando sus historias de su ser, en first person y pienso que es algo muy poderoso que requiere de muchos pasos de cómo cuidarse. Los procesos de las publicaciones también pueden ser extractivos, te puede dar mal ojo (risas).

También tenemos que entender que no hablamos por toda la comunidad y eso es importante. Yo cuento mi historia, mi experiencia, pero no hablo por todos los migrantes o todas las personas queer, o todas las personas que son kañari o kichwa. Soy un pedacito y si más de nosotrxs contamos nuestros pedacitos de historias, tenemos esta colectiva de historias. Y eso es poderoso, sí.

Me da curiosidad saber cómo cuidas de ti. Escribir sobre traumas, en tu caso en torno a la migración, es muy duro, ¿no?. Además, la mayoría de poemas de ‘Nostalgia y Fronteras’  los escribiste cuando eras adolescente y debe haber un impacto emocional cada vez que regresas a ellos. También sé que eres activista y haces mucho trabajo por tu comunidad…

Sonia: Sí, buena pregunta. Pienso que algunos han normalizado que ser artista, activista, poeta o escritore, que unx tiene que poner toda su energía y no cuidarse. No creo en eso.

Creo que lxs artistas, lxs activistas tienen que tener un lugar de sustainability y que el proceso debe ser regenerative.

Cuando empecé a escribir no tenía ese mecanismo, so escribía con dolor. El tiempo ha pasado y ahora sé mejor. Lo que me ayuda es saber dónde estoy, la salud de mi mente, la salud de mi espíritu, la salud de mi cuerpo.

Y, como estoy envejeciendo…(risas) la salud ha cambiado con los años, entonces ahora es central ver qué tengo que hacer para llegar a la página más saludable y no retraumatizarme y no retraumatizar a las personas que van a leer el libro. Hay una responsabilidad ahí.

Pero hago tiempo para tener momentos contentos, cuidar de mi salud. Tengo ansiedad de ser migrante, he tenido depresión por muchas cosas. Entonces, empezar por la página de acknowledging eso me ha ayudado también a ser mejor poeta, mejor escritore. En el activismo es la misma cosa.

Glorifican a un activista que da todo al movimiento, pero siempre digo: Si damos todo y morimos en ese proceso, no hay movimiento. ¿Para quién estamos haciendo todo eso? Nosotros mismos tenemos que vivir para así existir y ver la liberación, ver ese futuro que hemos querido ver.

Foto vía soniaguinansaca.com

Nosotrxs también somos un medio musical y leyendo tus poemas noté que hay muchas referencias a canciones ecuatorianas y quería preguntarte ¿qué música escuchas? ¿Conoces quizás bandas ecuatorianas locales?

Sonia: Sí. Nos encontramos con una cantante de Cañar que también es presidente de su parroquia, que se llama Jhosy La Estrellita del Sur. Sus canciones son muy buenas, dramáticas, tóxicas (risas). Pero me gustan las músicas que nos muestran en diferentes luces. Somos gente complicada. Amamos. Algunas veces no somos las mejores.

Cualquier música, la Tokischa, que es caribeña, música americana también. Me gusta mucho la música que tiene nostalgia.

No bailo bien, no soy bailarina, pero me gusta la música que me hace sentir bien. Cantores y músicos que son queer, de night life. Pero sí, recientemente escuchamos Jhosy La Estrellita del Sur y nos gustó y ahora está mi playlist.

Me gustó mucho el poema Sometimes / A veces, en él tú escribes: Quisiera escribir poemas sobre flores y montañas, pero siempre se convierten en una historia de migración. No sé cuándo escribiste este poema, pero ¿sigue siendo así para ti o ha cambiado algo?

Sonia: Todavía pienso que esa es una realidad en mis poesías. Empiezo escribiendo de amor y va a la migración y digo: ‘Ay, solo quiero escribir de amor como los poetas blancos’, you know.

Quiero escribir sobre la nieve y me voy a la migración otra vez o dinámicas de mi familia.

En el futuro maybe habrá poemas que son más contentos donde me enfoco solo en una flor y nada más, pero en la época que estoy ahora…ahí están mis poesías, en ese dolor y pienso que tenemos que darnos ese espacio de sentir todas nuestras emociones.

Ahora la emoción [en la] que estoy es dolor, nostalgia. Pero hay poemas aquí que son de celebración como ‘Gloria’ y algunos poemas también que empiezan duros, que te duelen, pero que terminan en un lugar de reflexión.

Llegando casi al final de esta conversación, me gustaría que hablemos un poco más de los sueños. Me gustó mucho lo que dijiste al principio sobre acceder a la memoria a través de los sueños. En el poema Para el duelo nos encontramos en el sueño tú dices: En el sueño / Mi abuelita y yo envejecemos juntas y luego más adelantes escribes: No sé qué idioma estamos hablando pero todo suena tan [familiar

Me conmovió mucho eso porque una vez tuve un sueño en el que mi abuelo que ya falleció me hablaba en kichwa y yo no podía entenderlo, pero al despertar me pareció muy loco que mi mente haya sido capaz de fabricar una conversación en un idioma que no domino. De alguna forma me hizo pensar en que es un idioma que está integrado en mí…

Sonia: ¡Sí! Para mí es importante también como persona no binaria y queer…nuestra comunidad no pasa de los 30 o 40 años. No llegamos a esa edad. Entonces, soñar que envejezco es algo especial. Espero para esos años, con mis arrugas ser una abuelita cool con sus tattoos, mi eyeliner, todo.

Yo pienso que los sueños son el espacio donde no hay reglas, no hay fronteras, no hay estereotipos, no hay dinámicas de poder. Es un espacio mágico, es un espacio real también. Y para nuestras familias y nuestras personas que han muerto es un espacio donde nos pueden visitar, cierto. Es especial.

El día que iba a ir a Cañar me levanté a las cuatro y no podía dormir y sentí que mis abuelitos estaban en el cuarto. Yo con un poco de miedo, levantando a mi pareja y diciendo: ¡Están aquí! Es algo especial porque era una manera de ellxs decirme: Regresaste, estamos aquí.

Yo pienso que en tus sueños, en nuestros sueños, nos visitan y no hay reglas y podemos ser lo que queramos ser y hablar en cualquier idioma.

Ahora, ¿qué significa para ti tener el libro físico en tus manos, en tres idiomas y presentarlo en Ecuador además? 

Sonia: Muchas emociones. He llorado, reído. El libro salió en inglés en 2016, lo hice yo misma con el apoyo de mis dos amigues Rommy Torrico, que en ese tiempo era indocumentado, de Chile, y Emilia Fiallo que es de Otavalo, también indocumentada en ese tiempo.

Y no había recursos, apoyo para escritorxs migrantes indocumentadxs, entonces no queríamos pasar el tiempo esperando que alguien nos diera permiso y lo hicimos. En 2016 salió en inglés y era un libro para mis compañeros indocumentados y he vendido más de 700 copias por los Estados Unidos. ¡Y ya estamos en el año siete!

Por el apoyo de Severo sale este libro que está traducido en español y kichwa y es especial porque nunca pensé que mis poemas iban a ser recibidos en Ecuador de esa manera, por todxs ustedes y siempre pensé que mis poemas iban existir solo en Nueva York o Los Ángeles y se quedaban ahí.

Pero ver que nuestra comunidad, diferentes comunidades en Ecuador ahora pueden leer este libro y tener un pedacito de información de cómo es para las personas que están allá, sus experiencias, para que conozcan que es complicado, es difícil.

Yo sé que muchas personas de Ecuador tienen sus familias en los Estados Unidos. Algunas veces las familias no cuentan qué mismo está pasando allá en Massachussets, Nueva York, Chicago.

Entonces, por un poema pueden leer esa experiencia y abrir una conversación entre familia. Pero sí, me siento muy contenta. ¿Y quién iba a pensar? Nunca iba a pensar que mis poemas ahora existen en kichwa.

***

Al final de la entrevista le pedí a Sonia que nos recitara un poema del libro. Me preguntó cuál era mi favorito y tuve el honor y privilegio de escuchar en su propia voz Crónicas del nombre perdido / Shutyi chinkachi rimaykuna / Chronicles of Lost Name. Lo encuentran en la página 93 del libro. ¡Ojalá la curiosidad lxs movilice a comprarlo ya!

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