LAF: una nueva visión al rescate de un viejo lenguaje

por Pablo Dávalos
El Laboratorio Abierto de Fotografía es un proyecto comunitario con el que se lucha para que un viejo oficio no perezca en la modernidad digital y tecnológica. Este es un breve perfil de un espacio que parece tener vida y personalidad propia.
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LAF resucita el arte de la cámara análoga. Foto: @davalosdavalosdavalos

Ya son algunos años desde que la rama análoga de la fotografía quedó atrás. Hoy este campo profesional está dominado por la tecnología y la dimensión digital en la que debe desenvolverse.  Las compañías ya no fabrican las cámaras como antes, los materiales para el proceso son escasos, a la vez que costosos. Son otros tiempos.

Si bien, a la hora de tener una imagen, la tempestiva revolución tecnológica ha facilitado muchísimas cosas, también nos ha alienado de muchas otras. Una de esas es ese proceso artesanal, que, por casi dos siglos enteros, fue la foto. Mientras retrocedemos en el tiempo, más complejo se hace tomar una foto. Se convierte en un proceso artesanal y muy delicado, tanto para capturar la imagen, como para imprimirla.

Una cámara análoga, sea point&shoot o una con todo el mecanismo manual, es una experiencia del pasado. De cualquier modo, dejan vivir esa nostalgia de tener disparos limitados que sólo serán visibles una vez que se acabe el rollo y toque imprimir.

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El equipo de LAF. De izquierda a derecha: Sebastián Rodríguez, Vale Jaramillo y Pablo Secaira. Foto: @davalosdavalosdavalos

El punto es que ahora las cosas, en su mayoría, son digitales, y, en ese contexto tan desfavorable, se sostiene un proyecto que quiere darle una nueva visión y rescatar un lenguaje que parecía olvidado. El LAF ofrece esa experiencia con la que quizás no muchos pensaron re-encontrarse, y otros, incluso, descubrirla. Cargar el rollo, disparar, luego regresar y revelar.

Armar la cámara

El LAF se construyó hace rato, no como lugar sino como proyecto. Hoy lo conforman tres personas que disponen de un espacio en el barrio de La Floresta en Quito. Pero para que eso sucediera primero se tuvieron que juntar las partes. Si se nos permite la analogía, justo como armar una cámara, sacar el cuerpo, unirlo al lente, subirlo al trípode y luego disparar.

Sebastián Rodríguez, Vale Jaramillo y Pablo Secaira son esas partes. Los tres son ese mecanismo bien calibrado que ha sostenido este proyecto ya por cuatro años. Tanto en su modalidad de laboratorio abierto al público como en su condición de estudio.

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El equipo de LAF posa frente al espacio. Foto: @davalosdavalosdavalos

El equipo me cuenta que el LAF fue mentalizado hace unos 12 años. Pasó por terrazas, baños, cuartos apretados, hasta llegar al espacio que ocupan actualmente. Se refieren a este último como “el grande”, pero no es tan tan grande en realidad. Es un lugar de dos ambientes (el laboratorio y el estudio), así que podrán imaginar los lugares estrechos por donde pasó antes.

También se refieren a este sitio como el espacio indicado. Se ve que se sienten cómodos con el proyecto en donde funciona ahora. El LAF ofrece los servicios de revelado, servicio técnico, estudio de fotografía, venta de rollos y, aunque con dificultades, ampliación de fotos.

Es un mérito gigante si consideramos que no existen muchas alternativas. Tal vez existan otros lugares en los que puedan revelar e imprimir tus fotos, pero un espacio abierto que busque construir comunidad es difícil de encontrar.

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LAF es, entre otras cosas, un espacio para construir comunidad. Foto: @davalosdavalosdavalos

Disparar la foto

Este intrépido proyecto se sostiene por su camaradería, por su bienvenida. Entrar al LAF es como entrar a tu casa, dice Pablo. Aquí preguntas qué necesitas, qué vas ocupar, y te organizas. De alguna forma, es como una familia o un club, sólo que de viejos, dicen, antes reírse.

Para ser parte de este lugar, te ofrecen una membresía, en el caso de quieras involucrarte de lleno en el proyecto y hagas uso del lugar. O bien disponen de sus servicios para que practiques foto análoga por tu cuenta. Además de esto ofrecen talleres educativos semi virtuales y semi presenciales de foto y video.

El LAF fue un lugar que nunca cerró durante la pandemia. Es cierto que suspendió sus actividades por una temporada, pero nunca murió. El equipo dice haber visto el final por un momento, pero justo ahí dijeron no. Hicieron lo necesario para que la máquina siguiera funcionando y resistieron. Para apreciar en toda su dimensión esto, tengan en cuenta que a este último lugar donde se encuentran apenas habían llegado en febrero.

Con LAF existe la posibilidad de que la fotografía análoga cobre vigencia. Foto: @davalosdavalosdavalos

En realidad, el tiempo de pandemia resultó una oportunidad para repensar el proyecto y reactivarse. Dicen haber generado un montón de acogida a través de redes sociales y que el proyecto avanza a buena marcha. Incluso, a veces el espacio queda corto para la cantidad de gente que llega a comprar, revelar o lo que sea.

Así es como logran funcionar, cómo la cámara puede seguir tomando foto tras foto.

Revelar

¿De dónde salió la inspiración necesaria para echar a andar este proyecto? Según Pablo, la encontró en Argentina, en la época en que estudió la universidad, y en España, cuando hizo otros estudios allá. No era raro encontrar un laboratorio colectivo. Los halló en los dos lugares, pero en Ecuador la historia fue otra.

Para Pablo y los suyos, LAF no sólo se trata de reactivar esta vieja práctica por nostalgia. En realidad, quieren darle una nueva visión y aplicarla al contexto actual. Las circunstancias no son las mismas para la fotografía análoga en la actualidad, pero eso también le da su valor propio. Le da su carácter exquisito a la hora de reproducir una imagen. No importa que el reinado de la foto análoga haya muerto hace rato.

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LAF brinda una experiencia que te llevará años atrás en el tiempo. Foto: @davalosdavalosdavalos

Como dijimos antes, lo que ofrece de distinto el LAF es la posibilidad de construir comunidad. Hay mucha gente que regresa al laboratorio porque añora no perderse esa experiencia. Y si bien es complicada, e incluso cara, da su recompensa y te ofrece sumergirte en todo un universo nuevo de la imagen.

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Uno que, así sea difícil de creer para quienes han visto cámaras análogas, es nuevo para algunos. Hay personas que, al llegar a LAF, quedan intrigadas, porque nunca vieron en su infancia un rollo ni entendieron cómo se tomaba la foto.

Hay gente que está descubriendo este arte, o revelándolo, como si se tratara de una foto. En cualquier caso, la práctica de la fotografía análoga es rica en conocimiento técnico, por ser tan meticulosa como cualquier otro oficio artesanal.

***

Toda la gente que utiliza y participa del LAF hace que el lugar cobre vida. No es una tienda, es una comunidad y eso lo convierte en un proyecto sumamente valioso en un tiempo en el que el distanciamiento nos ha quebrado.

 

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