La Venadita cambia de formato y se vuelve una obra más accesible. Aquí te mostramos un poco de la historia y los cambios que ha sumado la pieza de Susana Pautasso.
La Venadita es homenaje, es memoria y es historia. Es la historia de María Placidas Rodriguez, cuyas vivencias y sabiduría son de gran interés. Ahora se vuelve la primera obra con accesibilidad universal para personas con capacidades especiales visuales, cognitivas y auditivas en Ecuador, en lo que es trabajo complejo e innovador.
Antes de contar la historia de La Venadita como obra de teatro, su origen y su proceso, es necesario hablar sobre su importancia: mostrar lo que despertó. Este bello monólogo, que lleva varios años en escena, se mantiene en la actualidad por su mensaje.
Despierta en nosotros la herencia genética y cultural de lo que hay en el interior: lo que somos, de dónde venimos. La Venadita trata sobre preservar esa sabiduría que ha llegado hasta nuestras vidas a través de la familia y de nuestras raíces.
La historia de La Venadita: cómo surge y el aporte de varias mujeres.
La Venadita está inspirada en la historia de María Plácida Rodríguez, una mujer tan icónica que su vida fue escrita e investigada a profundidad por Susana Pautasso, e interpretada, mucho tiempo después, por Juana Guarderas. María Plácida vivió a los pies del Ilaló por varios años. Allí fue curandera y partera tradicional. Según el testimonio que se recoge en La Venadita, falleció a sus 14 años y “taitico Dios” la regresó al mundo con el don de curar con las plantas.
El primer acercamiento a esta historia fue elaborado por Claude Roulet y Dora Quintero. Ambas recogieron su testimonio de vida para el concurso “Mujeres, imágenes y testimonios” y, con el tiempo, lo convertirían en libro. Escuchar este relato fue la punta del ovillo. Con este testimonio Susana pudo trabajar en la obra y mantener viva la historia de este “personaje”.
En ese momento, Susana produjo, dirigió e interpretó toda la obra. Cuando la trabajó por primera vez optó por el monólogo, no por una biografía, ya que la obra no contaba específicamente la vida de María Plácida. Más bien, llevaba dentro raíces y sensaciones y se volvió una forma de honrar a los abuelos. Como figura en el subtítulo que la acompaña, “es un poema a la memoria”.
La obra estuvo en escena desde 1998, y, tras varios años y temporadas en varias ciudades, se archivó. Quedó guardada por años, pero se reconocía la importancia de que se mantuviera en escena. Satya Duran —actriz y productora ecuatoriana formada en Argentina— y Juana Guarderas fueron quienes insistieron, ante Susana, en la importancia de volver a montar la obra. Con esto renacería el personaje. Con algunos cambios, eso sí.
Legado y memoria
Susana se encontró con Satya y con Juana y planteó poner la obra en escena, pero esta vez ella sólo la dirigiría. Satya la produciría y Juana tendría que heredar el personaje. El bastón de mangle y los rebozos del vestuario con el que la obra estuvo en escena fueron entregados a Juana en el 2013. La actriz cuenta que el personaje y el trabajo de mantener la memoria fueron un regalo y una oportunidad, aun reconociendo que la vara estaba muy alta por todo el trabajo previo de Susana.
Al trabajar la obra surgió un compromiso que Juana, al igual que su Susana, debe cumplir en un momento dado. Este es entregar el bastón de la Venadita para que una actriz de una nueva generación ponga la obra en escena. Esta propuesta de ir pasando el bastón permitiría que la obra se mantenga en el tiempo, para seguir honrando el recuerdo. Para preservar la memoria.
¿Por qué se menciona tanto la memoria? ¿Por qué guardar este recuerdo?
Porque la memoria consta de raíces y origen. La Venadita honra el recuerdo no sólo de las abuelas y los abuelos, y de su sabiduría. También resalta el valor del conocimiento andino y de esta relación imprescindible que, como seres humanos, tenemos como con la tierra.
Uno de los mensajes de la obra que más remarcó Susana a Juana fue: “Los actos cotidianos deberían convertirse en actos sagrados y los actos sagrados en actos cotidianos”. Esta era la forma de vida de La Venadita en todos sus actos: moler el maíz —un acto sagrado— y hablar con “taitico Dios” —un acto cotidiano—. Siendo así, todo apuntaba a que esta obra tenía que volverse accesible.
Accesibilidad y monólogo
En 2018 Roberto Sintes se contactó con Juana para proponerle algo. Ella ya había trabajado en proyectos de arte y discapacidad —en teatro inclusivo, en el cantón Rumiñahui, con la Dirección de educación, cultura y deportes— en el 2016. Saber esto incentivó el trabajo de Roberto con la artista.
Después de todo, Roberto trabaja por la comunicación accesible. Es un gestor cultural de España y desde hace 10 años labora junto a APTENT. Esta es una organización de teatro que trabaja la accesibilidad e inclusividad en las obras.
La idea inicial fue hacer una obra inclusiva. Por ello aplicaron a un concurso por fondos internacionales. No ganaron, pero aun así decidieron seguir con el proyecto. Ahí Roberto propuso escoger una obra del repertorio de Juana y trabajar con ella para hacerla accesible.
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“Propuse la Venadita por varias razones: su potente contenido, que es muy importante para los ecuatorianos y el mundo. El hecho de que es una obra conmovedora. También, desde un sentido práctico, quería trabajar con esta por ser un monólogo. La idea era no depender de la voluntad o disponibilidad de otro compañero o compañera actriz. Sabía que este era un proyecto que implicaba mucha energía, mucho trabajo, mucho riesgo, porque era hacer algo pionero. Era ser punta de lanza, y esto acarrea un riesgo”, dice Juana.
La obra encontró camino a inicios del 2019, cuando Roberto vivía en España. Se inició con varios trabajos online para seguir con la propuesta de hacer de La Venadita una obra accesible, y se fue trabajando también junto a Javier Jiménez. Para tener una base, se mandaron videos, guiones y notas de todas las versiones de la obra que había protagonizado Juana. Con eso comenzó el desarrollo de una adaptación inclusiva.
La obra y la inclusión: un paso completo
Se sabía que hacer la obra inclusiva iba a ser un proceso complejo. Romper las barreras de comunicación para un solo personaje puso más peso en la interpretación de Juana.
“(Fue) un trabajo minucioso, de mucha filigrana, de cosas muy particulares que hay que ir pensando al momento de adaptar y poner la accesibilidad en una obra”, señala.
“Poner las medidas de accesibilidad implicó en mí, como actriz, en cuanto a cómo estaba planeada la puesta en escena, generar algunas pausas, mayor rigurosidad, decir un texto de manera específica”, añade.
El proceso de trabajar con las barreras de comunicación empezó por considerar que no sólo están las capacidades especiales de forma general, sino que por cada tipo hay una oportunidad nueva, distintas formas de acceder. Hay diversos niveles en los que se tenía que trabajar. Por cada barrera se realizó una adaptación.
La obra llego a tener hasta 10 medidas de accesibilidad. Entre ellas: audio descriptivo, subtítulos, programa de mano en braille, recorrido sensorial, etc. Al ser presentada en línea más tarde, a causa de la pandemia, se redujeron algunas medidas de accesibilidad, pero en su mayoría se mantuvieron.
Funcionó. En cierto modo, la obra se volvió teatro accesible, aunque no del todo inclusiva. Para lograrlo, es necesario aumentar el número de gente en el camino. Y esto es algo que se tiene en mente para la obra y para el teatro en un futuro. Ahí, oficialmente, el arte será para todos.
No obstante, la accesibilidad es un gran paso para la inclusión: el hecho de visibilizar y brindar un soporte para que todos puedan ser audiencia y partícipes del arte. El de Juana, Mateo y Javier es un gran paso.
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