«La luz de Quito es tan blanca Que de tan blanca, encandila, Voy con mi mano en la cintura del planeta, Y el corazón del ancho de la pupila». Con ese tuit, Jorge Drexler comenzó su primera visita a Quito. La parada por el ombligo del mundo de su gira «Mundo Abisal» fue un éxito a todas luces que incluyó dos conciertos (sábado 25 y domingo 26 de febrero) en el Teatro Nacional Sucre con casa llena a reventar.
Comienza la serenata
La oscuridad del escenario la cortó una diminuta farola que apenas dejaba ver el rostro del cantautor uruguayo mientras él y su guitarra iniciaban el recital con «Hermana Duda». La intimidad del Sucre hizo que las palmas de la gente se confundan con la música y abrumen a Drexler, quien pidió de ahí en más acompañarlo chasqueando los dedos. Y claro, el público no podía resistirse a los deseos del serenatista que improvisó una canción para Quito mientras introducía «Polvo de estrellas».
Luego de la intimidad comenzó el show. Los láseres al ritmo de «Mundo Abisal» y «Eco» marcaron el cambio de «recital» a «espectáculo».
Como buen concierto de autor, no podían faltar las narraciones. Las luces transportaron a la audiencia a las costas de Uruguay, donde cardúmenes de pequeños organismos fluorescentes bailaban en el mar de la pantalla de fondo como cuando inspiraron a Drexler a escribir «Noctiluca», un homenaje a su hijo. Luego, el cantante volvió a sus raíces médicas para lanzar el dato de que «Tres mil millones de latidos» son los que da el corazón a lo largo de la vida humana.
El artista
El cantautor complació al público cuando de entre los alaridos del público pudo distinguir las peticiones de «Blanco y Negro en Technicolor». A cambio, Drexler se dio el gusto de cantar dos piezas poco conocidas pero muy hermosas. «Que el soneto nos tome por sorpresa» es una pieza para la película «Lope», en honor al sonetista Lope de Vega, «el más grande de todos» según el uruguayo. Luego vino «Tres hologramas», compuesta para uso del Ballet de Montevideo y acompañada por un maravilloso espectáculo de luces.
Drexler también se dio el gusto de homenajear a George Harrison en su cumpleaños con un cover de «Something». El público puso los silbidos y uno de los músicos del espectáculo hizo chillar un serrucho cual violín Stradivarius para complementar una actuación memorable.
El «setlist» no podía estar completo sin canciones para las parejas como «Mi guitarra y vos», «Deseo», «Las Transeúntes» y «Fusión» con los arrumacos clandestinos en la oscuridad del Sucre como testigos. Tampoco podían faltar las piezas de vanguardia que distinguen al uruguayo de los demás cantautores como «Disneylandia» y «Don de fluir».
Gambeta y definición
Con «Sea», Drexler amagó con irse, pero el público pedía más. «Salvapantallas» y «Amar la Trama» fueron los siguientes intentos fallidos del cantante por dejar el escenario en medio del «exabrupto ecuatoriano», pero aún faltaba una canción y eso lo sabía todo el teatro. «Todo se transforma» es el clásico cierre del uruguayo a sus shows. La gente no paró de cantar y ovacionar de pie al artista mientras repetían a «grosso modo poético» las leyes de la termodinámica luego de casi dos horas de concierto.
Y aún así no fue suficiente. El «otra más y no jodemos más» del público fue contestado con una rendición de «Al otro lado del río» a capella que no estaba en los planes.
Jorge Drexler dejó satisfecha a una audiencia que lo reclamaba desde hace tiempo. La riqueza y variedad de su música no alcanza en apenas dos horas de recital. Quizás por eso es que si le preguntas a diferentes personas «¿qué canción faltó?» recibirás tantas respuestas diferentes como rimas podría escribir el uruguayo al respecto.
(Fotografías cortesía de Fabiola Trujillo)