Guardarraya

por Martín González

Escuchar Guardarraya es como escuchar cantar al rocío que cae de las hojas de eucalipto en el Parque Metropolitano, a la bruma que repta desde Guápulo y borra la ciudad cuando se la ve desde el oriente, a los atardeceres anaranjados que coronan el Pichincha o al granizo que se agrupa en las grietas grises de la calzada en Quito.

Esta banda, que ya tiene más de una década de recorrido musical, alberga un tipo especial de poesía melancólica en su música, que pinta paisajes en el alma.

Sin mayores pretensiones, sin forzar en nada su carrera, sin preocuparse de lo que piense la gente, de ellos o de su show, Guardarraya vive sonando a viajar en el viento, por un camino de tierra antiguo y misterioso, adentrándose en los recovecos de las montañas.

Por estar en la azotea como mudo viendo abajo,
Me cambió la perspectiva de la vida,
Ahora soy un hombre vertical,
Tratando de olvidar me caí en un agujero,
Pero nunca perdí el sombrero,
Ni la elegancia al caer.
Nunca supe cómo volver.
Caminado encontré una cantina,
La mesera María mezcalina me lamió los labios y me dio de beber,
Después veré qué hacer, esta noche, que me lleve el diablo,
En la cantina encontré 4 ñaños, todos hijos del mismo padre ebrio,
Todos de la música enamorados,
Dicen que un día hubo gran explosión,

Buenas Noches,
Nosotros somos Guardarraya.

Big Bang

«…dicen que un día hubo una gran explosión»

Hace más de 10 años, Álvaro Bermeo (guitarra y voz), Mateo Crespo (guitarra y 2da. voz) y Andrés Caicedo (batería) formaron parte del ensamble de otro proyecto musical que nunca llegó a despegar. No querían quedarse con las ganas de tocar, y por eso decidieron juntarse un día con sus instrumentos y algunas chelas para ver qué pasaba. Andrés Pacheco se incorporó a ellos con su bajo y la química surgió al instante. Comenzaron a tocar con frecuencia, casi sin querer, y pronto se vieron en la necesidad de buscar cómo llamar a la banda en vísperas de su primer show en un bar. Entonces surgió «Guardarraya», un nombre marcado por la espontaneidad, cuyo significado es: camino rural de tercer orden.

El origen fue natural. Al poco tiempo, se encontraron grabando un primer disco homónimo, dejándose guiar por su amor a la música. Nada se estancaba en formas rígidas mientras su sonido fluía sin esfuerzo, consolidándose en la particular fusión de ritmos que escuchamos de ellos hoy en día.

Cuando le preguntan a Álvaro Bermeo qué género tocan, dice con la quiteñidad a flor de piel que eso le vale v=(«·»!@. Podría tildarse a Guardarraya de «neo-folklor», «rock latino-fusión», «neo-pasillo progresivo», o cualquier otra cosa sin que llegue a definir con justicia lo que vive en sus melodías. A falta de una etiqueta «coherente», ellos mismos decidieron darle a su música el apellido (el más apropiado) de visceralurbanopopularmestizoalternativa. 

Desde que nació la banda, poco parece haber cambiado en su forma de tocar, en su sonido, o en su forma de ser en el escenario. Guardarraya posee cierto anacronismo en sí, que la coloca por detrás (o por encima) de las tendencias que van marcando «lo independiente» en nuestro país.

Eso les ha dado la capacidad de moverse a su antojo en la escena, de tocar con libertad lo que quieran y de marcar su propio ritmo sin limitarse a lo que nadie les diga. Chistes y Roces, su segundo disco, marcó el fin de una primera etapa. Andrés Pacheco fue reemplazado en el bajo por Franco Aguirre y así Guardarraya se plantó con firmeza y con identidad propia en la escena local.

Una banda chauvinista ecuatoriana que «suena a Quito»

«tengo que confesarte la verdad, me gustan las montañas mucho más»…

Si uno escarba lo suficientemente profundo en Youtube, al buscar el nombre de la banda encuentra un video del 2009 en el que presentan su último disco: Quitarán Di Ahí. En el video, la banda se «desnuda a sí misma», en palabras de Crespo, Caicedo, Aguirre y Bermeo. Dos frases destacan entre todo lo que dicen:

«Esta banda…que nadie dude que es chauvinista ecuatoriana». – Álvaro Bermeo.

«Creo que suena a Quito…tiene un sonido eminentemente de esta ciudad de Quito». –Franco Aguirre.

La identidad de Guardarraya se debate en una especie de amor-odio por lo que representa haber nacido en este país y haber adquirido todas sus idiosincrasias. Bermeo habla por él y por el resto de la banda al decir que son personas que aman profundamente al Ecuador. En cierto modo, la música de Guardarraya es un grito ansioso por ver nacer un orgullo ferviente de lo local. Entre las líneas de su música yace un manifiesto contra la creencia de que ser cool es «parecerse a los gringos».

Lo que dice Franco Aguirre por otro lado, representa un lado de la banda que surge sin mucho esfuerzo. Naturalmente, Guardarraya se parece a Quito. Si «la Carita de Dios» tuviera boca, seguramente diría: ¡EyEsto se llama Lero Lero, de Quito, papá. Sus canciones hablan implícitamente del amor a la ciudad que habitan. Es el sentimiento que les permite desafiar al mar y contarle sin tapujos de su preferencia por las montañas. El sentimiento que hace que la ciudad y sus formas cambiantes les parezcan una mujer desnuda, vista desde un avión. Y es el sentimiento que brota de sus notas de forma inherente.

1537 vaivenes

«estas mágicas, electro-acústicas, ganas de joder»…

Para 2006, la banda había sufrido algunas transformaciones en su alineación, que incluyeron el ingreso de Daniel Pasquel  (Marley Muerto) y Toño Cepeda (reemplazando a Franco Aguirre) al ensamble. Ambos integrantes de la icónica banda quiteña Can Can, aportaron con su toque al sonido acústico de Guardarraya.

Su adhesión a la banda también provocó un evento que se recuerda como algo inédito e importante en la historia reciente de la música alternativa nacional. «Guardacan» fue el nombre bajo el que ambas bandas se fusionaron en el Teatro Bolívar. Por una noche, las voces poderosas de Denisse Santos y Álvaro Bermeo se juntaron en una sola mientras las guitarras de ambas bandas conversaban en el fondo.

Can Can se dio un break al poco tiempo, llevándose así a Pasquel y Cepeda de Guardarraya. En 2008, editaron Surtidos Selectos, un disco recopilatorio de sus grandes éxitos hasta la fecha, y al poco tiempo regresó Franco Aguirre y se incorporó Jason de la Vega (ex Guerrilla Clika). La Guitarra de Jason terminó de electrificarlos y de consolidar su sonido para una nueva etapa, marcada por Quitarán di ahí, su último disco terminado.

A pesar de haber sufrido estas transformaciones, nunca dejaron de sonar como siempre, como si no hubiera pasado un día. Fue como si entre ellos corriera el lamento que pedía 1537 veces que nunca se dejen entre sí. Las mágicas y electro-acústicas ganas de joder se mantuvieron vivas, así como la bohemia y la irreverencia que siempre los caracterizó.

Bermeo y Crespo se mantuvieron siempre en un núcleo que vio irse y regresar a Caicedo y a Aguirre, con pasos fugaces de algunos otros músicos. Durante una de esas ausencias entró Felipe Andino (Da Pawn) para llenar el espacio del bajo, y una vez que Aguirre regresó, el nuevo músico se quedó en la banda para añadirle algo de teclados y sintetizadores. Para esto, Jason ya era parte fundamental de la formación y Caicedo también regresó, y así se quedaron consolidados como lo que son ahora.

Ayúdanos a Parir

«en el infierno yo te voa’ esperar…si vas al cielo, ahí sí avisarás»

Después de 5 años sin sacar nuevo material, Guardarraya por fin se reunió para terminar con la pausa creativa. Durante ese periodo abundaron las tocadas, e incluso «Norteño» (el anisado ecuatoriano por excelencia) se acercó a ellos para auspiciarlos en retribución a toda la publicidad gratuita que le hacían en sus canciones y a la fidelidad que le demostraron durante los toques. A pesar de su nuevo patrocinio, y de tener 4 álbumes en su currículum, la banda todavía no tenía mayor pretensión de involucrar seriamente al marketing con su carrera. De un modo u otro, siempre fueron los outsiders de la escena, los que tocaban porque querían y punto.

Llegado el 2015, el acostumbrado descuido de sus relaciones públicas dio un giro ligero. La idea de un nuevo álbum ya estaba vigente, y por algún motivo alguien se les acercó para comentarles de una plataforma local de crowdfunding para levantarlo. Dijeron que sí, porque no tenían nada que perder. «Lo peor que podía pasar es que en vez de recaudar $10000, recaudáramos $2000, y eso ya es mejor que nada», dice Álvaro Bermeo al respecto.

Así nació «Ayúdanos a Parir», la campaña con la que le pidieron a su hinchada que les ayudara a producir un nuevo disco. Con la ayuda de algunas personalidades reconocidas en Quito, se promocionaron para que la gente los apoyara. Al final, la campaña rindió fruto, sobrepasaron la meta y sentaron un precedente al ser la primera banda ecuatoriana que se financiaba con éxito de esta forma. Después de un período de ensayos se encerrarán en una hacienda lejos de Quito para alumbrar los 11 temas de los que están preñados.

En cierto sentido, esto marca una nueva época para la banda, una en la que deciden preocuparse un poco más por su publicidad. Guardarraya forma parte del cartel de «El Carpazo«, en su cuarta edición. Tocar en ese escenario será como abrirse a un nuevo público, que quizás no los conoce. Lejos de la bohemia de los bares y teatros en los que han sonado toda la vida, o de los festivales gratuitos y más under de la escena local, el Carpazo podría entenderse como algo inédito para la banda. Pero para ellos, importa poco, siempre tocan donde puedan y eso es todo.

Hombres Cuerdos

«Don Gabriel se ha muerto por vivir muy recto, un día amaneció, se volvió cuerdo.»

Quizás, lo peor que le podría pasar a Guardarraya es que sus integrantes amanezcan un día convertidos en hombres cuerdos. Los fundadores de la banda rondan los 40 años y no son músicos de profesión. Mateo Crespo ya está casado y tiene una hija. Franco Aguirre tiene 45 y trabaja en una universidad. Álvaro Bermeo está cerca de cumplir 40 y trabaja en la Empresa Eléctrica. La música ha sido para ellos un escape de todo lo demás. Una forma de rendirle tributo a su espíritu y al ambiente en el que crecieron soñando.

Las canciones (y el guaro que las acompaña) están para combatir a la rutina; Álvaro, por ejemplo, suele componer en medio de sus reuniones de trabajo, pensando en los cuentos de Cortázar que lee esporádicamente y en la ciudad que ama y odia al mismo tiempo.

Si bien ha sido una maldición y una pica constante el no poder ser músicos a tiempo completo, es justamente eso lo que les ha permitido tocar a su voluntad. Saben que ya no son adolescentes, pero por eso mismo no quieren dejar de cantar y seguir siendo jóvenes. Con el tiempo ha venido la madurez en el sonido, en las formas de ser en la banda y en las letras. Con el tiempo han sido capaces de cantar por todo, desde el viejo que no les devolvió un balón cuando niños, hasta la decadencia del ser humano. Mientras sigan existiendo las montañas que cobijan a Quito y la lluvia que las lava, Guardarraya seguirá existiendo en el éter de la ciudad.

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2 commentarios

Diccionario de bandas Vol. 2 – Radio COCOA 22 septiembre, 2016 - 8:00 PM

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