Aunque la música ha sido nuestro asidero desde siempre, en nuestro país se ha tambaleado mucho. Ahora aparece una nueva organización que busca darle el soporte que merece: el Frente Musical.
“¡Nosotros estábamos atrás de formar un Frente Musical hace años! Yo diría que casi una década”, afirma Fabiola Pazmiño. Ella, junto a Ana Rodríguez e Ivis Flies, conforma la coordinación de una nueva organización independiente que busca, ante todas las cosas, abrirle camino a la música en nuestro país.
Si bien el Ecuador se caracteriza por su inmensa diversidad y su riqueza cultural profunda, no es un país en el que esas cualidades hayan prosperado a lo largo de la historia. Es curioso ver que, incluso a pesar de lo pequeño que es nuestro territorio, no se ha logrado engendrar una industria musical reconocible internamente. Mucho menos a nivel externo.
Este panorama frustrante no se da porque falta de voluntad ni de talento. Para lxs gestorxs detrás del Frente Musical, lo que hace falta es capacidad organizativa. Su misión se fundamenta en el afán de llenar ese vacío.
Las cabezas del frente
Fabiola es Coordinadora del Teatro Nacional Sucre y fue fundadora de la agencia cultural “Hilo Negro”. Ha sido curadora de festivales como el “Ecuador Jazz” y ha trabajado de cerca con otros como “Isla Viva”. Ana, por su parte, tiene una larga trayectoria de trabajo en el sector público. Fue directora del CAC y la Fundación Museos de la Ciudad. Luego, fue Viceministra de Cultura y llegó a ocupar el cargo de Ministra Encargada en 2016.
Ivis, por su parte, es uno de los productores musicales más experimentados del país. Ha trabajado con Mateo Kingman y Paola Navarrete, entre muchos más. También ha hecho un importante trabajo por impulsar la música alternativa local a nivel de mercados internacionales. Y es co-fundador de AYA Récords, filial del afamado sello ZZK.
Según cuenta Fabiola, el colectivo se terminó de consolidar el año pasado después de un largo proceso. Su incubadora fue el MIIM (Mercado Internacional de la Industria Musical), organizado por Steven Dagenais (alias “Stich”). En el marco de este evento se juntaron Fabiola e Ivis, sabiendo que compartían la idea de agremiarse desde hace mucho tiempo.
Pazmiño cuenta que en ese momento fue crucial que se les uniera Ana, para terminar de encaminar sus inquietudes. Su experiencia de trabajo en el sector público permitió que ella ayudara a dilucidar que sus puntos comunes eran lo suficientemente fuertes para armar una agenda. Su afinidad laboral y personal ayudó a que pudieran cristalizar la idea de una organización.
Datos duros
Decidieron sacar el proyecto a la luz en marzo, durante los primeros momentos del acaecimiento de la pandemia en Ecuador. Su carta de presentación fue una encuesta apuntada a todxs lxs partícipes del sector musical.
Obtuvieron 450 encuestas, respondidas principalmente por hombres, asentados en Quito. Guayaquil, Cuenca y Riobamba fueron las ciudades que más acogida mostraron después. Están conscientes de que su muestra es pequeña, y de que acrecentar su impacto por fuera del nicho de la música alternativa es un paso urgente. Sin embargo, la pesquisa arrojó resultados alarmantes que reflejan una parte significativa de la realidad del sector.
“Más del 50% de los artistas recibe menos de 400 dólares mensuales, y con eso vive. No tienen seguro médico, ni social, ni privado. En un 96% han sido perjudicados por la crisis”, señala Fabiola.
“Hablamos de que un 60% de los encuestados no tiene alternativas digitales para reemplazar su trabajo. Ahí se manifiesta la brecha digital que es un problema enorme en nuestro país”, continúa. “No podemos hablar de esta nueva realidad digitalizada si más del 50% de la población no tiene acceso a una buena conexión, a una buena computadora o a técnicas y conocimiento digital”.
Si bien se sabe que la crisis social del COVID-19 afecta gravemente a la actividad cultural a nivel global, las particularidades históricas y actuales de nuestro territorio asoman como dificultades adicionales. Evidentemente, afectan al desarrollo de la música como campo profesional, y nos hablan de “una situación trágica”, como menciona Fabiola.
“A veces me parece una situación similar a la de los informales, sólo comparable a eso”, complementa Ana. “Pero que ahí en cambio hay unas redes de solidaridad y unas agremiaciones muy políticas, y muy ideológicas, que eso tampoco tienen los artistas en cobertura, ¿no?”
La aparición de este colectivo toma una importancia vital en este contexto. Su llamado para la comunidad de músicxs y gestorxs es tanto una voz guía como un pedido de auxilio. Saben que su existencia depende de una movilización colectiva que no se ha logrado sintetizar pese a varias tentativas fallidas. Creen también que la salida está en pensar más allá de las cajas de resonancia.
Pensar en colectivo
“Siempre nace de los gestores o de las gestoras esta intención de visibilizarnos, de potenciar nuestro lado político, de demandar lo que necesitamos como políticas culturales”, continúa Pazmiño. “Y ese es otro problema de nuestros músicos: esta apatía. Como que están en la parte de la creación, y por eso son tan buenos, pero falta muchísimo el interés y esta llama política de exigir lo que corresponde como sector”.
Dicha apatía puede verse como la gota que desborda el vaso en una serie de carencias. Ana nombra un retraso en la creación de carreras de artes en las universidades, que duró hasta hace aproximadamente 20 años. Y junto a ello, un ausentismo considerable de parte de las instituciones públicas y privadas en cuanto a su responsabilidad de fomentar prácticas artísticas.
Las causas de la precarización de la tan mencionada “industria musical ecuatoriana” se perpetúan también porque no han existido procesos gremiales consistentes. Rodríguez menciona, como contraparte, el caso de lxs cineastas.
Juan Martín Cueva, quien fuera presidente del CNCine y Viceministro de Cultura, menciona que su proceso se remonta al golpe de estado del mandato de Lucio Gutiérrez. El remezón político sirvió como catalizador para una serie de asambleas de cineastas, que aprovecharon también una serie de conexiones con el Legislativo para establecer una ley propia, después de mucha insistencia. Esto, finalmente, les permitió consolidar un organismo público para crear mecanismos de fomento y regulaciones específicas para su sector.
Esta experiencia demuestra que la creación de un ecosistema no depende solamente de sus actores inmediatos. Y no llegará a ocurrir si no se genera una simbiosis entre ellxs y los otros factores del entorno.
El análisis de lxs integrantes del Frente corrobora aún más este punto. Saben que el desarrollo del “ecosistema musical” local ha sido lento y disperso, por múltiples factores externos al proceder de lxs artistas. Pero creen que si se da una agremiación comprometida para señalar demandas y metas comunes, las cosas podrían contenerse e incluso revertirse.
Examen de consciencia
La gente del Frente cree que, hasta ahora, el principal obstáculo para arrancar con este necesario proceso ha sido una desconexión entre los diferentes nichos del sector musical. “Creo que parte mucho de la diversidad y de las diferencias para hacer la vida/negocio, de cada uno de sus actores”, afirma Ivis, buscando señalar posibles causas para este obstáculo.
“No tiene nada que ver la escena alternativa (…) que es en la que nosotrxs estamos y que es un poco más intelectual, por decirlo de alguna manera (…), con la música popular, con la chicha. Esa es una escena que mueve mucho más dinero, y que tiene públicos mucho más grandes”, añade luego.
Adicional a esto, el productor señala a la informalidad como una mala costumbre que el gremio no logra superar, y que entorpece la posibilidad de volver su progreso algo más sistemático y cuantificable. Pese a que reconoce el trabajo de organismos como Soprofon o Sayce, cuestiona el enfoque y la eficacia de estas entidades que, para él, más allá de la recolección de regalías, no han sido referentes de procesos asociativos.
Indica, así mismo, que esta informalidad causa, entre otras cosas, que el Ecuador no sea un destino atractivo para giras de bandas de gran envergadura, por ejemplo. Desde su visión, no somos un mercado competente, ni competitivo.
Por último, como síntoma en tiempos de globalización y pandemia, está una suerte de alienación, que también señala Fabiola. “Un músico, como se ha demostrado ahorita, es capaz de generar y de demostrar lo que hace, desde su casa, solo. Creo que ese es el problema: la falta de noción de lo importante que es trabajar, no sólo en equipo, sino en colectivo, cruzado, involucrando todo lo que pueda alimentar tu mensaje”, menciona la gestora.
Su punto de vista complementa al de Flies, quien ejemplifica lo desconcertante de las nuevas dinámicas que la música ha tomado con el advenimiento de aplicaciones como TikTok. Portales como este forman parte de una sucesión de cambios sumamente acelerados y desequilibrados.
Las nuevas tecnologías vuelven comprensible, aunque preocupante, la desatención que lxs músicxs dan a las partes “menos emocionantes” del oficio, como el quehacer político. Se vuelve paradójico, en ese sentido, que el streaming de pie a la aparición de castillos de aire en los cuáles es fácil refugiarse, pese a lo poco rentable que resulta el modelo para artistas independientes.
Pasos para abrir el camino
La encuesta que publicaron hace unos meses, como evaluación del entorno, fue solo el inicio. Actualmente buscan promover una agenda clara y firme, que se sostiene en tres ejes: Fomento, Derechos y Conocimiento. Su misión es iniciar procesos que logren integrar a todxs lxs partícipes de la cadena de valor musical.
En lo referente al conocimiento, plantean la creación de una una fonoteca que serviría como fondo de consulta pública para la investigación y divulgación. Toman como referente el modelo de lugares como Medellín, donde la existencia de instituciones como esta permiten una “transformación de toda la ciudad”, como menciona Flies.
Respecto al fomento, mencionan la necesidad de simplificar los trámites para la gestión cultural y el acceso a estímulos vinculados con la misma. Esto, acompañado de una mayor apertura a créditos especiales, sin intereses, que podrían gestionarse a través de entidades como BanEcuador.
Por último, para atender los derechos, plantean la apertura de un programa especializado en música, en el nuevo Instituto Estatal de Fomento a la Creatividad. O, en su defecto, la fundación de un “Instituto de la Música” —que podría entenderse como un análogo del ICCA—. La aparición de entidades como esta debería permitir la garantía de condiciones laborales más dignas para lxs trabajadorxs de la música, integrándose con las funciones del IESS.
Frente Musical: La música nos salva
“Yo creo que el Frente lo que busca, entre diversos actores, con distintos roles en el sector de la música, es poner en común cosas mínimas e importantes y abrir el camino”, declara Ana. Para ella está claro que, si bien se enuncian desde el sector alternativo, es necesario posicionarlo como punta de lanza de un movimiento mucho más amplio y diverso. Solo así se podría obtener un reconocimiento sustancial y sostenido.
“Creo que lo interesante es pensar en herramientas que nos permitan desarrollar este sector a un nivel que pase de ser (…) artesanal, independiente, a algo más organizado donde se puedan desarrollar mayores crecimientos”, afirma Flies.
“Desde el Frente Musical buscamos analizar la situación de la escena musical, idealmente en el Ecuador (…) La idea es conocer las problemáticas por las que atraviesa todo el ecosistema musical y lo que impide que se desarrolle. Desde política pública hasta producción de campo e infraestructura”, cierra Fabiola.
La agremiación es un proceso complejo. Toma mucho tiempo e implica niveles de compromiso muy altos, que no están ligados necesariamente al prospecto de un rédito económico inmediato. No es tarea fácil, pero puede ser más sencillo abordarla si existe una voluntad enfocada. Finalmente, se trata de reunir a un grupo de personas que hacen cosas similares, para actuar de formas sencillas que fomenten el crecimiento colectivo.
Al final del día, sea como sea, y la toque quien la toque, “La Música nos salva”. Es hora de que le echemos cabeza al asunto para entender que salvarla también está en nuestras manos. Al menos ahora ya existe un grupo de gente que trata de guiar el proceso.