Freak show televisivo

por La línea aguda

banner-la-linea-agudaFreak show televisivo- Radio COCOA

Por: María José Gutierrez

Un hombre sale al escenario. Mira al público con temor. Las manos sudorosas intentan mantener el micrófono quieto, pero el temblor le recorre las piernas. Levanta una mirada compasiva al jurado que lo mira con desdén desde el púlpito que les otorga el poder de ridiculizar al pequeño individuo, expuesto a un público preparado para soltar una carcajada. Están en su derecho de divertirse, para eso han venido a escuchar al pequeño hombrecillo y al resto de los incautos con deseos de mostrar su talento al país entero. Comienza el show. Una vocecilla poco afinada se escucha amplificada en el escenario. Balbucea algunas palabras en un inglés incomprensible. Se mueve con torpeza, cierra los ojos, se esfuerza. El jurado se mira entre sí y lo dejan continuar. Por qué no darle un poco de diversión al televidente que mira resguardado desde su casa. Como en aquellos freak shows del siglo XVII que causaban hilaridad al público que veía a un enano bailando. Eso nos asusta, nos estremece y lo consideramos cruel y bárbaro. Pero por qué no reír con un hombrecillo sobre el escenario dándonos unas baladas románticas con una voz desafinada.

Dicen que se busca talento ecuatoriano, que es un incentivo al desarrollo de la cultura local. Y me pregunto: si “Ecuador tiene talento”, ¿por qué recurrir a la cultura del espectáculo, a la burla mediática, al sensacionalismo televisivo con el afán de dar un poco de diversión al televidente?

Freak show televisivo- Radio COCOA

Vargas Llosa ya tildó a nuestra época como “la civilización del espectáculo”, donde la banalización de la cultura ha alcanzado niveles insospechados y aquello que consideramos producción cultural debe cargarse de frivolidad para ser vendido y consumido. Según el escritor peruano, estamos en una época donde prima el derecho a divertirnos. El ocio es el mandamás en el mundo de la industria del entretenimiento. Estamos dispuestos a relajarnos frente al televisor, olvidarnos de aquello que nos preocupa, nos angustia y darle paso a la carcajada fría, indiscriminada sin importar a costa de qué o de quién.

He visto dos ediciones del programa “Ecuador tiene talento” y me ha sorprendido la capacidad que tienen los medios de dejarse imbuir de la industria del entretenimiento, del sensacionalismo. Entre aquellos talentosos vemos algunos incautos que son escogidos únicamente para ser ridiculizados. En una pantomima donde se pretende dar espacio al talento nacional se esconde el deseo de generar rating haciendo uso del deseo de diversión, del “derecho” que tenemos de encontrar en la televisión algo que nos entretenga.

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Los medios se excusan en que la audiencia es la que demanda una producción cada vez más simplista, más frívola. Detrás de la idea de la democratización de la cultura se escuda una industria mediática perezosa, ganada por los niveles de rating que busca generar mayores audiencias, sacrificando la calidad y sucumbiendo a los mandatos del entretenimiento. Volvemos a la discusión eterna sobre la función de los medios de comunicación en el ámbito cultural. ¿Son ellos los encargados de formar una audiencia? ¿O es esta quien determina el contenido que los medios deben generar?

Estamos frente a una era donde el entretenimiento ha sido malinterpretado, donde confundimos la risa frívola, la carcajada cruel y la espectacularización de la cultura con la diversión. En un círculo continuo, los medios han perpetuado el deseo de banalización de la cultura, donde aquello que nos divierte es diametralmente opuesto a aquello que nos educa.

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