Foco En Esencia: Nada que decir, mucho que expresar

por Jorge Bayas Lituma
Anclada en el math-rock, y con unos pequeñísimos tintes de jazz y metal en su sonido, Foco es una propuesta que promete mucho de cara a los meses y años venideros. Nos sumergimos en sus discos.

Érase una vez dos chicos que se hicieron panas en el bus del colegio. Ambos amaban la música y Nirvana fue el punto en común que los unió. Uno de los amigos, el mayor, tocaba un instrumento, la guitarra. Se lo dijo al menor, que, emocionado, afirmó que él también sabía tocar uno, la batería, y que deberían formar una banda. Pero no era cierto que tocara la batería. Apenas y había golpeado una en un par de oportunidades. 

Eso no lo frenó, y, por el contrario, después de comprarle una batería vieja a su vecino, se afanó en aprender a tocarla bien. Lo hizo sobre la marcha, en el curso de unos meses felices en que empezó a aprenderse las canciones de los discos que escuchaba.

No pasó mucho tiempo antes de que él y su amigo comenzaran a hacer música juntos. Algo que se prolongó por meses, por años, hasta que, luego de un tiempo en que coincidieron en una universidad gringa, en New Orleans, y de varios “reseteos anuales”, descartando algunas ideas y proponiendo y probando algunas nuevas, llegó el tiempo de Foco.

Foco

Juan Sebastián (izquierda) y Mateo (derecha) llevan una amistad de años que se ha traducido en música. Foto: cortesía de Foco

 No era la primera vez que tocaban juntos en un proyecto algo más constituido que los ensayos musicales juveniles con que empezaron a crear canciones aunque tampoco habría que descartar esas tentativas primigenias, dado que, según cuentan, a los 15 años habían grabado un primitivo álbum en la sala de la casa de uno, conectados al iPad y empleando una batería electrónica que, en sus palabras, “sonaba mal”. Más allá de su basta hechura, el álbum ya prefiguraba las creaciones del futuro—. De hecho, ya habían formado una banda llamada Melonauta. Pero este nuevo grupo fue una especie de síntesis.

¿Cómo se llamaba? Se llamaba, sin mayores alardes, Foco, a pesar de las dudas iniciales que provocó la premura con que el nombre fue elaborado, previo a una tocada en Quito. 

Juan Sebastián Piedra (batería) y Mateo Molina (guitarra) contaron una historia que, con cierta torpeza, este texto ha intentado reconstruir. Ambos llevan ya un par de años dedicados a Foco. En ellos han improvisado y —con paciencia— ordenado un conjunto muy creativo de canciones que han aparecido en dos colecciones: un EP llamado Demo y un LP titulado Foco.

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En medio de una tocada. Foto: cortesía de Foco

Los temas se caracterizan por un sonido ecléctico que, no obstante, está bien ceñido, a lo largo de secciones delimitadas. Tienen todos los ingredientes de un rock arriesgado y atrevido que, en lugar de apelar a sentimientos comunes o a las imágenes inesperadas de unas letras crípticas, lleva al oyente por senderos que únicamente es capaz de construir el sonido puro.

Un sonido que parte principalmente del math-rock y que ha abierto para Juan Sebastián y Mateo posibilidades sonoras inusitadas. “Sentíamos que no teníamos nada que decir, pero, al mismo tiempo, mucho que expresar”, señala Juan Sebastián.

Que nadie se inmute si, al principio, le cuesta entrar en varios de estos temas. Pronto le revelarán sus secretos. Los secretos de una composición rigurosa, fruto de un cruce entre la libertad de improvisación del jazz y la firmeza rockera de dos músicos que han diseñado un método muy particular para elaborar su arte. Un método adaptable a las diferencias con que los fragmentos musicales van naciendo.

Foco

Orden y sorpresa. Eso es lo que caracteriza los temas de Foco. Foto: cortesía de Foco

“Sí hay puntos comunes. Una vez que estamos haciendo la rola, la vamos haciendo por riffs o temáticas…Le añadimos un beat más o le tocamos de manera diferente, y vamos haciendo variaciones”, explica Juan Sebastián. Una idea que complementa Mateo con una imagen mental muy clara:

“Eso lo hacemos en un pizarrón con marcador. Anotamos las partes, trazamos una línea y vamos viendo cuáles son las mejores. Vemos la duración y cuáles partes son las mejores”.

En el proceso, los dos músicos escogen y añaden riffs, puentes y el resto de los elementos necesarios para redondear una composición musical cerrada. Así termina de crecer cada uno de los temas de Foco, pese al origen variado que los caracteriza y que explica Mateo: 

“Hay veces que yo llego con un riff y este man saca su parte. Hay veces que estamos tocando los dos, improvisando, y empezamos a tocar y sale una parte. Y hay veces en que este man está tocando la batería y yo saco algo. Últimamente hemos estado haciendo loops en la compu y sacando cosas encima de eso. No hay una manera definida: es un proceso que va cambiando a medida que vamos sacando el sonido”.

Si bien el proceso para hacer música en Foco cambia según el tema, hay pasos que se mantienen. Foto: cortesía de Foco

Es por eso por lo que no debemos sorprendernos por la variedad y la soltura de los dos discos del grupo. Como mínimo, hay que estar permanentemente abiertos a las sorpresas que nos entregan.

Dicho esto, surge una pregunta que muchxs se harán: ¿por dónde comenzar a escuchar la música de Foco? A lo mejor deberíamos hacer, al menos por esta oportunidad, lo tradicional, y empezar por el principio: el EP Demos. En él nos toparemos con unas versiones elementales de los temas pulidos de Foco. Pero bien vale la pena pegarles una oída, ya que estas grabaciones efectuadas en los días finales de 2019 tienen un correlato más afinado en el LP. 

Pensado en 2020, en los meses de junio y julio, y grabado en septiembre, con la ayuda de Daniel Gachet, y terminado a principios de 2021, el LP Foco fascina. Fundamentalmente por su naturaleza juguetona que no renuncia a los vaivenes cargados de adrenalina, dejando al oyente casi sin tiempo para recurrir a un respiro. Y, también, por los syntes que dibujan nuevas salidas creativas para el dúo, salidas que ya empiezan a vislumbrarse. Como lo piensa Juan Sebastián, respecto a una posible obra posterior:

“Estábamos pensando en un EP electrónico que nos mandaríamos a distancia y armar unas rolas. Y de ahí grabar una improvisación largaza e ir cortándole, como un disco de Miles Davis de su época de fusión. Luego haríamos un disco tuco”.

A pesar del paso de los años, Mateo y Juan Sebastián siguen disfrutando con la música. Foto: cortesía de Foco

El tiempo sigue avanzando para este grupo, que ya se perfila para hacerse con un hueco propio dentro de nuestra escena, con su sonido particular. Pero todavía siguen presentes los viejos días, en el interior de las cabezas de sus dos miembros. 

Dentro de los dos veinteañeros que se mueven entre Quito y Estados Unidos permanecen los guaguas que se sentaban a escuchar In Utero o canciones de Queens of the Stone Age en el bus y realizaban covers de esos temas. Los que, al conocerse, confundieron cuál era el “Brain Damage” del que hablaba el otro —el de Pink Floyd y el de Eminem—. Los que, por lo común, prefieren dejar para el último el asunto de los nombres, pero que terminan por dar en el blanco en este rubro. Como en todo, y desde siempre. 

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Y es que, aunque estén cubiertos de capas y capas posteriores, de experiencias, discos escuchados e influencias digeridas, los dos siguen disfrutando la música. Continúan, como dice Juan Sebastián, sorprendiéndose con lo que hacen.

Para mí, este es el lenguaje (la música) que más entiendo. Está involucrado con mi ser, es lo más natural, lo que me gusta hacer… Es un rompecabezas, un juego. Es súper libre, es explorar distintas expresiones nuestras. Siento que puedo expresarlo mejor con música que con letras u otros medios”, concluye Mateo.   

 

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