FEDISCOS: el fin de un ciclo

por Martín González
FEDISCOS ha dejado de existir físicamente. En medio de la amargura de la despedida, Pancho Feraud nos habla su legado y de la fe que tiene en su renacimiento.

El estudio / Foto extraída del Facebook de FEDISCOS

«Todo final es un nuevo comienzo». Esa es una de esas frases que parecen sacadas de libros de autoayuda o de alguna foto melosa de las que publicaría una tía en Facebook. Pero a veces esas frases son verdad, o al menos hay que creer en ellas. El pasado 5 de octubre demolieron la sede de FEDISCOS en Guayaquil, y hay que creer que ese no es el final de una las instituciones más importantes de la música en Ecuador, sino un nuevo comienzo.

«La esperanza es lo último que se pierde», admite el mismo Pancho Feraud, productor y músico guayaco que desde el 2009 se encargó de administrar este espacio. Para él, FEDISCOS es una parte de su herencia y de su identidad, es el negocio que perteneció a su familia desde la época en la que Julio Jaramillo retumbaba en todas las rocolas del país. Él vio su auge y caída, él reconstruyó el lugar y lo convirtió en un epicentro para la música independiente en Ecuador. Y ahora, cuando le tiran abajo la casa, él asume el deber de mantener viva la institución y hacer que la música sobreviva al cambio.

 

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«El General Villamil» durante un Festivalito. Junio 2015. Foto de Santiago Argüello.

La historia de FEDISCOS data del Guayaquil bohemio del siglo pasado, esa ciudad porteña llena de humo de cigarrillo y nostalgia en la que todos se consumían en la madrugada escuchando a Julio Jaramillo en la rocola. Durante décadas fue la disquera más importante del país y la mejor equipada de la región, el lugar donde nacieron muchas de las canciones que le pusieron soundtrack a la vida de nuestros abuelos. De su estudio salieron un sinnúmero de temas y discos importantes, de esos que conforman las «antologías» de nuestra música, incluido el himno nacional del Ecuador, grabado en el 83. Desde JJ, pasando por Alci Acosta hasta Héctor Napolitano y Promesas Temporales, todos grabaron en FEDISCOS durante su época dorada.

La crisis le llegó a la disquera en los noventa. Según cuenta Pancho, algunos factores de peso se juntaron a finales de esa década para provocar que FEDISCOS caminara hacia la quiebra. La crisis económica mezclada con la piratería hizo que un disco original se convierta en un objeto prescindible y excesivamente caro, algo por lo que nadie pagaría. A la caída en picada de las ventas se sumó un robo masivo del estudio en el 97, que lo dejó pelado casi por completo. Pancho añade la falta de regulaciones y leyes que protegieran la producción musical ecuatoriana a este panorama desalentador. Todo ello en conjunto obligó a que FEDISCOS vendiera casi todo lo que tenía. De ser una empresa de casi 300 empleados y múltiples almacenes, se redujo a los confines del estudio. En adelante, el intento de reconstrucción fue lento y tortuoso.

Pancho cuenta que su papá Fausto Feraud, decidió apostarle con todo al renacimiento de la disquera en el 2001. Arriesgó mucho capital invirtiendo en equipos caros con ingresos muy escasos. Incluso contrató a Daniel Sais, ex-tecladista de Soda Estéreo, para que se hiciera cargo de administrar el estudio y su entrada a la era digital. No obstante, recuperarse de la crisis fue imposible, y hacia el 2005 la disquera se declaró en quiebra definitivamente y pasó de manos de la familia Feraud a una empresa inmobiliaria.

Pancho aparece en la historia en el 2009, cuando con un grupo de amigos se dispuso a guerrear el legado de su dinastía, aunque siempre lo hizo como inquilino y bajo presión, porque según dice, las tierras le pertenecían a la inmobiliaria, y ésta las había puesto en venta desde hace seis años.

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Mamá Soy Demente durante una grabación del programa «UNÍZONO» en el estudio de FEDISCOS, 2009 / Tomada del Facebook de FEDISCOS.

Sin embargo, eso nunca fue un impedimento, y desde entonces, Pancho se encargó de convertir a la disquera en un centro de desarrollo musical que revolucionó por completo el panorama cultural de Guayaquil. Más allá de ser un lugar en el que se grababa música, FEDISCOS se convirtió en un espacio donde la música latía, se expandía y se contagiaba entre los pelados y las bandas de la ciudad, y eventualmente de todo el país.

Uno de los primeros proyectos musicales que se gestó en el estudio y que le pegó con fuerza a la escena fue UNÍZONO CLIPS, un programa musical en el que un montón de bandas independientes grabaron sesiones en vivo de sus temas más conocidos. En una época en la que la explosión del internet recién estaba empezando, este programa fue la primera vitrina para que las bandas se dieran a conocer- Cuando el MySpace estaba de moda y los videoclips eran un hito, UNÍZONO le puso cara a muchos de nuestros músicos favoritos, de todos los rincones del país.

A partir del 2011, después de dos años de desarrollo, Pancho dice que lograron «levantar la marca de FEDISCOS» y hacer que funcionara a tope nuevamente. Si bien el alquiler de los equipos y las grabaciones por comisión siempre fueron las actividades que más ingresos generaban para poder sostener la operación en pie, el estudio se convirtió en un lugar de «encuentro cultural». Después de UNÍZONO vinieron algunos episodios de ExpresARTE, otro programa de formato parecido que sirvió como ventana del arte y la cultura independiente del país en la televisión nacional durante un par de años.

Con estas grabaciones de sesiones en vivo comenzaron a gestarse también los toques, y poco a poco la movida creció hasta consolidarse en los dos eventos insignia de FEDISCOS, los que quedan como su legado más importante para la música independiente de los últimos años: los famosos «Mañana es Lunes» y «El Festivalito».

Los «Mañana es Lunes» eran micro-conciertos que se hacían los domingos por la tarde pasando una semana, sin parar, con hasta tres bandas diferentes cada vez. Los Festivalitos, por otra parte, se realizaban casi anualmente pero incluían un cartel más extenso y otro tipo de ofertas como food-trucks y mercado de diseño. Ambos eventos sirvieron también como prototipos del Funka Fest, el festival de música independiente más grande de Guayaquil, que en su última edición trajo a bandas del calibre de Crystal Castles y Aterciopelados.

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Paola Navarrete durante su presentación en El Festivalito 2 / Foto: Luciana Musello

Como buena ciudad ecuatoriana, Guayaquil es un lugar en el que los domingos son «día de guardar». Después de ir a misa y de pasear un rato por el malecón, uno se tira para la casa a ver la tele con algo de resignación y pereza, y listo. Pero para cualquier joven embalado y amante de la música, ese panorama podía ser mortificante. Pancho se incluye en ese grupo y por eso afirma: «Yo también soy músico y me vi en la necesidad de hacer algo si es que nadie lo estaba haciendo». Con esa motivación decidió poner a buen uso el espacio que tenía y convertir las tardes de domingo en tardes de música en vez de flojera.

«Más allá de divertirse o brindar algo de entretenimiento, esta era una necesidad que se sentía en la ciudad» dice convencido. Su empuje significó romperle el mate a la gente. «Cuando yo comencé el Mañana es Lunes la gente se cuestionaba bastante la idea», agrega. Sin embargo, su obstinación por organizar festivales de pequeña escala en las instalaciones de FEDISCOS logró abrirle un espacio alternativo a la oferta cultural de la ciudad. Esto implicó cambiar la percepción que la gente tenía sobre el domingo y el lunes en sí mismos. Con la música, ya no eran días para sentarse a vagar y tirar mala onda, sino para salir a gozar y empezar la semana con energía.

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Los Corrientes durante un Festivalito, noviembre 2016 / Foto: Luciana Musello

«Domingo a domingo venían entre 80 y 120 personas, y prácticamente el 60% era gente nueva, que normalmente no venía», dice Pancho. «A los Festivalitos venían mil personas». Las cifras que Pancho estimó durante los 3 años de conciertos que gestó sin parar hablan de una expansión sin precedentes para la música de nuestro país. Por FEDISCOS pasaron casi todas las bandas locales que están de moda ahora, y muchas de ellas llegaron de fuera de Guayaquil para bautizarse ahí. Los toques en FEDISCOS eran momentos estratégicos en las giras de muchas de ellas según comenta, dado que decidían empezarlas o terminarlas ahí después de recorrer otras ciudades como Quito o Cuenca.

También llegaron bandas de otros países a sumarse al movimiento y a dejar su huella en el epicentro de la música en el Manso. Entre ellos Pancho menciona a Adanowsky, Illya Kuryaki and the Valderramas y Erlend Øye como visitantes memorables. Con el último incluso llegó a grabar un cover de The Smiths junto a su banda Abbacook. Este encuentro quedó inmortalizado para siempre y le ganó a FEDISCOS un lugar privilegiado en el corazón del músico noruego. Pancho cuenta que cuando se hizo pública la eminente demolición del estudio, Erlend le escribió personalmente a mandar buenas vibras y a decirle con mucha pena que tenía pensado regresar para grabar ahí en el futuro.

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Captura de Pantalla de la conversación con Erlend. Tomada del Instagram de FEDISCOS.

La movida que se gestó en FEDISCOS llegó a alcanzar proporciones nunca antes imaginadas. Despertó a un público sediento de música que incluso obligaba a que bandas como La Máquina Camaleón o los Swing Original Monks dieran dos shows seguidos en un día para cubrir la demanda, en un domingo o un lunes. FEDISCOS convirtió esos dos días en una fiesta y se los regaló a la juventud de su ciudad para que no se quedaran empolvándose en la casa.

En medio del apogeo, llegó la hora de empezar a despedirse. En septiembre se hizo pública la noticia de que la compañía inmobiliaria a la que Pancho le alquilaba la tierra, finalmente consolidó su venta, cediéndole el terreno a una empresa que planea poner un centro comercial en él. La cuestión se torna irónica si consideramos que ya hay uno justo en frente. Totalmente fuera de las manos de Pancho, comenzó el fin de una era cuando el billete le ganó a la música.

No obstante, fue la misma juventud revoltosa que despertó en el patio de FEDISCOS, la que llegó a despedirlo en son de protesta cuando se hizo pública su agonía. Pancho cuenta agradecido que un montón de personas convocadas por Rincón Indie Ecuador, llegó a prender velas en las instalaciones como último adiós. Es justamente ese apoyo el que Pancho espera capitalizar ahora que el espacio físico dejó de existir y la música se ve obligada a encontrar casa nueva.

«Toca encontrar nuevos trucos, explorar e inyectarse de mucha fe para poder rescatar esto. FEDISCOS va a estar presente en redes y de forma digital, pero en algún momento vamos a necesitar que la gente tenga un FEDISCOS físico», dice por Skype mientras detrás suyo se llevan los últimos equipos del estudio. Por lo pronto no tiene la película muy clara sobre el futuro inmediato, pero comenta que ha considerado buscar un espacio para el estudio en el nuevo centro comercial, por ejemplo.

Pase lo que pase, hay que creerse los clichés en este momento de cambio y reconocer que FEDISCOS es de la gente que lo hizo bullir. Pancho cree en eso y por eso dice no estar tan preocupado. Sin duda el fin de la existencia física del estudio representa un cambio difícil de tragar, pero su gestor lo asume con altura, porque según dice «en este momento todo está cambiando».

«La gente sigue empujando. Finalmente, quien construye la escena es el público» afirma. «Yo necesito que la gente se mantenga conectada con lo que sucede con las bandas. Que siga asistiendo a los conciertos porque eso es lo que nos mantiene vivos a todos. Que todos apuntemos a que la escena siga expandiéndose». FEDISCOS no muere si no mueren nuestras ganas de escuchar música nueva y de empujar para que se abran espacios nuevos, para que los músicos tengan esperanza en su trabajo y nosotros esperanza en ellos.

Los finales son nuevos inicios, y los nuevos inicios pueden ser buen combustible para la música que nos gusta.

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