Hasta el final del mes publicaremos varios textos relativos a la celebración del orgullo LGBTI. Esta conmemoración busca, en particular, que la actitud de la sociedad cambie. Que exista un sentimiento de verdadera tolerancia entre todxs, y que, posteriormente, este sentimiento vaya más allá y se transforme en sensibilidad, respeto y empatía. Todxs tenemos los mismos derechos.
Era su último día de trabajo. La pesadez del cambio y la incertidumbre lo abrumaban. Llegó a casa de su abuelo porque su madre lo esperaba, pero no era la única. Sus familiares y vecinos también estaban ahí. Jeffrey Veliz descubrió que el lugar que lo reconfortaba era aquel que alguna vez rechazó.
Jeff es de esas pocas personas capaces de autoevaluarse a tal punto de reconocer sus pensamientos más oscuros. Creció en la calle 17, entre Sedalana y Oriente, al suroeste de Guayaquil, mejor conocido como el suburbio. Por mucho tiempo, se sintió distante al barrio de su infancia porque los esquemas sociales sobre la pobreza le hacían sentir vergüenza.
Agobiado por problemas de ansiedad, a Jeff le costaba mucho acoplarse en distintos ambientes. No había “un lugar” para él. Hasta el día que llegó a casa de su abuelo después de un largo camino desde su ex trabajo y recibió el aliento de quienes lo vieron crecer. “Reconocí el sentido de pertenencia al instante”, cuenta.
“Las narrativas sobre la pobreza me hicieron creer que quienes me rodeaban eran personas incultas e inferiores”, explica con la sobriedad de quien reconoce haber estado en lo incorrecto. “Yo siento que soy una persona blanqueada culturalmente. Es decir, he dejado mucho de mi negritud aparte para poder encajar en contextos en donde te demandan ser blanco o de tez clara, tanto social y culturalmente. Por ejemplo, si yo hablase como se habla en la Trinitaria, es probable que no tomasen en cuenta mis creaciones ni mi visión del mundo porque asumirían que todo lo que hago es inferior”.
Las artes de la moda y el estilismo fueron pasiones que también descubrió en su barrio. Compró su primera revista Vogue en un mercado de pulgas cuando tenía 12 años. “Me sentía superior a todos porque encontraba un deleite visual que ellos no”, confiesa, ahora sabe que la moda no es una barrera sino un puente que lo puede unir a los demás.
“Por mi trabajo empecé a ver a la moda como algo que sólo le pertenecía a cierto grupo elitista. Algo que yo nunca quise adoptar”, dice. Por ello, creó Fashionistas, un proyecto en el que conecta la moda con las seis mujeres que más impactaron su vida —a excepción de su madre, que no es muy fan de las fotos—: Ivonne, Ericka, Delia, Nadia, Luisa y Miriam.
Ivonne (Pragmática)
Ivonne tiene 24 años y tres hijos. Es dueña de un taller que arregla bicicletas. Arregló la bicicleta de Jeff, la de su abuelo y la de su hermano. Cuando eran pequeños ella jugaba con Jeff en la calle. Su relación se fundamentó en la diversión y la hermandad. Al preguntarle por qué decidió ayudar a Jeff respondió: “es su trabajo y lo conozco desde chiquito”.
Ericka (Resistente)
“Era una de las personas que representaban todo lo que yo odiaba del lugar. Bulliciosa, escandalosa, que estaba cómoda con su posición de pobre. Ahora entiendo que hay sistemas que no te permiten escapar de eso. No es que la gente es pobre porque que quiere ser pobre”, cuenta Jeff. Vive al lado de la casa de Ivonne. Tiene 38 años y cuatro hijos. Los dos mayores tienen la edad de Jeff. “Saber que la puedo respetar desde todo sentido, sin una visión paternalista, para mí era necesario”.
Delia (Inocencia)
Jeff le daba clases de matemáticas e inglés a la hija de Delia, Maite, cuando él tenía 10 años. Él recuerda que cuando Maite no quiso estudiar más, Delia le gritó que ella trabajaba todos los días en un puesto de vegetales para que pueda aprender lo que ella no pudo. “Es una mujer que reconoce que la educación es poder”, dice Jeff, y de ahí nace su admiración hacia ella. Tiene 38 años.
Nadia (Visionaria)
“Ella es la única amiga de mi mamá que conozco”, dice. Es maestra, y lo que le sorprendió a Jeff fue su motivación para educar a sus estudiantes con empatía. “Su plan de vida era poder educar a los niños de una manera más amable y empática porque quien lidiará con esos niños será su hijo. Me parece que todos los educadores deberían pensar así”. Es la que más lejos vive, en el Guasmo Sur, pero fue hasta el suroeste para las fotos. Tiene 39 años.
Luisa (Acogedora)
Esposa de su primo Angelo, quien antes de conocerla tenía trabajos esporádicos y una hija a quien a duras penas visitaba. “Hizo el trabajo que ninguna mujer debe hacer pero que toda mi familia le agradece: ser el centro de rehabilitación de mi primo”, cuenta. Tiene 26 años.
Miriam (Resiliencia)
“Ella es el arquetipo de persona que yo debí ser. El que no cambia su naturaleza ni forma de pensar dependiendo del contexto. Mi tía es de la gente que si no la escuchas, te alza la voz pero no la modifica”, explica Jeff. También cuenta que Miriam tiene varios pares de zapatos porque en su adolescencia su madre no le permitía comprarlos ni aunque fuera con su dinero. Trabaja en una camaronera, es empleada doméstica y, según Jeff, es la mujer más alegre que conoce.
“Son mujeres inmensas porque han abarcado cosas positivas y negativas en sus vida y, aún así, son plenas”, así las describe Jeff. Él les presentó el proyecto de la forma más sincera posible, les contó que se quería especializar en periodismo de modas y que las quería fotografiar. A cada una le dedicó un día en el que les enseñaba las poses para cada foto. “Si me veían a mí haciéndolo en la calle, ellas iban a perder la vergüenza”.
El proceso fue algo recursivo. Jeff tomó lo que tenía a su disposición y creaba los looks de sus modelos. Por ejemplo, la chaqueta que lleva Ericka es de su padrastro. Las referencias visuales que usó fueron de la últimas tres ediciones de British Vogue dirigidas por Eduard Enninful. El editor de Vogue ya ha hecho fotos sobre narrativas de pobreza en lugares recónditos. “Mi mayor problema es que no quería ‘zoolificar’ a estas mujeres. No quería que vean las fotos y digan ‘pobrecitas’. Quería que las vean y digan: ‘wow me gusta el peinado”, explica.
Sandra (La mujer principal)
Sobre su madre, a quien no hizo parte del proyecto, porque ya le había tomado fotos anteriormente, Jeff dice que ha sido el pilar por el cual él y sus hermanos pudieron salir adelante. Es odontóloga, y aunque no le agrada mucho salir, acude a las fiestas que ocasionalmente la invitan sus pacientes. Jeff recuerda que cuando en el colegio lo obligaron a ir al psicólogo por jugar con muñecas, su madre lo sacó del tratamiento y le regaló una. Además, lo inscribió en su primera clase de Pole Dance. “Para poder tomarle fotos tuve que inventarme que era un deber de la universidad”, ríe.
Finalmente, hizo que los hijos de cada modelo le entreguen un portaretrato por el día de la madre. Por el momento, las fotos están en la página de Instragram Otherness. Ahí, Jeff describe los momentos que vivió con cada una al maquillarlas y el proceso reflexivo de su proyecto.