Estudio Morrón captura el ruido de una era musical

por Martín González
Una serie que recorre el trabajo de fotógrafxs locales que han retratado y conservado la memoria de la escena musical. Dedicamos la primera edición a Estudio Morrón.
Estudio Morrón, Guardarraya, Biorn Borg, Can Can, Guerrilla Clicka, Hombre Pez, Los Pescados, Fotografías

Andrés Benavides jugando Rock Band. 2012./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

David Arroyo y Mateo Barriga eran dos estudiantes de fotografía que iban a la misma universidad en Buenos Aires, que compartían el mismo amor por la música, pero que no se conocían. Se toparon por coincidencia en un laboratorio de revelado y de inmediato empezaron una amistad que ha durado una década y media, y que derivó en el nacimiento de Estudio Morrón. 

Bajo este nombre se consolidaron como un equipo fotográfico que, casi sin querer, produjo algunas de las fotos más viscerales e interesantes de bandas de rock importantes de la escena, y de uno de sus festivales fundamentales: el Quitofest. Su historia es la de «dos chamos fotógrafos» que llegaron llenos de ganas de hacer imágenes de músicxs y conciertos. Con el tiempo se convirtieron en los creadores de una colección de fotos icónicas de la música independiente de Ecuador.

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Denisse Santos, Can Can. 2009./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

Su camino empezó en el 2004. Se hicieron panas revelando rollos y rápidamente empezaron a tomar fotos juntos. Su primer trabajo fue un ensayo sobre las personas que frecuentaban «El Rey», un restaurante que quedaba en un barrio lleno de migrantes peruanos, bolivianos y paraguayos que eran segregados por la sociedad porteña. Cuentan que en ese momento “hicieron click”, y descubrieron un lenguaje fotográfico en común que está presente hasta ahora en sus imágenes con fuertes contrastes y composiciones cargadas de líneas diagonales.

En el 2008 regresaron a Ecuador y fue entonces cuando decidieron “oficializar” su alianza. Para ello, abrieron un estudio en un espacio prestado por los papás de David. Se bautizaron como “Estudio Morrón”, en honor al “Morrón”, un gato callejero que trajeron desde Buenos Aires y que tenía un pelaje que sólo podía ser descrito con ese nombre.

“Al principio éramos dos chamos locos que no sabíamos para dónde coger. Entonces todo trabajo era bienvenido, porque estaba la necesidad de subsistir», dice David. Sin embargo, la afinidad que habían encontrado en Argentina les sirvió como norte para ir consolidando un estilo propio en base a su formación y sus intereses. «Seguía muy viva la idea de encontrar un lenguaje y explorar desde la foto documental y la foto de autor, y creo que hasta ahora eso es lo que ha pesado”.

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Los Pescados grabando en El Acuario. 2009./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

Mateo cuenta que ambos son tan melómanos empedernidos como fotógrafos. Por ende, a su regreso a Ecuador, bastó encontrarse con algunos de sus amigos músicos para entrar de cabeza a fotografiar su mundo. El primer contacto fue con Majo Sáenz, cantante de “Imposibles” -una banda de rock ya extinta- y también productora del Quitofest. A través de ella, consiguieron su “primer camello”: la producción de fotos de Mapa de Ruido, el último disco de Mamá Vudú.

Trabajaron con el Quitofest durante cinco años seguidos como fotógrafos oficiales, desde el 2008 hasta el 2012. Pusieron especial énfasis en crear “una narrativa” alrededor del festival, contar sus historias encima y debajo de la tarima con rigor, como documentalistas. También retrataron de cerca la vida de algunas bandas importantes como CAN CAN, Biorn Borg o Guardarraya.

Después de esto, entraron en un periodo de baja actividad, en el que dejaron de trabajar como fotógrafos del Quitofest y se alejaron un poco de los festivales. Además, tuvieron que enfocar su atención en otros asuntos. Mateo se convirtió en papá hace poco y David empezó a explorar su propio camino en la música. Sin embargo, no desaparecieron. Trabajaron con El Carpazo en su edición del 2015 y actualmente se encuentran retomando su trabajo con algunas bandas como Polvo o Fat Chancho.

Estudio Morrón, Guardarraya, Biorn Borg, Can Can, Guerrilla Clicka, Hombre Pez, Los Pescados, Fotografías

Fat Chancho de gira en Ibarra. 2017./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

¿Por qué?

Todo bien con el amor por la música, pero ¿hubo alguna motivación más allá del gusto personal para dedicarse de cabeza a tomar fotos de bandas y conciertos durante cinco años?

David habla, por ejemplo, de la teatralidad intrínseca que tiene el rock: “para la fotografía es materia prima de lujo. Es gente que está dispuesta a mostrarse de determinada manera y descubrir una estética, y eso no es fácil de encontrar”. La música y sus intérpretes son performáticos por naturaleza. Frente a una cámara, son “una puerta que se abre mucho más sencillo que con alguien en la calle a quien acabas de conocer”.

Por medio de su trabajo, descubrían su propia relación con la música, retratada en la vida de los artistas con los que empatizaban, en el escenario y tras bastidores. “Lo rico es que también, con algunas bandas, se generó un vínculo bien estrecho», dice Mateo. En algún punto de ese trayecto dejaron de sentirse intrusos con cámaras: “No es que nosotros nos estábamos enfocando en la documentación que hacíamos de ellos, sino que ya eres parte”, afirma.

Andrés Caicedo y Daniel Pasquel en el lanzamiento de CAOS, de Can Can. 2011./Foto: Estudio Morrón

Este romance foto-musical parió, espontáneamente, un “registro de la memoria” de una época de la escena. Sus fotografías inmortalizaron momentos únicos de bandas que luego se desintegraron, y contribuyen a mantener viva nuestra nostalgia por esos sonidos y presencias. Recalcan que esto no fue intencional, al menos mientras lo llevaban a cabo. “Yo creo que para darte cuenta en ese momento tienes que ser un súper documentalista para saber que estás creando un documento histórico”dice Mateo.

Su trabajo también fue producto de un “timing muy particular” en el que su llegada al país y sus ganas de trabajar con el movimiento de la escena en ese entonces, se sincronizaron. Recuerdan los cinco años más bullentes de su carrera como parte de “una vorágine” de música. Había uno o dos toques semanales en el Ananké o el Aguijón, además de festivales grandes en Quito, Ambato y Cuenca. Después de esta época, la escena y las bandas cambiaron.

https://www.instagram.com/p/BVE_fwcDXlN/?taken-by=estudiomorron

Debido a esto, ellos se sienten parte de otra generación y confiesan no estar muy conectados con lo que pasa actualmente. Pero ahora se contentan con poner sus 10 años de carrera en retrospectiva y sentir que, por sobre todas las cosas, se la gozaron en grande: “como una adolescencia en la que estábamos siendo parte de una tribudice David. “No había mejor cosa que tener esa libertad de hacer lo que gustes, disfrutando de eso”, agrega Mateo.

Quizás su melomanía y esa cercanía con las bandas que retrataron permiten que sus fotos suenen, que nos transporten al momento que enmarcan en medio de un montón de ruidos de amplificadores y guitarras estridentes. Esto es algo que también atribuyen a la atención con que armaron y editaron sus series después de disparar la cámara, para que cuenten una historia.

Sofía Abedrabbo, Biorn Borg/Foto: Obtenida de la página de Estudio Morrón

¿Cómo?

A lo largo de su carrera se han guiado más que nada por la intuición y por el afán de “contar historias” con sus fotos, más allá de que sean producciones de estudio o registros documentales. Es más, creen fielmente que la frontera entre ambas metodologías puede ser difuminada fácilmente. Combinadas pueden servir aún más para capturar momentos auténticos de las bandas y sus integrantes.

Pese a su formación y su visión inclinada hacia lo documental, David y Mateo también llevaron a cabo producciones de estudio muy particulares, que dejaron imágenes irrepetibles. Dicen que este tipo de fotografías tienen un objetivo estético y unas circunstancias acordadas de antemano, pero esto nunca fue un limitante para ellos. Dado que tenían bien metido “el bichito de buscar un momento preciso”, en sus producciones nunca pretendieron crear “la vista perfecta”, sino encontrar espontaneidad dentro de una construcción pre-fabricada.

Ejemplo de ello es una serie de fotos promocionales del tercer disco de Guardarraya, Quitarándiahí. Consistió, básicamente, en seguirlos mientras se iban a chupar en una tienda de barrio cerca de Lumbisí, y ver qué salía de la combinación del alcohol con las cámaras. Se quedaron solamente con un puñado de fotos, recuerda Mateo, pero “del hueveo habrían miles”.

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También recuerdan una serie que hicieron con Biorn Borg para el afiche de un concierto, para esa producción se metieron al gimnasio del tío de un pana suyo. Hasta que pensaran en dónde componer las fotos, los miembros de la banda empezaron a jugar a pelear con el equipo de artes marciales que entrenaba ahí, y la foto final resultó de ese arrebato. Otro de sus experimentos, también con los integrantes de Biorn Borg, fue entregarles cámaras de rollo point-and-shoot para que ellos mismos se retrataran en los conciertos, y ver qué salía de eso.

https://www.instagram.com/p/BT9JunKDp-_/?taken-by=estudiomorron

Durante el tiempo que trabajaron en el Quitofest pudieron colaborar con otros fotógrafos. Con la consigna de “contar la historia del festival” siempre en mente, se permitieron muchas libertades creativas. David cuenta que a veces se les daba por intentar hacer retratos a contraluz con flash, otras por retratar el pogo de cerca, otras por montar un estudio en los camerinos. Así lograron tomar fotos de las bandas antes, durante y después de su paso por la tarima.

Sus fotos vistas en conjunto parecen el trabajo de un solo fotógrafo, como si Estudio Morrón fuera un autor en sí mismo. Esta característica fue algo que concibieron desde que estudiaban en Argentina. Querían que el espectador no pueda distinguir fácilmente a quién pertenece cada foto, pero sí reconocer enseguida el dinamismo y la espontaneidad de su mirada común.

Quitofest .2008. / Foto: Obtenida de la página de Estudio Morrón

Mateo comenta que su trayectoria en el Quitofest también les permitió atravesar varios “procesos de maduración”, en paralelo con el mismo festival. Hablan, por ejemplo, del caos de la primera edición en la que estuvieron presentes, en 2008, cuando la lluvia tumbó el escenario. Quizás ese frenesí con que se vivió el festival era equiparable al fervor y la emoción con que ellos entraron a la escena como dos novatos ávidos de tomar fotos.

Así como el festival solidificó su organización con el tiempo, ellos fueron sistematizando  su trabajo y con ello descubrieron otro reto: “Cómo seguir generando material interesante sin tener que repetirse”. Piensan que la respuesta a esa pregunta está en la intuición como herramienta principal. Gracias a ella han podido explorar nuevos ángulos y nuevas técnicas de forma libre y sin encasillarse.

Pogo en el Quitofest

Pogo en el Quitofest.2008./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

Parte de esos procesos de maduración también fue experimentar con la fotografía análoga de forma purista en un inicio, y luego abrirse a lo digital. Dicen que con el tiempo entendieron que “lo que importa es el resultado”, el poder hacer que la foto suene más allá de cómo haya sido hecha.

Pese a todo, por su formación en el mundo analógico, sí reconocen un gusto particular por la textura de las fotos de rollo y un respeto hacia la “fisicidad” que tienen. Adoptaron ambos rasgos como parte de su estilo, así sus fotos se vuelven más “palpables” en el mundo híper-digitalizado de hoy en día.

Esto también los motivó a montar una muestra de imágenes del Quitofest en la que convocaron a todos los fotógrafos que registraron al festival desde su inicio en el 2003, en un intento de materializar visualmente su memoria. La muestra generó un encuentro con otros artistas, a quienes consideraron aliados para “narrar la historia del festival”. El proceso fue muy enriquecedor porque los colaboradores trajeron imágenes de bandas con las que ellos no estaban familiarizados, o de ediciones que no documentaron.

Armar la muestra fue un reto por la enorme cantidad de fotos que recibieron. Le pusieron toda la cabeza y el corazón al montaje de las series para encontrarles un hilo narrativo. Gracias al rigor con el que construyeron la muestra, recibieron varias invitaciones para llevarla a otras partes.  La memoria del Quitofest llegó hasta Europa.

Cienfue, Quitofest. 2008./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

¿Y ahora?

Se podría decir, por ejemplo, que las fotografías se consumen con tanta inmediatez como un single hoy en día, antes que con la atención que requiere escuchar un álbum completo. Mateo dice que esta metamorfosis genera mucha “materia gris”. “Ves un montón de cosas, pero muy pocas despuntan o tienen esa consistencia”Ahora es mucho más fácil “ser fotógrafo” y hacerlo bien, porque las cámaras digitales están al alcance de todos y aprender a usarlas no requiere mucho esfuerzo. Sin embargo, ellos sienten que eso no garantiza que un fotógrafo encuentre “su propia voz” y sepa cómo transmitirla.

Para David, la tecnología ha democratizado nuestro mundo, y provoca un “salto cuántico hacia la inmediatez”. “Lo que está pasando es que todo el mundo tiene un ojo mucho más formado porque consume fotografías. Tienes un ‘embellecimiento estético inmediato’. Pero ahí es donde puedes ponerte a analizar y cuestionar mucho. ¿Qué es lo que se está buscando? ¿Se está buscando ‘decir algo’ o se está buscando un reconocimiento?, cuando los likes ya son un bálsamo, no sé de qué…”.

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Toño Cepeda, Biorn Borg. 2011./Foto: Cortesía de Estudio Morrón

Las bandas también han tenido que entrar en este juego en el que todo es para todxs, pero no cualquiera destaca. Por lo mismo, su forma de entender su imagen también puede haber dado un giro hacia algo más “publicitario” que espontáneo. David y Mateo, que empezaron su camino en otro tiempo, sienten que está bien que en la actualidad existan más bandas y que sus propuestas reflejen más profesionalismo. Pensando en su propio trabajo, enfatizan en la importancia de “sentir” lo que uno está haciendo antes de transmitir cualquier cosa, para que el resultado sea en verdad genuino. “Haz que tu disco suene, antes de pensar en la foto”, agrega David. Como sea, sienten que «ha pasado el tiempo”.

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Sofía Abedrabbo, Biorn Borg. 2009
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Los Pescados Grabando en el Acuario. 2009.
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Mamá Vudú en vivo en el Ananké. 2009.
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Álvaro Bermeo, Guardarraya. 2008.
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Sebastián Game a.k.a. Hombre Pez, 2010.
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Denisse Santos, Can Can. 2009.
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Santiago Pages en el Sillón Rojo. 2010.
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MC Mic. 2010.
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Fat Chancho de Gira en Ibarra. 2017.
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Toño Cepeda, Biorn Borg. 2011.
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Andrés Benavides jugando Rock Band. 2012.
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Pablo Maya de Biorn Borg grabando Muerte Súbita. 2011.
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Lanzamiento de Quitarándiahí, Guardarraya. 2009.
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