Comprender que ningún feminicidio, violación, agresión y/o abuso es un caso aislado es urgente. Y es tiempo de preguntarse qué rol tienen los medios de comunicación en la perpetuación de la cultura de violación.
Desde la perspectiva de una graduada en ciencias políticas y relaciones internacionales, feminista y activista por los derechos humanos.
Por: Catherine Torres Cabanilla
Tenía 6 años cuando fui testigo de violencia intrafamiliar en mi casa. Tal vez unos 9 o 10 cuando escuché por primera vez el caso de Lorena Bobbit. Tenía 15 años cuando en Argentina, 5 hombres violaron a una adolescente de 16 años en el 2012. 18, cuando violaron y asesinaron a Martha. 22, cuando perdimos a Yuri y cuando se viralizó que un fiscal argentino pasó como “desahogo sexual” la violación de la adolescente de 16. Mi hermana tenía 32 y mi sobrino 3, cuando el esposo de Adriana (36) y papá de Santiago (6) lxs asesinó en Guayaquil el año pasado.
Hoy, en 2021, tengo 24 años y desde que comenzó mi vida adulta —desde el 2014 al 2020— de acuerdo con Fundación Aldea ocurrieron 849 feminicidios. En lo que va del 2021 ha habido 105 feminicidios. ¿No les hace ruido que los feminicidios, las violaciones, las desapariciones y las agresiones hacia mujeres no cesen?
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Ningún feminicidio, violación, agresión y/o abuso es un caso aislado.
Es imposible desligar a los medios de comunicación del incremento de casos de violencia de género en el país. Aunque exista cobertura inmediata no equivale a una cobertura consciente y responsable. Es por esto que me detengo a pensar: ¿cuál es el rol de los medios dentro de la reproducción de una cultura de violación? ¿Qué tanto estas maneras de hacer/cubrir noticias refuerzan la cultura de violación? Y, por supuesto, ¿cómo lo solucionamos?
Existe una correlación de lo que se publica e informa en medios y lo que se reproduce en la cultura. Como señala Rita Segato, feminista, escritora y antropóloga argentina, en una entrevista en el 2019, “no existe ningún cuidado al momento de cubrir la noticia en lo que estos casos de violencia puedan producir en la gente”. Esto se llama glamorización de la violencia, cuando ésta deja de ser una noticia y se convierte en un espectáculo, —lo que conocemos acá como crónica roja.
Sobre cultura y cultura de violación
Entiéndase cultura como una instancia simbólica de la producción y reproducción de la sociedad. Y, cultura de violación como conjunto de creencias que estimula la agresión sexual masculina y apoya la violencia contra las mujeres.
Es por esto que, si se recogen los artefactos de cultura (periódicos, programas de televisión, películas y música popular) donde se reproduce misoginia, machismo y violencia hacia las mujeres, lo que hace el valor simbólico es que quienes consumimos, reproduzcamos esto en la cotidianidad.
Rita profundiza:
Cuando se informa, se informa para atraer espectadores y por lo tanto se produce un espectáculo del crimen, y ahí ese crimen se va a promover. Aunque al agresor se lo muestre como un monstruo, es un monstruo potente y para muchos hombres la posición de mostrar potencia es una meta. Entonces el monstruo potente es éticamente criticado, es inmoral, pero, a pesar de eso, es mostrado como protagonista de una historia y un protagonista potente de una historia. Y eso es convocante para algunos hombres, por eso se repite.
Y el mismo problema habría si no se comunicasen los casos de violencia, ya que lo que no se comunica no existe. La mala comunicación es igual a una comunicación ausente. Es establecer una complicidad patriarcal que obtiene como resultado la perpetuación de una cultura de violación.
Un show del dolor
En 2016, se pudo evidenciar en el caso de Martha, una mujer de 35 años violada por 3 hombres que ella conocía en un bar en la ciudad de Quito, cómo los medios tradicionales no fallaron en hacer del dolor un show. O, cómo parcializaron los medios las protestas de septiembre de 2019 con el veto del Ejecutivo sobre la despenalización del aborto por violación durante el gobierno de Lenín Moreno. Así también, con el discurso de odio hacia las mujeres y feministas de Andrés Pelaccini en su programa radial el mes pasado.
No podemos pasar por alto la ineficiencia de la cobertura del delito de odio cometido a Javier Viteri en mayo de 2020 que, con 89 puñaladas, terminó con su vida. El medio tradicional promedio lo único en lo que se enfocó fue cómo un joven homosexual quedó con alguien en internet. Como cuando perdimos a Martha, lo único que escuchamos fue cómo una mujer estaba “sola” con 3 hombres en un bar de noche. En la mediatización del caso de Lorena Bobbit fue evidente cómo la prensa decidió que ella estaba loca y celosa, sin obviar las constantes violaciones, agresiones y manipulación dentro de su matrimonio.
Retratar que las víctimas siempre son responsables del acto violento cometido hacia ellas —señalando la vestimenta, locación u horas de salida—, se desvincula a el o los agresores de haber cometido la agresión. A esto, María Gabriela Pabón, co-creadora de Guía Violeta, manual de redacción periodística de noticias sobre violencia de género, lo identifica como un ejercicio de adjetivación:
Esta forma de hacer noticia expone a las víctimas de violencia de género a la versión más indolente de la justicia social, en la que sus casos se vuelven reafirmantes del discurso machista al ser presentados como consecuencias de su comportamiento. Las noticias son parte del problema de la violencia contra las mujeres si representan a las víctimas como responsables de su propio abuso. Si se preguntan qué ha hecho la mujer para provocar o causar la violencia.
Sobre su experiencia laboral en medios digitales tradicionales, María Gabriela destaca que se cometen y se repiten errores específicos en la construcción de titulares y redacción de noticias, tales como caer en estereotipos y adjetivación, el uso inadecuado de imágenes y el de los hashtags en redes sociales.
¿Soluciones?
Es necesario y urgente que los medios de comunicación establezcan un cuidado al momento de tratar estas coberturas. Cuidando de la seguridad integral de las víctimas, las familias de las víctimas y el cómo se está comunicando.
Es necesario que periodistas y medios de comunicación tengan capacitaciones sobre género, derechos humanos, feminismo y sociología de la comunicación.
Es urgente que los medios de comunicación se responsabilicen al realizar una mala comunicación. Evitar crear morbo para obtener más interacción y alcance en sus plataformas.
Es urgente respetar el dolor. Es necesario, tanto para quienes hacemos periodismo como para quienes lo consumen, investigar más, leer más y siempre preguntarse cómo se puede hacerlo mejor.
Si se diera el mismo seguimiento y cobertura a los casos de violencia —como el de Lorena, Martha, Diana, Javier, Yuri, Adriana y Santiago— como se lo hace al momento de la agresión, tal vez futuros agresores se detendrían o lo pensarían dos veces al ver que sí existe condena para ellxs.
Si los medios trabajaran de la mano con organizaciones de la sociedad civil tal vez mejoraría el sistema judicial de nuestro país. Valeska Chiriboga, activista y feminista, puntualiza que “los medios y el periodismo sí pueden ser feministas sin necesariamente hacer activismo”.
Existen casos exitosos como Indómita, GK, Wambra, Surkuna y otros que seguramente se me escapan. No más impunidad, no más aplazamiento de juicios y sí a una respectiva reparación integral de las víctimas y sus familias.
Ningún feminicidio, violación, agresión y/o abuso es un caso aislado. Por lo cual, en palabras de Rita, debería haber un debate mayor entre editorxs, periodistas, profesorxs de comunicación, dueñxs de periódicos, revistas digitales, canales de televisión, psicólogxs, sobre cómo se muestran estos fenómenos a la sociedad, de manera que se informe sin promover la violencia.