Una vez más, Munn nos sorprende. Su nuevo álbum, Odisea, es una épica política simbolista que está aquí para confrontarte con el mundo y, especialmente, con el sistema.
Espirales (2012), de Munn, es, en muchos sentidos, un álbum modélico. Considerado como una de las primeras obras de trip-hop del país, parece tenerlo todo para enganchar, gustar y crear un camino por el que uno pudiera perderse durante años. Es delicado, lujoso y melancólicamente pegadizo y tiene temas tan emblemáticos como “Tan Simple”, “En las Oscuridad” y “En Silencio”.
Un gran álbum, memorable de inmediato, sin que medien muchas oídas, e ideal para que quienes no cachan demasiado a Munn, lleguen hasta su música sin frenar con frecuencia. Algo como esto es lo que la agrupación ecuatoriana podría haber hecho durante un buen tiempo, durante varios discos, si no fuera una banda compleja en todos los ámbitos.
Empezando por su formación. No es lo mismo Munn en 2012 —cuando Espirales fue sacado adelante por Mariela Espinosa, Álvaro Andrade, Ricardo Zurita, Cristina Echeverría, Pedro Ortiz y Pablo Molina— que en 2015. Ese año, el grupo quiteño contaba con Mariela, Álvaro y Pablo, a quienes se sumaron Amadeus Galiano y el inolvidable Filipo Brandimarte.
El resultado fue Aquí / Ahora, un álbum menos fácil de escuchar y más rockero, dentro del que resonaron bastante tanto los talentos de los nuevos integrantes como otra dirección buscada por el grupo. No duró mucho aquel conjunto, y Mariela y Pablo, que, en cierto modo han sido la raíz de Munn —pues han estado presentes en todos los discos—, se vieron obligados a encarar una nueva etapa.
No estaban solos. El hermano de Mariela, Miguel Ángel, quien ya había colaborado en la masterización del primer LP, se les sumó, para conformar el trío actual. Ese fue el núcleo.
Corría 2018 y el primer anticipo de la obra que reseñamos hoy fue el sencillo “ECLOSIÓN”, al que le dedicamos esta nota. Fue, como lo señala el texto, una suerte de retorno al pasado, a los ensayos realizados entre el primer y el segundo disco. Pero no por completo.
Y es que Munn revisó y rearmó el material, rehaciendo, a veces, y casi que por completo, algunos temas. ¿A qué sabe el resultado de ese proceso? Sabe, en definitiva, a una especie de síntesis entre las dos etapas. Sí, Munn ha vuelto un poco al trip-hop de sus primeros tiempos, pero ha mantenido algunos toques posteriores y ha añadido tintes de downtempo, rock, industrial, electrónica, pop y experimental a las canciones.
De ahí viene el gusto ecléctico que rezuma Odisea. Ecléctico pero con rigor. Templado por un concepto sólido que convierte al álbum, más que en una suma de canciones, en —sonará a cliché de narración deportiva, pero no resisto colocarlo— una épica. Una épica posmoderna, borrosa, simbolista y sin un destino recto apreciable en la lejanía para quienes transiten por sus letras.
La atmósfera complicada empieza con “2R 1: 1-4”, un tema que, a mi modo de ver, lidia con lo más contemporáneo que hay: nuestra relación con la tecnología. Pero que, así mismo, plantea dilemas metafísicos como el lugar de la espiritualidad en la actualidad y la falta de un principio fuerte que le dé sentido a la existencia.
Más tranquila es la pista titular, “ODISEA”, que parece remitirnos a lo que vivimos desde hace varias décadas. A la idea de que debemos resistir en un sistema feroz dentro del que somos apenas un número entre muchos. “LATIDO” va por ahí, pero en una onda más despierta y activa, con una letra que abunda en imágenes.
“ECLOSIÓN” anticipa lo que vendrá después. Es, a su modo, la antesala de “TEMPESTADES”, un mordiente instrumental que suena un poco a rock industrial. Este tema carente de letra y armado con base en varias grabaciones de entrevistas, entre las cuales podemos reconocer la voz de erres afrancesadas de Julio Cortázar, es una crítica al sistema, el cual, similar a un organismo adaptativo y voraz, se come lentamente a nuestro mundo. Y perpetua, además del sufrimiento, el desastre.
Posterior a este collage es “CABAL”, que refuerza lo que las dos canciones anteriores auguraron, con un clima lúgubre y una batería poderosa. Al escucharlo, no es difícil preguntarnos si seremos capaces de abandonar la estructura viciada dentro de la que permanecemos.
“NAUFRAGIO” viene a continuación. En cierto modo recuerda a los temas de Espirales. Pero, si prestamos la atención suficiente, veremos que, en realidad, dista mucho de serlo por su vena política. La letra es una durísima crítica contra aquellos seres circunstanciales y ridículos que se pretenden “despiertos”, inteligentes, agudos, pero no lo son.
Armada a base de una percusión que semeja un latido, “UTOPÍA” cambia el clima con un sonido un poco retro. En seguida, “VOLAR” nos arroja dentro de una estructura más rockera que evoluciona en una atmósfera que parece la de una película de ciencia ficción antigua. Y en algunos de sus versos, un tanto luminosos, atisbamos una salida al atolladero en que estamos atrapados.
“AZUL” es más trip-hop, mucho más que el resto del disco, e incluye un buen scratching. “INERCIA” cierra la función y, al igual que el tema anterior, habla de caminos distintos a los ya trazados, a aquellos senderos que parecen ser los únicos en la lejanía. Lo que no quiere decir que Odisea sea una respuesta. Es, apenas, una admonición sentida, una pequeña alerta.
No olvidemos que el arte, cuando es bueno en verdad, cuando es sincero, no se presenta como la recitación de un férreo e inteligible código de acción que guiará nuestros pasos sin tachas. Más bien suena como un sutil susurro que nos confrontará con el mundo.
Así que no esperen alguna de las dos cosas: un canto de acción o una colección de temas ideales para “sentarse a tripear”. Esperen una obra difícil y desafiante, lista para suscitar en quienes le presten atención las reflexiones necesarias para estos tiempos.