Cuando Mariela Espinosa cuenta su historia, selecciona episodios que delinean un proceso musical lleno de curiosidad, de inconformismo y determinación. El hilo conductor es una voz nítida que crece, que se nutre de todo lo que le ofrece el entorno, que emprende nuevas búsquedas y adquiere herramientas para expandirse, para iluminarse.
A los 14 años entró al Conservatorio Nacional, donde estudió canto lírico y formó parte de varios coros. Cuatro años más tarde, conoció a Pinteiro. En ese momento, este productor musical apostaba por un proyecto más melódico que sus anteriores propuestas, y Mariela puso la voz. Esa fue su primera experiencia de grabación en estudio.
Viajó a Chile. Allí estudió producción musical, luego canto en Buenos Aires. En Argentina, colaboró en los proyectos de los músicos Guillermo Pesoa y Mariano Moledous. Hizo coros, clarinete y teclados. Regresó al Ecuador hace cinco años. Desde entonces, ha sido voz principal y gestora del viaje atmosférico de Munn. Además, por un año fue parte de 6&7, un dúo de electro rock en el que hacía música junto a Juan Francisco Jijón.
Dos años atrás, mostró indicios de un proyecto solista. Con arreglos de Andrés Noboa, montó canciones propias y las presentó en vivo. Actualmente da clases de canto y está vinculada a un nuevo proyecto: canta y toca el clarinete en las canciones del argentino Sergio Venturini.
Fotografía: Juan José Geller / JJ Alomía
Infancia: una relación íntima con la música
«Siempre quise ser cantante. No me planteaba ser música o instrumentista, sino cantante». En su casa existía un ambiente y una genética que propiciaba esta decisión temprana y clara. Sin embargo, fue una relación individual con los sonidos la que activó la búsqueda artística de Mariela.
Cuando era chiquita, sus papás le regalaron un equipo de sonido. «Tener eso en el cuarto sí marcó un montón. De repente tenía esta relación íntima, muy personal con la música… era fantasear y escuchar un disco entero, estar sentada en la cama con el cancionero en la mano, cantando».
Los discos eran tesoros para ella. Los primeros fueron Jagged Little Pill (1995) de Alanis Morissette y Tragic Kingdom (1995) de No Doubt.
El canto lírico y los juegos con la voz
El conservatorio la conectó con la música académica y la experiencia de cantar dentro de un coro. «Eso me marcó un montón. Siempre que hago música no puedo pensar en una sola línea de voz, sino que están sonando tres o cuatro en mi cabeza al mismo tiempo».
En ese momento Mariela tenía dos mundos sonoros que crecían y se desarrollaban paralelamente. Su educación formal la fortalecía en la técnica vocal lírica. Mientras tanto, su universo privado se nutría con Björk, Nine Inch Nails, Radiohead, Deftones y Tool. «En mi cuarto cantaba de una manera y luego tenía que llegar a clases y cantar de otra. Pero hallé un punto de encuentro. Una tarde estuve cantando Björk un montón y luego en el conservatorio me sentía muy cómoda con la voz lírica. Me di cuenta de hay una cosa física que esa cantante hace que se acerca también al canto lírico. Ese fue un descubrimiento súper lindo porque entendí que todo te sirve para todo. Todo tiene que ver con todo».
Construir un universo propio
En la universidad tuvo que decidir: producir su música o la de alguien más. Optó por crear sus propias canciones y comenzó a componer. Nunca lo había hecho. Su proceso se basó en la exploración de los instrumentos y fue un paso importante para la autosuficiencia musical. “Si agarro un piano, no necesariamente sé tocar piano pero puedo jugar con él hasta crear una atmósfera sobre la que yo pueda cantar. Lo mismo me pasa con la guitarra. No sé tocar guitarra pero he hecho canciones con ella…”.
Trabajar en base a sus propias producciones fue una oportunidad para reafirmarse como cantante. «Entregué un trabajo y mi profesor de producción me dijo que la canción funcionaba bien pero que debería cantarla alguien más… Está bueno que te digan que falta un montón por trabajar, pero no iba a probar que alguien más cante. Esas eran mis canciones».
Sí a Munn
Estaba frente a la computadora, hacía loops. Se los enviaba desde Argentina a un grupo de músicos que experimentaban paralelamente en Ecuador. Así, un verano, nació Munn. «De repente se abre esta posibilidad de hacer música con más personas. Pero yo no vivía aquí».
El proyecto crecía y las ideas se concretaban con cada viaje de Mariela a Ecuador. Se configuró así un panorama en el que tenía dos opciones: quedarse en Argentina y estudiar varios años más, o apostar por la banda y regresar al país. «Siempre he estado en una búsqueda, siempre he sido medio inconforme. Entonces dije: me lanzo a nuestro proyecto. Tuvimos una conversación seria con todos y así empezó esta nueva etapa. Compartir, grabar, producir, ha sido un proceso intenso de aprender a gestionar».
El camino a la independencia
Mariela esboza el quinto capítulo de su historia. Busca retomar momentos creativos personales, quiere ser autosuficiente como instrumentista. «No quiero depender de otros músicos para tocar mis canciones. Para eso me falta un montón. Quiero que eso enriquezca a la banda porque siempre que uno crece, todos los proyectos en los que uno participa se enriquecen también… Quisiera un momento futuro para cultivar, volver a las raíces».
3 commentarios
¡Qué gusto da el que los jóvenes tengan tanto talento y claridad en sus vidas!… Felicitaciones por su música y por aportar al mundo musical, con excelencia..
yesman
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