Los paradigmas de la modernidad enfocados a lo queer. Esa es la concepción principal del congreso «Trastocando Queer Paradigms 5», que se realizó en FLACSO. En el marco del evento, «El cuerpo queer, la construcción de la memoria», es la muestra de arte que se exhibe en la galería Arte Actual. La exposición nace al “proponer una idea que tenga que ver con cómo el cuerpo es un mediador de esos paradigmas. Éste carga una memoria que viene dada del pasado y a la vez, se le suman las vivencias cotidianas. El cuerpo –dentro de éste contexto-, es un espacio de resistencia, donde la identidad se ejerce como performance”, explica Anamaría Garzón, curadora de la muestra. Ella vio la obra fotográfica de Zanele Muholi en Nueva York y dice haber pensado todo en función de ésta. “La curaduría siempre parte de esa aproximación de una obra en especial y la gran oportunidad de poder invitar al artista”. En el camino de recordar obras, se contactó con Carlos Motta, quien le “respondió con Nefandus, que igual se conecta a través de una manera de responder a la historia de la sexualidad, que también tiene que ver con las marcas de la memoria”.
¿Crees que se puede romper la idea del cuerpo generada por medio de la memoria?
Eso pasa cuando eres consciente, y te das cuenta de dónde vienes para saber también cómo quieres ejercer tu identidad, cómo te defines como sujeto. Entendiendo tu origen y enfocándote hacia un presente y un futuro. Creo que cuando somos conscientes de nuestros orígenes y los referentes que te marcan, sabes qué tipo de espectador eres.
¿Puedes crear y definir tu identidad de acuerdo a quién quieres convertirte?
Son elecciones. A mí me preocupa mucho cuando crees que sólo eres producto del ambiente. Se vuelve muy reduccionista y parece que no somos conscientes de las decisiones que tomamos y eso es negar nuestra capacidad de elección, de crítica. Cuando estás alerta de esos procesos, también puedes hacer tus elecciones y marcar un compás ético desde donde te mueves y te defines. Son tus decisiones y no las tomas arbitrariamente.
Al entrar a la exposición, el espectador se enfrenta enseguida con la serie en blanco y negro, Faces and Phases de Zanele Muholi. Todos los retratos son de mujeres afrodescendientes. Muholi ha trabajado en esta serie desde 2006 y ha recorrido diferentes países en ese camino. Al momento de aproximarse a cada comunidad, la fotógrafa sudafricana toma una actitud de igual a igual. Así establece un diálogo abierto sobre el proyecto. Además ella especifica que todas sus fotos tienen un fin educativo y de activismo social.
En la siguiente sala, empieza la experiencia por la obra Nefandus. En éste caso, es importante fijarse en el suelo. Hay un vinilo que muestra una persona encadenada y desnuda. Al entrar, muchos de los asistentes no se fijan en el detalle, a pesar de que es la puerta para la obra de Carlos Motta. Y tras unas cortinas negras, está la pantalla gigante donde se reproduce una serie de tres videos. “La conquista es una historia de silencios”, se escucha en una parte de uno de ellos, narrado kogui, una lengua nativa de Colombia. Después, el relato de Motta se escucha con una secuencia de imágenes. Como espectador no concluyes, pero sí analizas la idea de cómo, por medio de relatos y crónicas, se crearon representaciones que realmente eran extrañas. Descontextualizadas del territorio donde se las implantaron.
¿Cómo logras hablar del otro sin exotizarle, sin ser condescendiente? ¿Cómo no te entrometes en la historia por querer “darles voz”?
Es muy peligroso eso de creer que puedes “dar voz” al otro, porque estás asumiendo que no puede darse voz a sí mismo; Zanele lo resuelve marcando la presencia de esas mujeres pero no sólo las miramos, como otro que se reconoce a sí mismo delante de éstas personas. Es reconocerte en lo más sencillo de tu humanidad, replicando en otro que de cierto modo es igual a ti. Así tienes una condición de respeto y fraternidad en la que puedes hablar del otro sin esa condescendencia.
En el discurso de apertura, Marcelo Aguirre dijo que uno de los objetivos de la exposición es experimentar el arte por medio de la reflexión y el compromiso…
Estoy muy de acuerdo con él en eso. Primero, porque la exposición se plantea como una propuesta para tender puentes entre el arte y la academia, que a nivel local han permanecido rotos. El arte en general –menos en el arte contemporáneo-, corre a la teoría, pero la teoría no lo toma en serio. El arte sí te aproxima a temas que la academia también está tratando, pero la puerta de entrada es otra. Entras a partir de lo emotivo. La idea es tener obra que genere reflexión, conocimiento que a la vez entras desde el goce estético y más emocional: el gusto. Y que te deje la posibilidad de indagar más y generar pensamientos.
Explícame cómo está dispuesta la exposición.
Quería, que al entrar, esas 120 mujeres te abracen porque estás ante 240 ojos que te miran y tú sólo tienes 2. Es una sensación entre sobrecogedora y acogedora que te hace sentir una presencia doble: ellas y tú; para pasar a la parte de Carlos, necesitábamos generar un corte para que se muestre que son dos secciones individuales. Él tiene esta obra que se llama «El pecado y la carne», donde representa un castigo que le imponían a los indígenas. Lo plantea alrededor de la idea de cómo seguimos infringiendo ese mismo castigo a la memoria, cuando no estamos alertas de esa historia. Avanzamos cargando ese pasado mestizo sin saber muy bien su origen, sin saber muy bien qué produjo, cómo se produjo, cómo llegamos a ser lo que somos. Es como si siguieras pisoteando esa memoria al hacerla invisible, por eso está en el piso. Cuántos pasaron por encima, cuántos la notaron y se quitaron, cuántos la rodearon… La idea es que se dañe cuando lo pisan, al igual que a la memoria.
¿Es importante que el artista encuentre las respuestas a las preguntas que surgieron a lo largo de su proyecto?
No. Sería soberbio pensar que puedes encontrar respuestas. Las obras siempre abren más preguntas, y las que Carlos se hace tienen mucho que ver con el lenguaje: cómo nominamos y cómo seguimos usando las mismas palabras que validan esas realidades, porque no tenemos otras palabras. Toda la obra está mediada por esas preguntas. Creo que uno mismo las resuelve.