El Carpazo trae aires de cambio para la música local

Foto: Ana María López

El 11 de marzo de 2014, El Carpazo anunció el lineup para su segunda edición. Hasta ese día, habían pasado más de dos años -y un par de intentos frustrados- para concretar una nueva versión de este festival en Quito. Ese día también arrancaba una aventura más para la gestión cultural independiente y la escena musical de Ecuador. Así se materializó la gran celebración de arte y música que se vivió el 3 de mayo, en la Quinta San Luis de Lumbisí.

Al inicio del festival, cerca de las 16:00, más o menos 300 personas esperaban por ingresar. Pero al interior de la sede del evento, algunas autoridades obstaculizaban la apertura de las puertas. Alkaloides había subido a tocar unos diez minutos antes, para evitar mayores retrasos en la programación del concierto. Entre una de sus canciones, Nicolás Meneses (baterista), bromeaba sobre lo «íntimo» de su tocada.

Alkaloides / Foto: Ana María López

Mientras Alkaloides continuaba rockeando, la Policía y la Intendencia constataron los permisos junto a los organizadores y autorizaron el inicio del evento. El público pudo escuchar a la banda de indie rock quienes, pese a todo, demostraron la buena onda que la caracteriza. Su presentación fue el preámbulo del lanzamiento de su primer disco y el público se contagió con las pegajosas «Tal vez hoy en bici te vaya a ver», «Película de bajo presupuesto» y el hit, «Ella viene del futuro».

Después, Isidoro Pilsen, el trío de Porto Alegre, llegó con poca parafernalia y mucho rock and roll. La dosis fue corta y contundente. En su tiempo sobre la tarima, los brasileños se conectaron de inmediato con la gente, por el espíritu poguero de sus canciones. «Clube do Fracasso» fue uno de los temas de apertura que puso a la gente a brincar. Y hacia el final de su presentación, algunos de los asistentes tararearon el coro de «Mariana».

Isidoro Pilsen (Brasil) / Foto: Ana María López

En ese punto, cuando ya se podían ver cerca de 500 personas esparcidas por los diferentes puntos de una cancha de fútbol de la quinta -donde se ubicó la carpa-, llegó el turno de Da Pawn. «Cambio de Tonalidad» abrió un repertorio que fue un subibaja de emociones (siempre intensas) para quienes escucharon su música. Junto a ellos también tocaron Ernesto Karolys (batería) en «Las Playas» y Paola Navarrete en «Luz Roja». Al final «Dibujo por hoy» reveló todo el potencial de la banda para hacer estallar sus temas en vivo.

Da Pawn / Foto: Ana María López

El cartel continuó en un mood similar con Munn. De inmediato, la voz de Mariela Espinosa envolvió al público con «En la oscuridad» y en adelante, la banda se encargó de crear su atmósfera ligera bajo la carpa del festival. En su presentación, Munn mostró un poco de su nueva sonoridad con texturas y capas cada vez más cercanas al post rock, y que la confirman como un poderoso acto para grandes escenarios.

Munn / Foto: Ana María López

Operación CAF / Foto: Carolina Benalcazar

Más adelante, Cómo Asesinar a Felipes irrumpió con fuerza en el escenario. La Operación CAF llegó a Ecuador -literalmente- como «la banda de mierda para cagarnos el esquema». Durante su show, el quinteto de Chile descolocó al público y demostró cómo los matices de la música pueden ser elegantes y violentos, si se tienen los recursos para hacerlo. Así dieron una cátedra de jazz contemporáneo y actitud rock sobre el escenario de El Carpazo.

Y con la partida de los CAF, Rocola Bacalao llegó para cambiarle el dial al festival. Más allá de su potente show. Una de sus virtudes es que, a pesar de los años y los cambios en su alineación, han logrado sostener su proyecto y mantener intacto el cariño de sus fans. «En tu día mamacita» abrió un setlist que incluyó otros clásicos de la más chimba, como «Yo quiero ser cowboy», «Señores vampiros» y «Gusanito de Pujilí». Así armaron el primer gran moshpit del día.

La banda más chimba del universo / Foto: Ana María López

Al final de su tocada, también hubo momentos emotivos por la participación de Shadito Mendieta (guitarrista, cantante y fundador de la banda), quien se alejó temporalmente por motivos de salud, y confirmaron que «Guayaquil City» y «Cita en el Averno» son dos nuevos hits de la Rocola.

A partir de ahí, la fiesta despegó y los Swing Original Monks se encargaron de ejecutar el espectáculo más sólido de la tarde. De entrada, los Monks hipnotizaron a la gente con «El viento», una nueva canción que evoca las raíces de la música negra y prendieron al público con los favoritos, «Fiesta Popular», «Amor Inalámbrico» (con la participación de Mariela Espinosa de Munn), «Tucán» y «Grita Pregonero». Lo más destacable de su presentación fue el ímpetu y la energía del performance de todos sus integrantes, sumados a la dirección artística sobre el escenario, el vestuario, los visuales y a su solvencia como músicos.

Su encore, con «Los 40» y su clásico tema gypsy instrumental, guiaron al público al punto más alto de El Carpazo. Así me quedé con ansias de conocer el destino de «El Caminito» que están trazando junto a todo su equipo. Muy motivante ver su evolución como proyecto.

Los SOM dejaron al público en modo ON para que Systema Solar suba a la tarima a tocar sus beats electrónicos con sabor a cumbia y champeta. Durante su hora sobre el escenario, Wálter Hernández y John Primera no pararon de saltar y arengar a la gente para bailar.

Finalmente, quedó la expectativa de escuchar a Nicola Cruz, quien es garantía de grandes shows en vivo. Sin embargo, la producción se vio obligada a cerrar el evento, antes de lo planeado, por presión de las autoridades.

John y Walter de Systema Solar / Foto: Ana María López

Al cierre de El Carpazo el balance general del festival es positivo. En un artículo anterior, comentaba que la construcción de estos espacios es la mejor forma de fortalecer una escena y ubicarnos en el mapa musical de la región. Fuera de los inconvenientes que la producción supo responder en las horas posteriores al concierto, pienso que el público debe entender que estas primeras experiencias sirven para crecer y replantear objetivos. Eso hicieron los organizadores, después de la primera edición y el crecimiento del festival quedó claro.

Fue muy inspirador vivir una verdadera experiencia de festival con escenarios paralelos -como la carpa de Z Lifestyle Gallery con propuestas refrescantes como Minipony y Van Fan Culo-; la feria de diseño, «La Carishina» y lo más importante, un público pagando por ver a sus bandas favoritas.

Así se respiran aires de cambio.

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