¿Una exposición sobre arte en un museo de ciencia? I(n)equívocas ha vuelto realidad el diálogo entre el arte y el pensamiento científico. No te pierdas esta muestra que estará hasta el 28 de abril en el Museo Interactivo de Ciencia (MIC).
No es frecuente que el arte se exponga en los lugares consagrados a la ciencia. Por ello tiene mucho sentido afirmar que el Museo Interactivo de Ciencia (MIC) recibió en sus instalaciones a unas visitantes inesperadas. La muestra I(n)equívocas se apoderó de un hangar del museo dedicado a las ciencias naturales y exactas para exponer obras de arte que cuestionan y reflexionan sobre el racionalismo, la categorización de la naturaleza y profundizan sobre el entorno natural que nos rodea.
Flora de Neufville, Ana Segovia, Mariuxi Girales y Alejandra Orozco se tomaron la “Sala Temporal 2” del MIC. Temporal porque fue adecuada con el fin único de recibir esta exposición. De este trabajo se encargaron las mismas artistas con meses de anticipación, y es que antes este espacio era una bodega abandonada del museo.
Las artistas se valieron de múltiples formatos: fotografías, cerámica, pintura, cianotipos y arte-objetos forman parte de la exposición. Así, las formas de hacer arte son muy variadas y de lo que habla cada artista también. Sin embargo, hay un punto común. Todas partieron de un recorrido, una investigación de campo por lugares de referencia biográfica o simplemente de su interés. Tenemos allí un poco de subjetividad dentro los dominios de una disciplina que, por lo general, se niega a incluirla.
La primera de las expositoras, Mariuxi, por ejemplo, se basó en las tierras manabitas de donde es su familia. Llevó el campo a la ciudad y de la ciudad lo llevó al museo. “La Cura”, por ejemplo, es un conjunto de vasijas de cerámica hechas con el barro de las tierras que trabaja su familia y que retratan a la mítica “serpiente ciega” de la costa.
“El arte es reordenar cosas y unir cosas. Me interesa este estado de emergencia y a la vez de demasiada pasividad que hay en el mundo”, cuenta Mariuxi. También explica que en el campo no hay arte, porque la gente tiene otras necesidades, pero lo encuentran “en ver el atardecer, ver los pájaros azules, cosas que no podemos hacer en la ciudad”
“Yo necesito hacer”, dice Mariuxi y su “Estructura Experimental” permite ver que para ella el arte está en el hacer, en el trabajo manual. Esta pieza era parte de un huerto que ella decidió crear en un chispazo de esta necesidad. En el campo, nos cuenta, “es otra forma de vivir y de hacer, y es ahí donde encontré el arte y el arte me encontró a mí”.
Ana, por su lado, experimenta con las memorias del hogar de su infancia, que colindaba con una industria salinera. El archivo de fotos “Contrapulmón” consiste en fotos de lugares clave de su infancia, dejadas a la intemperie, permitiendo que el tiempo y las condiciones las cambien, del mismo modo como cambia la memoria. De ahí que las fotografías tengan un aire añejo y gastado.
Mientras que “Poblaciones Flotantes” es un “libro-objeto” que registra de forma transparente muestras de sal de piscinas salinas de Santa Elena, su tierra natal. Esta pieza dialoga con su objeto “HALÓFILO”. Esta palabra sirve en el mundo científico para catalogar a los organismos que pueden vivir en lugares con alta concentración de sal.
“Tomé la sal como ese símbolo que es ambiguo. Porque así como en extremo te puede matar por deshidratación, hay organismos que sí pueden vivir en estas condiciones extremas. Así mismo, cuando hay escasez de sal en nuestros cuerpos nos podemos enfermar”, explica Ana y continúa: “Mi interés estaba sobre este símbolo que representa para mí el equilibrio y cuáles son esas condiciones que no tienen que ser perfectas para que la vida se dé”.
Flora, en cambio, regresó a ver a una finca de su familia en Pedro Vicente Maldonado, que ha sido parte de su vida desde que era pequeña. Ahí pudo estudiar las plantas parasitarias.
Eventualmente, Flora descubrió que en Ecuador no existen registros contundentes sobre este tipo de plantas. Son, de cierto modo, ignoradas por la ciencia. “Los artistas tenemos la posibilidad de entrar en la ciencia desde estos huecos”, explica.
Fue así como, desde el arte, decidió crear un herbario con sus registros y el resultado fue el archivo de fotos macro sobre las micro-plantas parásito y los cianotipos de plantas con malformaciones, función que es delegada a la teratología en el campo científico.
“Tal vez no haya una aprobación y tal vez venga un biólogo y me diga ‘oye, no estás hablando nada bien de lo que es, te estás equivocando’, y por eso nos llamamos inequívocas, porque puede que no estemos en lo correcto”, reflexiona Flora y aclara: “yo como artista me estoy apropiando del término teratología vegetal y lo estoy explicando desde mi forma de ver”.
Alejandra recorrió por campos de apicultura y la Amazonía, donde profundizó en los ciclos de las abejas y sobre la fragilidad del medio ambiente que se refleja en ellas. Esto lo podemos ver en su obra “Estándares Base Cambiantes”, que consiste en 96 pinturas, por la cantidad de días en el ciclo de una abeja. En este podemos ver una paleta homogénea donde predomina el color azul. Esto, debido a que las abejas ven en ultravioleta, según cuenta Alejandra.
“Me interesaba aprender nuevas formas de ver las cosas. A veces uno pasa por alto un montón de detalles y solo hay que enfocarte y salir de tu zona para ver”, profundiza Alejandra antes de explicar que en su cabeza rondaba el texto “De lo espiritual en el arte”, de Vasili Kandinsky.
Esta pasión por los pequeños detalles continúa en su obra «Equinoccio». Desde el material del cual está compuesto, o sea, cerámica, hasta cómo está instalado en el espacio, se puede apreciar la fragilidad y a la vez la resistencia que tiene la naturaleza, expresada en la obra. “Fui a la Amazonía y veía las hormigas que llevaban las hojitas y me di cuenta de que el entorno es muy frágil”.
Aunque la intuición, el error o la improvisación son características opuestas a la exactitud de la ciencia, el arte contemporáneo se ha apropiado de ellas y en I(n)equívocas se empodera para hablar del método científico del mismo modo que habla de la memoria, la familia o la fragilidad, en un espacio tan propio de la ciencia como el MIC. “La ciencia es un gran aparato súper consolidado. Me parece importante que nosotras digamos: ‘vamos a entrar por este camino y hablar de esto desde el arte”, sentencia Flora.