Edwin Poveda, el ‘Lado B’ de la radio ecuatoriana

por Marcos Echeverría Ortiz
El Vagón Alternativo es uno de los programas de culto más importantes de la radio nacional y Edwin Poveda, su conductor, un superhéroe del under local. Indagamos en su historia y los 20 años de su programa desde la perspectiva de un fan que ha crecido con sus sonidos.

Una leyenda urbana dice que Edwin Poveda tiene tanta música que hasta guarda los CD’s en refrigeradoras arrimadas a lo largo de su casa.

Sí, tiene una colección de aproximadamente 60.000 álbumes pero no los apila desparramados dentro de electrodomésticos descompuestos. Sino que, cual superhéroe, los almacena en una guarida construida específicamente para su música alternativa.

Para llegar a ella hay que subir hasta el cuarto principal de su casa. Después, con el cuerpo encogido, pisar unos escalones estrechos de madera mientras subes a una especie de ático. Al llegar, ¡pum! El shock es verdadero, te sientes como un Indiana Jones de la música cuando ves un santuario pulcramente ordenado y cuidado. Un escondite lleno de estanterías que se elevan hasta el techo, todas ellas repletas de CDs, libros, comics y de “figuras de acción” de Iggy Pop, Elvis Presley y Batman.

-¿Y cuánto tiene invertido en su colección de discos?, le pregunto.
– Chuta, un par de casas-, responde con su grueso acento.

Los escalones hacia la guarida de Edwin./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

Edwin escanea los muebles con su mirada cansada. Se agacha, saca cajas de discos, los vuelve a meter. De nuevo se incorpora, alza la quijada, se eleva en puntillas, estira el brazo, coge un par de discos más y los da la vuelta para echar un vistazo a los track lists. Su mirada vuelve a enfrentar a los muebles, recuesta el pescuezo sobre su hombro y tararea mientras sigue buscando discos.

– Así preparo el programa. Aquí me encierro y elijo todas las canciones. Yo mismo llevo los discos a la radio todos los sábados.

El Vagón Alternativo es uno de los programas más longevos de la radio ecuatoriana. Diría también uno de los poquísimos que aun sigue al aire después de veinte años de transmisiones. Además, se mantiene como una referencia de música alternativa que ha educado a generaciones de melómanos, chamxs de colegio y músicos.

“Con él he cachado bandas nuevas que nunca había escuchado. Eso se le agradece desde el almirante musical”. Vanesa Bonilla Obando, fan.

“El Vagón” ha sobrevivido una crisis bancaria, golpes de estado y hasta un “fin del mundo”. Pero más importante, ha aguantado a la avasalladora y repetitiva parrilla de programación radial ecuatoriana llena de talk shows futboleros, chistes “calientes” y de la música “que sí vende”.

Por eso Edwin es como un superhéroe nocturno. Uno que sábado a sábado, sale de su guarida musical por la noche con cajas de CDs en sus manos para luchar y darle vida a los sonidos escondidos del mundo. Uno que sábado a sábado, con un español arrastrado y un inglés perfecto, temerariamente pone música rarísima que «a pocos les gusta», pero que eventualmente termina encantando a nuevos oyentes. Es por eso que semana a semana, Edwin alecciona, educa y sorprende a su público en materia alternativa.

La lucha de este DJ radial de estatura promedio y de contextura mediana, que viste jeans, pines y una camiseta con el nombre de esa banda que nunca antes oíste, comenzó hace más de 40 años en California, Estados Unidos.

La vida de Edwin puede ser contada a partir de su colección de música./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz

California zen

La plena es que Edwin Poveda no es ecuatoriano, aunque sí es hijo de un par de quiteños aventureros que decidieron migrar a Los Ángeles, California. A inicios de los sesenta, la búsqueda del “Sueño Americano” unió sus caminos, se enamoraron, y de un matrimonio fraguado a punte pasillo y bolero, nació Edwin en 1967.

Un par de años después, la familia se mudó de Los Ángeles a Gardena, un pueblo relajado al sur de California con numerosa población japonesa. Ya en los setenta, Edwin y su familia tuvieron que ir asimilando año tras año el american way of living. Ese estándar repleto de largas jornadas laborales, festividades con pirotecnia y sitcoms domingueros.

Pero este ideal de vida en la post-guerra fue detonado cuando, en su séptimo cumpleaños, recibió uno de los regalos más catárticos de su vida. Su padre le obsequió una pequeña radio que se convirtió en el portal sonoro que trasladó a Edwin, de la tranquilidad zen de Gardena, al reventón fiestero y descontrolado que vivía el mundo a mediados de los setenta.

Para esa época, Edwin era todo un guagua hogareño y de poca calle que se la pasaba leyendo cómics y escuchando música no latina, -algo que no estaba en su linaje pero que sus padres siempre respetaron-. Así fue como inició su fogueo por el mundo en un ejercicio meramente auditivo. “Primero me involucré con lo comercial y la música pop o disco, pero había una estación que escuché durante toda mi infancia y adolescencia”. Esta le cambió la vida.

Sobre el mueble, una de las radios primeras radios de Edwin. /Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

La radio era la KROQ 106.7 FM, una estación especializada en rock y liderada por Rodney Bingerheim, un DJ flacucho, pelilargo y todo efusivo que se jalaba cuatro horas de programa. Gracias a él, descubrió lo alternativo como Television, The Ramones, Blondie, y después la escena californiana con The Germs o Black Flag. Además, cuando el spray de greñas conquistaba las escenas musicales del mundo, Edwin descubrió los ochentas a punte bits. Lo hizo gracias a Richard Blade, otro DJ de KROQ que se la pasaba pinchando puro New Wave con Duran Duran, New Order, Depeche Mode o Culture Club.

– Entonces ¿Aquí comenzó su historia con la radio?

– Sí, para mi siempre fue como hobby. Otros niños tenían juguetes, lo mío era hacer casetes. Escuchaba la radio, aplastaba record y así hacia mis mix tapes. Mira, ese es uno de mis primeros radios-, cuenta mientras apunta a otro tesoro, la radio metálica, brillante y retro sobre uno de los muebles.

Ediciones de música alternativa y rock son parte de su colección./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

Si hay algo igual de importante para Edwin que los programas de radio, debería ser su colección de revistas inglesas de música como New Music Express u Option Magazine. Al leerlas sus oídos se destaparon, sacó la cera que no le permitía recibir sonidos más clandestinos y así cachó el alternativo británico que nadie más escuchaba en Estados Unidos.

“Me conseguía la música con amistades. Así me crié en el Goth o Post Punk. Después el Indie Pop con The Smiths u Orange Juice. Seguí con el Brit Pop, Shoegaze, Madchester, el Grunge, Riot Grrrl, etc. Mi descubrimiento era porque me encantaba leer, escuchar y ver. Por eso “El Vagón” siempre es así: todos los sábados es algo nuevo, nunca repito”.

La colección

Albumes, singles, B sides, recopilaciones, ediciones especiales y otras rarezas. / Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

Cuando escucho a Edwin decir que hay tanta música escondida y que capaz no le alcance la vida para poner todo lo que quisiera pasar en el programa, me pregunto cómo y hace cuánto comenzó su colección.

Sí revisas la historia de la mayoría de súper héroes, el rol de los padres es trascendental para entender el giro dentro su propia historia justiciera. Bruce Wayne y Clark Kent se quedaron huérfanos. En el caso de Edwin, la zona cero de su obsesión por comprar discos se debe, en parte, al radio obsequiado por su padre y a un financiamiento secundado involuntariamente por su madre.

Allá por los ochentas, Edwin, ya un jovenazo bonachón de primer año de universidad, recibía una colación diaria de su madre para el bus y la comida. En transporte público, Edwin llegaba a la universidad en unos 10 o 15 minutos, pero el privilegio de la comodidad fue relegado por el amor a la música. Así decidió ahorrar ese dinero, invertirlo en música y jalarse una caminata diaria de casi 45 minutos.

“Salía más temprano de la casa para llegar caminando a la universidad. Entonces iba los lunes a la tienda de discos, veía el disco que me gustaba, lo reservaba y le decía al dueño: ‘el viernes te lo compro’. Regresaba ya con la plata reunida y lo compraba. Hay cosas que nunca me voy a olvidar, por eso hay discos que son oro para mi”.

Edwin y su colección de aproximadamente más de 60.000 unidades./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

Esa década específica fue importante para Edwin porque entendió el valor de la colección. El valor que tiene la música dentro de un objeto compacto como el disco. Es por eso que en sus estanterías hay álbumes que son tratados como joyas, con toda la ñoñería posible de una verdadero coleccionista.

-¿Y cuáles son los CD´s más especiales que tiene?
-¡Pff! Algunos. Creo que todos los singles y los imports de Inglaterra son importantes para mí. En mi mentalidad decía: esto vino desde Inglaterra, tuvo que llegar a Estados Unidos y yo debo ser solo una de las dos o tres personas que tiene ese disco. Nadie más.

En la guarida de Edwin hay tres pasillos con estanterías a cada lado. Todos los CDs están cuidadosamente apilados, uno tras de otro. Pero hay una sección especial en la que los álbumes están de cara, exhibidos y mostrando su portada. Entre ellos está la discografía de Ride, Lush, The Jam, Suede, Morrissey, Bowie, Duran Duran, Cocteau Twins o The Ramones. También hay discos raros, rarísimos con unas portadas monocromáticas y totalmente conceptuales. Meramente, portadas de bandas alternativas.

“Es una rareza (…) ha demostrado que hay un nicho alternativo, que tiene acogida y te hace creer que algún día se puede hacer algo diferente en la radio de acá”. David Guzmán, fan.

Edwin me cuenta que tiene discos que se ha demorado décadas en encontrar y que lo ha hecho en los lugares más remotos, inesperados y polvorientos de las ciudades. Por ejemplo, está el único disco de una banda inglesa que se llamaba The Bridewheel Taxis. Lo buscó por 10 años, nunca tuvo éxito y se olvidó de él. Lo mágico ocurrió un día en Ginebra cuando fue a una tienda de discos de la ciudad. Sin desearlo tanto, lo encontró en una caja refundida, ahí en la sección olvidada de la esquina en donde nadie busca. “Esa sensación de encontrarlo, casi me pongo a llorar, después de 10 años y solo pagar 4 dólares”.

Migración inversa

Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

En abril de 1992, la ciudad de Los Ángeles era un caos y la policía abusaba de su poder. La cosa se puso densa cuando cuatro oficiales de la policía masacraron descaradamente a golpes, sin ninguna razón, a un hombre afroamericano. Casos como este llegaron a los medios y aunque la discusión sobre violencia policial fue abierta, los oficiales involucrados no recibieron condena. Evidentemente la gente se cabreó y ¡fuego! Saqueos, sectores de la ciudad en llamas, harto quiño y hasta muerte a quien se cruce.

Edwin trabajaba como profesor cerca de la zona de los disturbios. Su carro fue destruido y la violencia citadina le movió el piso. “Capaz es hora de dejar L.A”, reflexionó sobre su futuro. Paralelamente, sus padres se acababan de jubilar y decidieron regresar a Ecuador. El plan de Edwin era acompañarlos solo por algunos meses para ayudar con la mudanza, pero una vez en Quito la tranquilidad andina lo convenció de quedarse.

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Aunque se había graduado de Ingeniero en Sistemas, cachó que la enseñanza era su trip. Ese primer año fue difícil. No sabía hablar muy bien español pero ya con una nueva vida por delante, comenzó a dar clases de inglés en un colegio de Pusuquí. Ahí conoció a uno de sus panas más entrañables: Edison Soto, el mítico locutor del programa radial “Museo del Rock”, quien murió en el 2009.

Un Robin roquero

Edwin recuerda muy bien su primer día de clases. Cada uno de los profesores se iba presentando hasta que escuchó a un tal Edison Soto decir que le gustaba el rock clásico. Eso fue lo único que Edwin necesitaba oír.

Soto también era un melómano empedernido y hablaba inglés. Esto los unió. Ambos se cruzaban la música del otro y en una conversación, Soto le dijo que su sueño también era ser locutor. “Poner y enseñar esa música que no hay en la radio”. Esta motivación justiciera por dar espacio y exposición a lo desconocido los llevó a un trato: quien primero consiga una radio, debía llevar al otro.

El rollo quedó ahí pero Edwin había encontrado en él un compañero con ideales musicales parecidos. Un “Robin del rock” que en algún momento del futuro lo encaminaría hacia su vocación. Tiempo después, Soto salió el colegio pero ambos seguían en contacto.

“Mientras La Metro se volvía más mainstream, El Vagón Alternativo, en cambio, era más under”. Juan Sebastían Barriga, fan.

En aquel Quito noventero, Edwin “se comía la uñas” y sufría por conseguir música. La caza de CDs en las limitadas tiendas de discos de la época eran aburridas. Su ansiedad cambió cuando descubrió una hueca en El Caracol. La tienda se llamaba “Audio y Video” y tras hacerse amigo del dueño, comenzó a pedir órdenes especiales por catálogo.

Igualmente, con un proveedor, logró importar al Ecuador las revistas Rolling Stone, New Musical Express y Spin Option. También leía un Newsletter que le decía todo sobre los nuevos discos y sus fechas de lanzamientos. “Con eso iba a Audio y Video y hacia mis pedidos. Ahí estaba feliz. Ya con el MTV veía Nación Alternativa y 120 min. Con eso también me ilustraba”, cuenta.

Todo se cuadró a finales de 1997, cuando Edison Soto llamó a Edwin. La oportunidad era real. Radio La Metro tenía planes de lanzar un programa de música en inglés y por eso al administrador de la época le interesó muchísimo la propuesta de Edwin. Así, con un bagaje musical original, la promesa cumplida de un buen amigo y un poco de suerte, nació “El Vagón Alternativo”.

El primer programa

“El gerente me preguntó: ¿Sabes manejar el mixer? No tenía idea y por eso al inicio me pusieron con otro locutor que me ayudaba en los controles. Estaba nervioso. En esa época no dominaba muy bien el español, entonces también me ayudaba con la traducción”, dice.

Aquel programa fue transmitido el 2 de mayo de 1998 y Edwin recuerda que la primera canción que mandó fue “Go your own way” de Fleetwood Mac pero la versión cover de The Cranberries. “Puse eso porque el gerente me dijo que mande música de grupos ya conocidos, pero yo también presenté lados B’s de Suede y Garbage. Ese programa duró una hora y así fue por seis meses”.

En esta etapa hubo tropiezos e incertidumbre que lo llenaron de inseguridades. Se preguntaba si su programa tenía rating y si a la gente le gustaba su música. Estaba solo y distanciado de un público que no sabía si existía. Solo era él, su música y una señal abierta sin respuesta.

Edwin Poveda y sus «joyas» en las estanterías. / Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

El tiempo pasó y nadie le decía nada. Su programa siguió y repentinamente se adueñó del hueco de los sábados, de ocho a media noche. La gente comenzó a llamar, pero lo insultaban y se quejaban. “¡No sabes hablar español! ¿Qué haces al aire? ¿Si eres latino porque hablas bien inglés? Me decían: ¡tu programa no vale! Era difícil tratar de aguantar y tolerar. Cuando llegaba a la casa pensaba que había hecho un mal trabajo y que el programa no iba a durar”.

De cierta manera, ese rechazo le dio fuerza para enfrentar lo negativo y concentrarse en lo importante: la música. Al año y medio de transmisiones, la gente comenzó a aceptar El Vagón. “Por cada tres malas llamadas había una buena”. Así fue creciendo su programa, hasta hoy que logra poner música solo porque le gusta y porque le da la gana. “Es que hay tanta música que la gente no sabe y que debe descubrir”, reafirma.

Las rieles del Vagón

Edwin busca y elige los álbumes que llevará a su programa./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

La experiencia de escuchar el El Vagón Alternativo es totalmente confrontante pero al pasar del tiempo se vuelve una incomodidad placentera. Cuando descubrí el programa tenía alrededor de 12 años. Estaba entrando en la pubertad y creía que sabía full de música. Con orgullo llevaba al colegio CDs grabados en formato MP3, que reproducía en mi discman chino Princo. Lo sobrado me duró poco porque un sábado por la noche, regresando de un viaje largo en carro, mi padre puso La Metro.

Como a cualquier otro fan, hay tres cosas que me llamaron la atención cuando escuché por primera vez el programa. Uno, el acento arrastrado de Edwin; dos, que pronunciaba perfectamente el nombre de las bandas; y tres, que no cachaba ni un solo grupo que sonó en el programa.

Es por eso que para mi -y muchísimos otros fans-, escuchar “El Vagón” es traumático pero también catártico. Te saca de tu zona de confort musical y te das cuenta que existe música tan, pero tan substancial, a veces también muy rara, que nunca podrías haberla descubierto sin Edwin. Así te vuelves más humilde y un hambre descontrolada se despierta dentro de ti por escuchar el Lado B de la música.

“Cuando suena el programa es el único momento en el cual no prefiero escuchar mi Ipod y escuchar la radio”. Esteban Falconí, L.O.B.A

“Eso, eso es lo que quiero lograr con mi programa. Poder abrir la mente y los oídos de la gente. Hay más de lo que ponen en la radio. Descubrir música con substancia. Influenciar a la juventud, poder guiarlos para que descubran, a que vayan, investiguen o cojan un libro. Ese es el impacto que quiero”.

Varixs fans me contaron diferentes cosas sobre la importancia del Vagón en sus vidas. En casos reiterativos, a Edwin le agradecen la generosidad y lo recuerdan como si fuera ese profe bacán que tuviste en colegio. Ese tipo cercano y apasionado que no te hacia repudiar la educación, sino que desde la generosidad logró transmitirte cosas sustanciales que tarde o temprano cambiarían tu vida.

Curiosamente, el trabajo a tiempo completo de Edwin aun es la educación. Es profesor de colegio y mucha de esa metodología ha sido aplicada al programa. Antes de presentar cada canción, Edwin te da un contexto, una razón del por qué cada rola está sonando en esa edición específica. Por eso los setlists de Edwin no son efímeros. Muchos te quedan en la cabeza y los recuerdas porque siempre, siempre aprendes.

Edwin me muestra sus cuadernos de anotaciones. “Por ahí tengo los del 1998. Mira, aquí están todos los programas con mis anotaciones. Solo anoto las canciones, de ahí todo lo que digo está acá, en mi cabeza”, me dice mientras toca la cien con su dedo índice.

Edwin guarda decenas de cuadernos con los playlist de todos sus programas./ Foto: Marcos Echeverría Ortiz.

Los cuadernos siguen saliendo y al revisar cada programa entiendes que cada playlist es como un ensayo, una ponencia sabática sobre música alternativa que ha sido construida con rigurosidad curatorial. “A veces depende de cómo me siento. Por ejemplo, cualquier cosa que pasa en el país, algo político que estoy en contra, solo con la música hago mi posición. Aunque no lo diga al aire con la música mando mi mensaje”.

En este ejercicio, a Edwin le interesa muchísimo poner rarezas, esa música que no se cacha. Y para eso se la pasa horas de horas surfeando en el internet, abriendo hoyos digitales en esos blogs refundidos y exclusivos para ñoños musicales. Por eso siempre, uno de sus puntos álgidos del Vagón son los estrenos, singles que sorprendentemente ni siquiera las mismas bandas han difundido en sus redes.

“Músicos británicos o Americanos con un solo single se sorprenden porque no saben cómo tengo su música. Pero tengo unas buenas amistades en Inglaterra y California que me mandan cosas. También investigo, rastreo la música y veo la forma de bajarme. Así ha pasado con un montón de bandas ecuatorianas”.

“Hace 11 años, la primera vez que pude escuchar música de una banda en la que yo tocaba, fue en su programa radial”. Alejandro Naranjo, Motozen/ Da Pawn

Es importante decir que ya han existido otros programas radiales que han difundido música alternativa ecuatoriana como “Toke de queda”, “Romper Falsos mitos”, “Prohibido Prohibir”, o la programación de Radio Latina en sus años de convalecencia. Sin embargo, a Edwin Poveda hay que reconocerle la extrema curaduría que le ha dado a su programa al momento de difundir música alternativa ecuatoriana.

“Ya en 1998 sabía de Mamá Vudú, El Retorno o Pulpo 3 pero no encajaban mucho en mi programa. En el 2006 o 2007 comencé a escuchar nuevas bandas con otras influencias, tomé nota y me lancé”. Lo hizo de forma arriesgada porque sintió el deber de exponer el potencial de bandas más contemporáneas. Difundió a Motozen, Totem, Biorn Borg, Estereo Humanzee y muchas otras que abrieron nuevos caminos y posibilidades sonoras a una nueva escena alternativa.

Albumes Can Can, Motozen, Sexores, Da Pawn y más forman parte de la colección de Edwin.

El trabajo minucioso del programa, en el se cual trata a la música con profundo respeto, ha sido reconocido por heavys de la música alternativa. Por eso seguramente haz escuchado saludos y cuñas de Lush, Ride o Morcheeba y te preguntas ¿Cómo carajos pasó esto?. “Pues solo por amor a la música. Cuando mando sus canciones pongo en Twitter y ellos agradecen. Entonces pido el favor de la cuña, aceptan y me mandan por email. Mi sueño es tener uno de Morrissey, ahí sí ya…”, para y ríe mientras mueve la cabeza y alza su mirada. “Eso sí ya sería lo máximo”.

***

Estamos en la sala de la casa de Edwin y al fondo, en la cocina, suena un mix de David Bowie sincronizado con los ladridos de su “perro guardado por la visita”. Edwin está frente a la computadora, bien concentrado mientras revisa los archivos de sus programas pasados.

La música sigue y en esos clichés que te da la vida, suena Heroes de Bowie, siempre tan precisa para momentos de despedida.

– ¿Qué le ha quitado la vida pero le ha dado la música a cambio?

– Me imagino que me ha quitado una casa inmensa, dos tres carros, capaz. Viajes e ir a otros lugares. Pero me dio a mi esposa y dos hijos que me devolvieron la vida. Ahora espero que también me de veinte años más para poner el resto de música que quiero mandar.

Es decir, veinte años más de lucha. Veinte años más de salidas nocturnas y señales de radio abierta. Veinte años más de, como cualquier otro súper héroe, sacrificios que para Edwin son su bolsillo, sus sábados y tiempo en familia. Veinte años más para seguir siendo “¡Edwin PO VE DA! El Vagón Alternativo!”, el profesor, el máximo difusor de el ‘lado B’ de la radio ecuatoriana.


Si deseas contactar a Edwin Poveda para sus live sessions,
hazlo a través de: elvagonalternativo@hotmail.com

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