Ecuador Jazz: memorias de un espacio para la libertad

por Daniel Félix
Ya son 16 años del Ecuador Jazz, uno de los festivales de música más icónicos del país. Aunque el evento no pudo realizarse en 2020, este año regresa y brinda homenaje a las bandas ecuatorianas. Este es un repaso a sus memorias, esfuerzos y triunfos. 

Si la música es un lenguaje —un sistema de signos que expresan y construyen nuestro mundo—, el Jazz es el ejemplo de esa tensión entre lengua y habla de la que teoriza Saussure. La lengua es una estructura que subyace en nuestra mente, y el habla es la realización concreta que transfiere ideas y comunica de manera infinita las posibilidades del pensamiento. 

El Jazz es lengua y habla coexistentes, vibrantes, que pueden conectarse con todas las vertientes musicales, porque todo lenguaje musical deviene Jazz, o puede hacerlo si alguien se lo propone libremente. 

En 2004, nació un festival icónico, cuya historia registra uno de los más grandes fenómenos de la industria musical ecuatoriana: el Ecuador Jazz. Fabiola Pazmiño, Coordinadora de Producción del Teatro Nacional Sucre, es quien se ha encargado de la realización del Ecuador Jazz desde el año 2010. He aquí sus reflexiones y memorias sobre uno de los festivales musicales más icónicos del país. 

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Antibalas, Ecuador Jazz 2014. Cortesía: Archivo Teatro Nacional Sucre

Daniel Félix: ¿Cuál fue el impulso original que dio origen al Ecuador Jazz? 

Fabiola Pazmiño: Ecuador Jazz es un festival mentalizado y concebido por Julio Bueno, quien fue Director de la Fundación Teatro Nacional Sucre en ese entonces. El Ecuador Jazz fue una creación suya en sus orígenes y pienso que, en ese sentido, Julio Bueno fue un visionario que intuyó la potencia de esto.  

DF: ¿Por qué el Jazz, un género poco difundido en Ecuador a principios del siglo XXI, en un tiempo de auge del indie, el rock pesado o el pop ecuatorianos? 

FP: Un festival de Jazz en una ciudad en la que los géneros más difundidos por las audiencias son el pop, tal vez el rock pesado y también el indie en ciertos sectores. Pero el jazz permite que todos estos géneros dialoguen. No es un género excluyente ni exclusivo: la magia de este género nace desde una necesidad social de comunicar, hablar y expresar, y termina consolidándose como un espacio de libertad, en el que encuentran cabida todas las demás expresiones musicales. 

DF: Hablemos de la formación del público jazzero: entre el fan especializado y el aficionado amateur. 

FP: El público jazzero es algo que se ha ido formando aquí. Si el Ecuador Jazz tiene dieciséis años, han sido dieciséis años de formar audiencias, desde la constancia y el factor sorpresa.  

El Ecuador Jazz ha sido clave para consolidar estas audiencias; ha sido un espacio de encuentro familiar, académico, creativo. Es muy linda la forma en que conviven este fan especializado y el aficionado amateur, porque no necesitas tener conocimientos académicos o formales para disfrutar de lo que hace la música, lo que evoca, la forma de conectarte con el artista, con la propuesta sonora y también con el espacio y la posibilidad de convivir y vivir un momento único, como es un concierto.  

El Jazz tiene esa capacidad de llevarte a muchos lugares, desde lo más íntimo y simple hasta momentos de catarsis. Todo esto se genera en estas instancias del festival.  

Yusa, Ecuador Jazz 2016. Cortesía: Archivo Teatro Nacional Sucre

DF: ¿Cuándo despega el Ecuador Jazz, cuándo y cómo toma la fuerza y relevancia que posee en la actualidad? 

FP: La Fundación Teatro Nacional Sucre tenía originalmente dos festivales de jazz porque era necesario visibilizar lo que estaba pasando en la ciudad. Digamos que el festival estaba dividido en dos: el Ecuador Jazz y el Jazz In Situ.  

 El Ecuador Jazz era este festival internacional al que venían artistas de afuera y trabajaban con artistas locales; se presentaban en el Teatro Sucre y era una propuesta más formal y académica. El Jazz In Situ era un festival mucho más atrevido: se hacía en la Plaza del Teatro y en otros espacios abiertos, no convencionales. Ahí la propuesta era más libre; se exploraba el género desde otras sonoridades y ritmos, con muchísima presencia nacional 

 Lo que hicimos de manera estratégica para optimizar recursos, formar públicos y generar nuevas propuestas, fue una suerte de fusión de los dos festivales. Entonces, el Ecuador Jazz absorbe al Jazz In Situ y se consolida como un lugar de exploración y de vanguardia de expresión musical.  

 Durante ese tiempo se hacen actividades de formación, siempre de acceso gratuito, y usualmente en cooperación con otras entidades culturales y educativas como universidades, para realizar talleres, clínicas musicales y master classes. Ese es un primer componente. 

Luego están los conciertos que siempre van acompañados de una banda nacional y una internacional. Finalmente están las actividades de intercambio y de convivencia, los jam sessions que usualmente se hacen en el Teatro Variedades Ernesto Albán, pero que también nos gusta hacerlos en otros espacios porque la idea de un festival es activar el territorio.  

 Ese es el Ecuador Jazz, y se ha consolidado como un festival icónico porque contempla todas estas variables. 

The Roots, Ecuador Jazz 2019. Cortesía: Archivo Teatro Nacional Sucre

 DF: ¿Cuáles consideras las experiencias más relevantes de todas las ediciones del Ecuador Jazz? 

FP: Todos los años hemos tenido momentos increíbles. Ha sido muy emocionante que por el festival hayan pasado personalidades que ya no nos acompañan y haberlas tenido en su momento de gloria y apogeo.  

Fue muy importante tener a Sharon Jones, Allen Toussaint, Tony Allen, Charles Bradley, que son músicos del mundo del Jazz, figuras históricas para la música y el legado cultural. Compartir con personajes míticos es un motivo de mucha gratitud, tanto para la organización como para el público que se ha llevado esos recuerdos.  

Por ejemplo, la gente que asistió al concierto de Charles Bradley recordarán el momento en que él se bajó del escenario para abrazar al público. Igualmente el performance de Sharon Jones fue único, nos regaló un momento increíble en su concierto y después se sumó a una jam session que realizamos en un restaurante quiteño. 

Otras personalidades legendarias que han llegado al Ecuador Jazz fueron Trombone Shorty, Cassandra Wilson, Bill Frisell. Hemos tenido mucha suerte de que todos ellos hayan pasado por el festival y hayan contribuido a que Ecuador Jazz sea ahora muy vigente, muy atinado, que te presenta lo que está pasando en el Jazz en el mundo.  

Lo que puedes ver en cualquier festival internacional de los grandes también lo puedes ver en el Ecuador Jazz. Eso no es muy común en el país, un festival siempre de vanguardia a nivel internacional. 

DF: El Ecuador Jazz ha presentado bandas y músicos extranjeros de alto nivel, ¿qué nombres y experiencias vienen a tu mente?  

FP: Son muchísimos músicos, ya te he mencionado algunos. También recuerdo a Jorge Pardo que vino a grabar un disco con Pies en la Tierra. Eso es algo increíble: el festival ha propiciado que artistas de nivel mundial de trayectorias alucinantes vengan al Ecuador y trabajen con artistas locales.  

El festival ha dado muchísimos frutos en colaboraciones: también hicimos el concierto de Randy Brecker con músicos de acá. Luego, los mismos músicos se gestionaron estas instancias. En estos encuentros, nuestros músicos descubren una plataforma que acoge otro tipo de propuestas y se arriesga también para apoyar este intercambio. 

También tuvimos en el festival a Michelle Camilo, a George Stone cuando estaba en una gira mundial. Si normalmente somos los grandes olvidados del circuito musical internacional, creo que el Ecuador Jazz ha hecho mucho por cambiar esta idea. 

DF: Algo que nunca olvidarás del festival… 

FP: Todas sus ediciones son inolvidables. Desde el momento en que sueñas en qué artistas pueden venir, hasta que se vuelve realidad; desde el primer mail que escribes a gente que no tienes idea quién es y te contestan, comienza la relación. 

Para traer a Bill Frisell tuve que trabajar alrededor de seis años. Y después de todas esas gestiones, logramos que venga y él ya llegó conociendo al país porque sabía todo lo que se hizo para que podamos tenerlo.  

Traer a un artista de ese nivel puede sonar muy bonito pero realmente es una gestión monumental, inclusive en términos burocráticos. Todos nos esforzamos muchísimo: la preproducción es una etapa larguísima en donde invitamos al artista, concretamos la logística, pasajes, hospedaje, a veces los pedidos de los artistas son complejos.  

Hay requerimientos técnicos específicos: cuando John Medeski vino, necesitaba un órgano que no había en esta ciudad. Luisa, la productora a cargo, realizó una búsqueda minuciosa por todo el país hasta encontrar uno en Ibarra.  

DF: La pandemia canceló el festival en 2020, ¿cómo se ha preparado el Ecuador Jazz para este año? 

FP: A pesar de que en 2020 hicimos una convocatoria y recibimos varias propuestas, no pudimos hacer un Ecuador Jazz el año pasado. Eso fue muy triste porque vimos que la gente lo esperaba. El festival no puede simplemente desaparecer, tiene ya un papel, un rol importante en la ciudad.  

El Ecuador Jazz 2021 es una suerte de 2020/2021 porque mantiene los artistas seleccionados por la convocatoria 2020, pero decidimos como política que este año sea un homenaje a las bandas ecuatorianas que están en el ejercicio pleno de la música desde espacios independientes, tocando constantemente de manera profesional. También hemos previsto la presencia de bandas icónicas de la escena jazzera ecuatoriana.  

Lyzbeth Badaraco Quartet, Ecuador Jazz 2019 Cortesía: Archivo Teatro Nacional Sucre

Entonces, este Ecuador Jazz 2020/2021 es una vitrina muy completa de lo que pasa en el Ecuador alrededor del jazz. Obviamente, no están todas las bandas que quisiéramos. Personalmente es una alegría enorme que este año se abra el festival con Rarefacción y que venga Daniel Mancero de París, donde está estudiando y trabajando en sus exploraciones musicales.  

Vamos a hacer un revival de Rarefacción, que tocaron por última vez en 2015. Ahora mismo ellos, Toño, Daniel y Andrés están en residencia, encerrados, creando y conviviendo para presentar un material único, a la altura de esa banda icónica del jazz vanguardista en Ecuador. 

También está una mujer maravillosa: Joanne Vance, quien se mueve dentro del circuito independiente. Ella es muy única: suena a sí misma y por eso me parece tan pertinente su presencia en este festival, totalmente acoplada a la exploración de posibilidades de este género. Su show es alucinante, con vientos, cuerdas, y su música.  

Están otras bandas jóvenes, como Sumo Semblante, que explora el jazz con influencias del hip-hop; o desde los sonidos tradicionales como De Raíz; y bandas emblemáticas como Pies en la Tierra. Son dos semanas dedicadas al jazz hecho en Ecuador y eso es muy hermoso y potente.  

DF: Este es quizá el festival más versátil de Ecuador: el Jazz tiende a la fusión, al diálogo con otros géneros. Observando el cartel de este año, ¿qué piensas sobre la escena jazzera ecuatoriana contemporánea? 

FP: En esta edición de 2021 tenemos un componente nacional del 99 por ciento. Es súper potente haber llegado a un punto en el que tenemos un gran festival con un cartel tremendo, prácticamente conformado por bandas nacionales. El festival de este año es muy vigente. Ya he mencionado arriba algunos nombres pero quedan muchos más. 

El cierre no va a ser en la Plaza del Teatro por las restricciones de bioseguridad, pero será en el Teatro Nacional Sucre con dos bandas que trabajan el jazz desde lugares muy distintos: Pichirilo Radioactivo, que es esta banda-orquesta muy fiestera; y 3vol que es una banda de rock con unos músicos tremendísimos que tienen una escuela jazzera fantástica. 

Hay muchos públicos para el jazz. Estas irrupciones me parecen alucinantes por la posibilidad de que todo tipo de gustos y géneros se encuentren en un solo espacio y bajo una misma consigna. 

El Ecuador Jazz es versátil, está vivo, muta, cambia. Todos los años es diferente. Creo que la escena jazzera contemporánea responde a estos momentos de mucha efervescencia creativa, en donde los músicos que han estudiado y se han formado en el Jazz se adaptan a todo tipo de sonido y propuestas.  

Eso es lo que veremos este año: bandas tocando todos los géneros posibles, cuestionando en libertad qué mismo es el Jazz. Para mí, esa pregunta tiene una sola respuesta: si te lo cuestionas, definitivamente es Jazz. 

 *** 

El Jazz, como lenguaje, es una experiencia viva que tiende a la evolución creativa. Lengua y habla; estructura y fenómeno. Estos 16 años del Ecuador Jazz son memorables por el alto nivel de los músicos que se han presentado. Pero además, como todo proceso cultural significativo, lo más importante es lo que queda del evento. 

La continuidad, el legado. Los nombres que dan contorno a la historia del Ecuador Jazz son trascendentales para la historia de la música y para la memoria de la ciudad, sí: la lista es extensa pero lo que realmente cuenta es que de este encuentro surgen públicos y grupos locales que encuentran sus propias vías, su propios espacios para experimentar la libertad en clave musical.

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