Echeverría Kossak: «Hay una relación de victimización de lo natural»

por Ga Robles

Foto: LTM PhotoStudio

Al filo de las elecciones presidenciales, Carlos Echeverría Kossak presenta “Dinámicas de Poder” una exposición para sentir la tensión entre lo artificial y lo natural sin perder de vista los ejercicios de poder humanos.

Del 30 de marzo al 21 de abril, Carlos Echeverría Kossak dispara un tiro al cielo y despierta con su ojo crítico y una estética llena de colores vivos en contraste con sombras y grises. La demarcación de espacios donde hay momentos para infraestructuras arquitectónicas y a la vez fuerte presencia de especies vegetales (y a veces animales), impone una tensión dada por lo netamente funcional y aquello que si bien no posee sentimientos, es capaz de tomar acción por sobre su condición para asegurarse la supervivencia.

Esta lógica de enfrentamiento entre elementos opuestos se da en un contexto en el que aún el modernismo sigue tocando la puerta de nuestros tiempos para insistir en las mismas prácticas que lo han opacado. Así, Echeverría Kossak deja en claro a través de su obra, su posición frente a dinámicas humanas o formas de ver que no han cambiado, que ven el tiempo como estático por lo que no crecen.

Hablamos con él para capturar algo de lo que quiere decir con su exposición y entender en qué formas podemos leer los cuadros de esta muestra.

Radio COCOA: Hay una persistencia en la paleta cromática. Seguimos encontrándonos con colores vivos como rosados y verdes, frente a grises.

Carlos Echeverría Kossak: No son colores reales y están usados de manera más simbólica. Con la cromática puedes determinar cierto orden de la observación de la persona o unificar ciertos elementos que a través de esa relación crean otra narrativa como en “Domingo”, donde hay un montón de personas, en la parte superior hay unos cactus de un verde intenso y hay un militar, un personaje que está unificado por el color con esas formas orgánicas. Creas un cierto orden de cómo ves los cuadros. La manera de interpretar tiene mucho que ver con quién está observando el trabajo.

“Estado”, el cuadro amarillo, tiene una interpretación de riqueza, una interpretación más propia de esta región. La “capa de Judas” es siempre de color amarillo, significa abundancia en occidente.

Hablando de “Estado”, el color mezclado con la infraestructura nos genera también esa aversión a las máquinas, nos hace sentirlas imponentes.

Si lo artístico en la arquitectura es lo que no es funcional, al trabajar con infraestructura es ver la funcionalidad al ciento por ciento. Por ejemplo, el otro cuadro, el de la plataforma petrolera marina, muestra todo en su perfecta funcionalidad. No hay un tornillo que no deba estar ahí. En ese sentido, es como la anti-arquitectura, totalmente lo utilitario. Las experiencias, el tiempo, la situación humana de estos espacios quedan en segundo plano. Solo es ergonomía y ya.

Foto: LTM PhotoStudio

En tus anteriores exhibiciones nos habíamos encontrado con más personajes humanos. Ahora apenas los encontramos en uno de los cuadros. ¿Por qué decidiste excluir a los humanos de “Dinámicas de Poder”?

Me parecía interesante la posición del espectador como humano, en contraposición a lo arquitectónico y lo natural. Lo arquitectónico siendo una proyección, una necesidad humana de crear su espacio, en lo que uno pueda funcionar. Por otro lado, tienes a la naturaleza. Es ahí cuando te preguntas ¿con qué te sientes identificado? con lo natural, lo orgánico, o con lo artificial, la estructura. Es esa como la relación que se contrapone.

Hay un video también que nos invita a despertar esa sensación de tener que escoger, ¿no?

Sí, nos muestra esa cierta animosidad de la planta que se basa en el texto de Heidegger sobre el contenedor y el contenido (ver el texto). La arquitectura como una delimitación de vacío y Heidegger lo muestra desde un contenido que se relaciona mucho con lo humano. Es una vasija con agua, el agua se evapora, la vasija se queda. Igual que nosotros.

Tenemos una relación muy encariñada con el espacio porque cuando morimos el espacio se queda. Ahí entraría esta crítica, porque si tú coges la misma lógica pero desde la planta, es decir el contenido orgánico, es lo anti-arquitectónico, lo violento. La planta siempre termina destruyendo a su contenedor, la maceta. En las otras exhibiciones era lo humano y lo modernista, con mucho cemento en la obra. En cambio, aquí hay menos humanos, pero entran muy fuerte las plantas, vistas como una especie sumamente activa, mas no como un elemento de contemplación, un río, una piedra.

Una amiga de Siberia fue forzada junto a su familia a vivir ahí cuando era pequeña. El momento en que cayó el sistema comunista y todos quisieron salir. Ella, ya cuando vivía en Polonia, decide regresar unas vacaciones hacer un viaje hacia su pueblo en Siberia, 15 años después. Pero me decía que sentía como si tuviera 300 años. Le impactaba cómo los árboles atravesaban las aceras, ramas, raíces creciendo a través de las paredes, saliendo por las ventanas. Todo había sido devastado por las plantas.

En toda su imponencia, la construcción en sí carece de fuerza

Claro, es eso. Estuve leyendo estudios científicos en los que analizan a las plantas y concluyen que la fotosíntesis “coquetea” con la palabra inteligencia. Me llamó la atención que las plantas tengan esa “inteligencia”, pero les haga falta una consciencia, sentimientos. En los videos podemos escuchar que la música de fondo es Luzifers Abschied del autor Karlheinz Stockhausen. Cuando le preguntan a Stockhausen en una entrevista sobre esa ópera, para él qué es Lucifer, responde “inteligencia pura, sin sentimientos”, o sea exactamente la misma descripción que utilizaron estos científicos para referirse a las plantas.

En lugares como Chernobyl o Fukushima, hay también una relación interesante entre estructura y planta o más bien, y animal. En Chernobyl hay manadas de lobos que están albergándose en esa pareferia que está vacía. Sin mayor mutación habitan las casas abandonadas. En Fukushima hay en cambio, una invasión de jabalíes que se reproducen a gran velocidad y el gobierno ahora paga para que los maten. Pero no saben qué hacer con los cuerpos, porque están llenos de radiación.

Por eso me gusta el cuadro “Domingo” donde se ve que están siendo aislados los humanos, como presionados por esa sombra, se siente que hay un desplazamiento. Es una posición que sugiere revisar la ética porque creo que hay una relación de victimización de lo natural, de la maldad del humano en cuanto a lo natural, y cuando vez eso, la víctima del hombre es el hombre mismo.

Foto: LTM PhotoStudio

Cuando lees el nombre de la exposición, con la palabra “poder” asumes una especie de batalla entre lo natural y lo artificial. Esta dicotomía entre ambos lados, ¿es una sugerencia a que veamos el papel de los humanos? ¿Ves realmente como opuestas estas fuerzas?

Ves que las fuerzas de lo natural, de lo orgánico son sumamente violentas. Que el momento que te detienes, se recoloniza el espacio de lo natural. El hecho de estar hablando de ciertas estrategias de la naturaleza, las especies ves que están mucho mejor equipadas en el sentido darwiniano. Si bien una planta es frágil, frente a catástrofes contemporáneas ellas no son tan débiles, al que más le afecta es al ser humano, y son increíbles estas situaciones. Los humanos lo vemos diferente: a menos posibilidades de sobrevivir, nos movemos de espacio. Las plantas no pueden hacerlo, pero también manejan su estrategia, pero son sumamente complejas. Si pasa algo en ese territorio, tiene que crear mecanismos de supervivencia desde el mismo espacio. Tiene que pasar el desastre por encima y quedar vivas. Y al contraponer lo arquitectónico con lo orgánico ves cuál es el lado fuerte y cuál es el débil. Las plantas, en el sentido darwiniano, tienen una supervivencia mejor encaminada.

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A ratos como humanos, la imponencia de las estructuras nos hace pensar que pueden ser más poderosas que cualquier otra cosa, hasta que surgen estas puestas a prueba. En uno de los cuadros de Echeverría Kossak, como para desmentirlo, somete a varios prototipos de la famosa DutchHouse a una marea de plantas gigantes que las hacen flotar. Es entonces cuando se hace más evidente cuál es la estructura viva y cuál es la artificial y cómo la inteligencia de la viva puede ejercer poder sobre la otra.

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¿Qué papel juega la fantasía en estas situaciones donde vemos, por ejemplo, objetos flotando en espacios de no-ficción?

Odio la fantasía. En general, la fantasía para mí maneja otro tipo de narrativa. Mi punto es más bien buscar contenidos dentro del mundo real, más que inventarse mundos.

¿Estas situaciones a veces salen hacia el espectador? Hay puntos de fuga en las obras que nos generan esa impresión, como si se vinieran hacia nosotros. Como en “Estado”, el cuadro amarillo.

Sí, el amarillo tiene fuerza, es un color que sale en la composición. En general, por percepción, los fríos tienden a retroceder, los cálidos a avanzar y al jugar con la línea del horizonte estás jugando con la posición del espectador, le haces sentir grande o chiquito, sobre todo en formatos grandes. Como pintor, uno trata de tener el mayor control sobre la percepción de la obra, pero obviamente la pintura no es un lenguaje, así que también tiene que ver con lo que el espectador trae. Primero proyecta su expectativa sobre la obra, y de ahí recién dialoga con la obra.

¿De esta muestra hubo obra que quedó fuera?

Sí, quedaron ahí algunos cuadros que quedaron a la espera para luego tomar otra dirección.

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