«De un festival no puede vivir una escena»

por Marcos Echeverría Ortiz

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La historia de los festivales masivos en Ecuador comienza en 1987 con Al Sur Del Cielo. Durante las siguientes décadas, aparecieron La Fiesta de la Música y el Quitofest, por nombrar algunos de los más importantes.

Cada uno, siendo consecuente a su momento histórico, fueron montados con la consigna de generar espacios de difusión para la música alternativa. Ese era el concepto primordial. Unir en una sola tarima a una escena creciente y darles exposición. Estos eran la punta la de lanza para las bandas.

Hoy, la idea de lo que representa un festival ha evolucionado, y esto tiene que ver directamente con la forma en la que consumimos música. Sí antes pretendíamos ver a una sola banda en vivo, era porque comprábamos su nuevo álbum y lo escuchábamos hasta que se dé la vuelta entera…y lo volvíamos hacer. Ahora, todo es menos ceremonioso. Entramos a You Tube o Spotify. Somos selectivos, armamos un playlist con una o dos canciones de ciertas bandas. Tenemos motivación en esa pista, esa canción, esa melodía. Por eso la idea de festival es tan atractiva: pagas por un número de bandas y un cierto número de canciones y en un par de días experimentaste el playlist de tu ipod, en vivo.

Sí, nuestro acercamiento a la música cambió y El Carpazo se acopló a este nuevo ritual. Aunque el concepto primordial es dar espacio a las buenas propuestas locales, esto es lo que propone la tercera edición de este evento.

La idea de “festival”, ¿qué representa para las nuevas generaciones?

Es un concepto bastante nuevo, no a nivel mundial pero sí pensando en la región. Siempre hubo la iniciativa de hacer festivales y juntar bandas, pero despuntó por Lollapalloza en Chile hace 5 o 6 años. A partir de eso la réplica de festivales en la región. Si han existido festivales más antiguos, no es un concepto tan nuevo pero sí ha ido evolucionando…hacia tener una nueva experiencia que incluyen otras actividades durante varios días. Siento que es un momento interesante y nuevo para seguir creando nuevos públicos y que ellos comiencen a visualizar los eventos de otra manera. Ya no como entrar, pagar, estar parado, ver a tu banda y salir. Sino verlos como experiencias.

¿Cuál es el caso de El Carpazo?

Desde el año pasado hemos propuesto esa nueva experiencia de lo que ha sido un constante aprendizaje, de cómo lograr que el festival se vuelva una experiencia interesante para el público y para todos los aliados que participan. Estamos empezando este proceso, nos falta construirlo y la gente. Todo el público que se va sumando año tras año, se sorprende de las diferentes cosas que se pueden hacer. Personalmente, he vivido la experiencia de festivales en otros países y ya hay la noción de “festival”. Van familias enteras, preparadas, ya saben a lo que van. Acá nos falta construir eso, pero es bacán como lo está tomando la gente.

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Carteles de las dos ediciones pasadas.

Los festivales mutaron, trascendieron a la música. ¿Qué tan beneficioso se ha vuelto esto para lo que verdaderamente importa? En la carpa de música electrónica en Coachella, lo único que le interesa a la gente es irse de fiesta. Se meten 3 pepas y no salen de la carpa sino hasta que los agentes de limpieza los mueven. El periodista musical español Victor Lerone dice que los festivales se han vuelto en el actual medio “alternativo” para reunirse y socializar.

Los festivales se han convertido en el boom, en la moda ¿Cómo construir un festival que sea sustentable a lo largo de los años?

La producción tiene que ser mejor, las actividades, los servicios….no solo tienen que estar ligados a la música. La música es el anzuelo principal por el que vas, pero esto va ligado hacia toda la experiencia, hacia la comunidad. Hay festivales que van liderando en ese proceso, que ya han pasado a un nivel de producción, de oferta y elementos visuales espectaculares para el público. Coachella, Burning Man, Glastonbury… son producciones espectaculares que demandan muchos recursos pero que también ofertan más experiencias. Me parece que esto va creando alianzas entre público y festivales, cada vez más estrechos.

Pero, para mí, es importante que El Carpazo no se convierta en evento de compra y venta de entrada, sino que podamos construir comunidades, un grupo de gente que responde y demanda algo en común. Eso es esencial para que se mantenga a futuro, una idea de libertad para que dentro del festival no exista una marca o un gobierno que te diga dónde puedes hacer o no un evento.

¿Cómo captar y mantener un público nuevo?

Lo principal será incluir otros géneros y bandas que sean el atractivo. Este año tenemos bandas que tocan punk rock, otras que responderán a una tendencia más indie y actual. También tenemos algunas propuestas que responden a  generaciones más viejas…estamos incluyendo cosas para niños, para que vayan en familia y sea otra experiencia.

Tenemos que seguir abriendo el espectro, con sus limitaciones. No sé si podremos incluir todos los géneros extremos. Por otro lado, tenemos bandas internacionales que son lo suficientemente atractivas. Este año es Brazilian Girls. Hay un montón de gente que pone “asistir” en el evento y viendo en redes, no tenemos ningún amigo en común, eso quiere decir que no son parte de la escena, que no conocen a las demás bandas. Entonces es súper interesante porque se van a topar con un montón de grupos y por eso El Carpazo se convierte en una plataforma válida.

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Line up de este año. Radio COCOA tendrá su propio escenario.

Un rol común de los festivales actuales es proyectar y posicionar a nuevas bandas, totalmente desconocidas ¿El Ecuador está preparado para escuchar nueva música a partir de los festivales?

El país como tal, no. Mucha gente sigue escuchando la misma música de hace 15 años atrás y no tiene el más mínimo interés de investigar y conocer nuevas cosas. La mayoría, se quedaron en su burbuja de espacio-tiempo, pero hay gente más joven, en su mayoría, que tiene esta tendencia por atreverse a esta nueva ola de propuestas musicales.

La escena, en este círculo alternativo independiente, si existe un interés de conocer nuevas cosas y la gente en los bordes de este público, también empiezan a abrir su cabeza y comienzan a escuchar propuestas locales. Puede crecer, no sé si mucho, pero si existe público al que le podemos “reclutar” para que se lance. El país está en un estado atrasado, conservador, es una especie de convento gigante que limita esa libertad de expresión para consumir arte.

¿Cómo se evalúa la selección de bandas?

Este año llegamos a tener dos cabezas internacionales (Los Tetas y Brazilian Girls) y dos nacionales (Tanque y Biorn Borg, esa fue la razón principal de joderles para que se unan día a día).

Para la suma de otras propuestas nos pusimos a escuchar álbumes día a día, viendo como estas bandas se están moviendo, si están tocando, aportando en algo a al escena, construyendo su público, haciendo videos, que estén activas. Esto para nosotros pesa mucho. Aparte de esto, saber cuál es la propuesta en su sonido y temática. Proponiendo y arriesgando, eso es lo bacán.

En Quito cada vez hay menos venues ¿Los festivales se podrían convertir en el espacio adecuado que lidere la exposición de música?

Es solo uno de los elementos. Pensando en el Carpazo, este es uno de los objetivos, crear un espacio y dar libertad a exponer estas propuestas. Es un elemento más, no como “el espacio principal”. Eso pasaba en el Quito Fest y del putas que sea el reto para las bandas, pero esa no tiene que ser la única razón para hacer música. Las bandas están esperando que con participar en un festival ya se te van a abrir las puertas, pero esto es solo un momento y a partir de eso hay que seguir trabajando. Hay que meter el bichito para entusiasmar a la gente, a que asista. El festival tiene que aportar, pero no convertirse en la punta de la lanza. De un festival no puede vivir una escena, una banda, un músico.

 

 

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