Las autopublicaciones difunden voces individuales que se expanden de manera independiente. La formación de algunos colectivos viene de la mano del fanzin, un tipo de autopublicación que a través del dibujo o la ilustración cuestiona los medios tradicionales.
Las autopublicaciones difunden las voces individuales que necesitan expandirse de manera independiente. Este medio de comunicación libre y sin censura no conoce límites de formato y contenido.
El mensaje se emite de manera personal, lineal y directa desde los gestores hacia la audiencia. Ahí es cuando entran los fanzines, aquellas publicaciones fuera del radar de la mayoría de la sociedad, que se comparten y se distribuyen entre grupos con intereses similares.
Los fanzines sirven también como excusa para la creación de colectivos con intereses similares, que los producen y también los consumen. Estas publicaciones cuentan la historia poco atendida por la hegemonía de los medios de comunicación tradicionales.
Históricamente derivado del cómic, las publicaciones para su autoconsumo han conquistado todos los formatos. Hay fanzines pequeños, otros de gran tamaño, con múltiples dobleces, pestañas, bolsillos, otros llanos y simples. También hay los que tienen una historia o guión y los que expresan todo con una imagen.
Algunos de derivan del dibujo, otros de la ilustración. Otros se preocupan más por difundir la escritura o la poesía. Incluyen textos, imágenes, dibujos y hasta canciones y stickers y la premisa consiste en que sean creaciones personalizadas, muy de autor con un mensaje o temática. Por eso puedes encontrar algunos muy simples, hechos con fotocopias y grapas, pero también los hay con producciones más elaboradas tipo revista o algunos que no ven el papel siquiera, sino que se mantienen en formato digital. Todo esto muestra la versatilidad del fanzine y su constante mutación. El objetivo máximo: compartir los contenidos de quien los crea.
Eso quiere decir que el fanzine no es necesariamente algo under a lo que unos pocos tienen acceso. Cualquier publicación autogestionada, de tiraje corto se puede considerar parte de la familia del fanzine.
Sin pedir permiso y desafiando cualquier tipo de censura, los artistas lanzan sus ideas sin esperar una mayor recompensa económica. “El simple hecho de autopublicarse es una forma de militancia contra el sistema”, dicen los chicos de Kuzkina Mat, un grupo de fanzineros quiteños.
“Las impresiones hablan de temas que no se toparían en un medio masivo, como sexo, género, religión y control” dice HTM. Para él, lo más importante es que los mismos gestores y expertos están atrás de las publicaciones. “No es que un periodista esta escribiendo de punk», dice como ejemplo, «los mismos punkeros publican para su autoconsumo”. De esta manera ellos escriben su punto de vista de la historia no contada.
El HTM (iniciales para Hazlo Tú Mismo), aparte de ser un creador independiente y un coleccionista, participa en algunos proyectos colectivos en el mundo del fanzine. “La creación de grupos con los mismos intereses y la formación de nichos culturales ha sido un papel primordial atrás de los fanzines y la contracultura”.
En conjunto con 10 artistas está atrás del Zinedikato del Fanzine, además de gestionar Runa Microeditorial. En conjunto con Aro Verse (Adriana Vargas) organizó el festival La Cachina de publicaciones independientes. “Es una asociación de apoyo a este arte siempre rebelde, una excusa para juntarse y avanzar en grupo”, dice ‘Ache.
La recompensa va más allá de una remuneración financiera. “Los fanzines son para mí una oportunidad de dialogar con el espectador sobre temas que me inundan la cabeza,” dice Ariadna Vargas, artista plástica mexicana y una de las cofundadoras de Runa.
Ariadna trabaja de manera solitaria en algunos proyectos inspirados en la sátira feminista de su vida cotidiana. Al mismo tiempo, reconoce la fuerza del colectivo tras las publicaciones. “El trabajo en grupo puede elevar el significado del fanzine”, dice ella, mientras me cuenta sobre Nua. Este proyecto de Poder Amazónico colabora con artistas mujeres de toda América Latina y expone temas sobre el cuerpo. Así, el vello púbico, la masturbación y el derecho sobre nuestro cuerpo son temáticas que aparecen impresas en este zine.
Ella relaciona su trabajo editorial con una forma de hackear el sistema y confiesa sentirse como una pirata al momento de publicar “sin pedir aprobación”.
En el mismo navío de contracultura se encuentra el colectivo Kuzkina Mat, que además de vivir juntos comparten un fondo común. Con la venta de sus fanzines han logrado adquirir un triciclo. El inicio de la venta ambulante busca expandir el alcance de su mensaje y encontrar más seguidores.
“Para nosotros trabajar juntos nos impulsa mejorar la calidad de nuestro trabajo, nos motivamos mutuamente y compartimos ideas”, dice K-LA-K “no mantenemos una línea editorial pero de cierta forma todos estamos sincronizados”.
El colectivo atrás de Lesparragusanada funciona un tanto distinto. Con la experiencia de más de diez años en el mundo de los zines, ellos son casi una leyenda. También en busca de calidad en contenido, este grupo realiza sus publicaciones a través de un concurso.
Una convocatoria abierta se convierte en una galería formato revista con la participación de distintos autores y estilos. Su tiraje reducido y la publicación anual aumentan la exclusividad en esta revista.
La Esparragusanada ha sido ganadora de fondos concursables del Estado y ha hecho lanzamientos en Guayaquil, Ambato y Cuenca. La ridiculez diaria, la sátira ilustrada y reírse de nosotros mismos, son temáticas que tratan su última edición (No. 4).
“El fanzine se ha transformado y en estos últimos años a despertado más el interés público y ha encontrado su voz”, dice Jorge Chicaiza, «la unión de artistas permite este crecimiento simultáneo de tantos medios de expresión libre”.
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