Después de muchos proyectos musicales, autogestionados e independientes, David Rojas junto a su novia María Beatriz Crespo nos presentan uno más: Hiato, una muestra de la versatilidad del autor en su camino breve, pero sobresaliente como buscador de nuevos sonidos de baja fidelidad.
Hiato llega en un momento de abundancia de ideas en la cabeza de David. Fue el baterista de De Pelucas, trío guayaquileño donde compartía cancha con Tomas Cansing y Vladimir Kusijanovic. En un proceder parecido al de las bandas Tame Impala/Pond, rotaron un poco sus puestos y agregaron a la formación un nuevo miembro para dar vida a El General Villamil, la evolución más completa y madura de De Pelucas. Un surf rock psicodélico que funcionaba de cierta forma, en paralelo con su antecesora banda. El General Villamil, a menos del año de lanzar su EP debut (autoproducido, automezclado, autodistribuido), ya empezaba a sonar en todos lados. O sea, en shows por toda la ciudad, en lugares donde hay muchas tocadas (Fediscos, Diva Nicotina).
El cómo del debut también tuvo su particularidad. Rojas hizo su propio sello, La Casa Del Gato, donde además de albergar a todos sus proyectos, hospeda otros ajenos como Pastizales (Cuenca), Peter Goodend (cantante de Lolabúm) y un par más, ayudándolos a sacar material físico y a llegar a plataformas de distribución online como Spotify o Itunes. Como David, no hay mucha gente en la escena guayaquileña. Emprendedores que buscan y si no encuentran crean formas de lucrar de su trabajo, siempre yendo un paso más adelante y saliendo de lo esperado. Dio lugar al nacimiento de un proyecto solista, Indiegente, del que sólo vimos un álbum. Pero de él pudimos percibir su naturaleza extremadamente cruda, lofi, que nos ayudaba a entender más o menos los borradores o los cimientos de El General. Teniendo los medios, David saciaba las ganas de componer en sus momentos solo. No todas las personas recordarán muchas de sus tocadas y probablemente no continuará con muchas ganas en el futuro.
Hiato cae de sorpresa. Después de dos años y medio de relación, la pareja Crespo-Rojas decide lanzarnos esto: un proyecto conjunto. Incluso el nombre es interesante. Hiato, la separación de las sílabas, sólo que en este caso es un trabajo de dos, que no hubiera sido posible de no haber existido una unión. El EP, homónimo y compuesto de 5 canciones, habla por sí solo. No apela a las masas, no creo que busque apelar a nadie mas que a los dos autores. Está cargado de sintetizadores extensos, pesados que van degradándose durante cada canción, sin mucho color, y de drum-machines estáticas. También tiene intensas líneas de bajo que van bailando encima de todo, a rato vocales repetidas y casi murmuradas. Por ejemplo, el primer tema, «Tokio Intro», es el tema más denso y gris del EP, con teclados cortantes y paredes muy gruesas de bajo, un sampleado de drum-machine que le da un poco de vida pero que se corta y toda la dirección de la canción se va haciendo mas y mas amorfa mientras avanza.
El segundo track, «Bonsai», se nos presenta en cambio una batería real, guiada por un bajo mas apreciable y fácil de digerir, y unos sintetizadores más melódicos, recordándome a algunos puentes instrumentales y otros de Tame Impala por algunos de los remates de la batería y lo matizada que suena. Ya aquí empieza a coger un poco más de norte todo. Más o menos lo mismo en «Zeta ll», batería, bajo y sintetizadores que aquí van evolucionando mucho más, como si crearan ecos durante todo el camino.
«Pelo largo» es la solidificación de la idea de este sonido, aunque aquí se siente mucho mas post-punk casi instantáneamente detectable el sonido Joy Division, es inmediato porque se suma una guitarra que delata en seguida la influencia. La segunda mitad del tema ya cambia un poco más. Los sonidos eléctricos del teclado una vez más toman el control y unos vocales repetido le dan poco a poco forma a todo. «Úrsula» se encarga de acabar el viaje, tomando distintas direcciones durante sus dos minutos. A eso se adhieren capas de sonido que a veces chocan un poco y confunden antes de momentos de claridad donde la batería cambia de ritmo constantemente, para morir en un instante que toma al escucha desprevenido. Una vez más, David muestra su habilidad para inventarse proyetos y María Beatriz Crespo agrega un toque a la mezcla que deja en claro que el dúo puede aportar innovación a la escena local.