La música los llevó a la China y desde ahí mostraron la locura que significa unir dos mundos a través del piano, un instrumento occidental, y la ocarina, un instrumento que muchos pensaron que solo existía en los videojuegos.
La ocarina: dícese del instrumento mágico que Link toca en The Legend of Zelda, que al tocarla, le permite viajar en el tiempo, cambiar el clima, teletransportarse, entre otras cosas. Ya, ese instrumento, sin tanta magia, es real, viene de la China y fue la razón, junto con el piano, para que dos ecuatorianos viajen a ese país y hagan de las suyas con la música de allá y con la de acá.
Juan Pacheco se sienta en el piano y empieza el intro de “A song for Taiwan”, una canción para la que hizo los arreglos cuando empezó a trabajar con Alonso Quijano, el ecuatoriano pro de la ocarina. Esta canción fue parte del camello al que le dedicaron seis meses, hasta diciembre, cuando volvieron a Ecuador con los deberes hechos.
Los vemos ahí encima en el escenario y ni imaginamos todo lo que hicieron aparte de tocar en el Xiamen University Hall, de ese país inmensísimo. Por eso, hagamos un flashback hacia 2015, cuando les llamaron para proponerles un proyecto cosa seria: El gobierno de China, interesado en crear el link con Ecuador, les busca y les invita a que pasen seis meses investigando cómo pasar sus canciones tradicionales a la notación de lectura musical occidental. El uno, Quijano, sabía chino, entender lenguaje técnico, tocar la ocarina con una sutileza monumental. El otro, pianista sensible, de cepa empírica y académica, sabía hacer los arreglos y se sentía capaz de agarrar la música china tan diferente a la nuestra, para escribirla e interpretarla con el toque de fusión ecuatoriana que correspondía.
Dado el reto, se fueron en julio del año pasado, sin pensarlo demasiado. “Hay una similitud, usan la pentafonía como nosotros. En Ecuador utilizamos la pentatónica menor y empezamos en la, que suena triste. Ellos inician la pentatónica en do y suena más alegre, pero esas cosas te das cuenta en el lugar”, cuenta Juan.
Trasladaron del sistema tradicional basado en signos y números al sistema de pentagrama y notas musicales que nosotros conocemos en este lado del charco. En esas vueltas de lo desconocido, se encontraron con un halo de misterio fascinante para trabajar al que le sacaron el jugo. Literal. En esos seis meses hicieron arreglos para diez canciones para piano y ocarina, escribieron un libro de arreglos tradicionales fusionados con música ecuatoriana y grabaron un disco al que titularon Nubes Plateadas. Ah, y claro, hicieron la respectiva gira por China, Japón, Corea del Sur, Hong-Kong y Macao.
El nombre del disco no es casual. Otra similitud que encontró Juan y que la cuenta con una sorpresa natural en su rostro, fue la diferencia en el enfoque a través del que vemos la música en ambos hemisferios. Aquí le damos importancia al ritmo, y en ese lado, nada, la melodía prima sobre todas las cosas. “Aquí preguntas si te gusta la salsa, el pasillo, el sanjuanito, todo basado en el ritmo. Allá te hablan de la melodía del sol, la melodía de la flor de jazmín, la melodía del volcán”.
Aún a Juan le cuesta salir de ese flip con el que vio de pronto la vida alrevés. China le abrió la caída a una cascada de secretos sólo por tocar el piano. No va a olvidar cuando le vieron con pinta de hombre forastero, en un escenario en la Muralla China “hasta que empecé a tocar ‘Reír Llorando’”.
La música todavía no sale a plataformas digitales para ser escuchada, pero atentos, porque ya mismo tendremos a Nubes Plateadas iluminando nuestros días. Y ya saben, la ocarina es real, tanto como el piano, y no la tocan solo en Zelda, ni al otro lado del mundo, sino aquí, cerquita, en Quito.