Cuando el solsticio de verano llega, la ciudad se convierte en festival. Recorrimos la Fiesta de la Música 2017.
Cuenca es históricamente reconocida por su nivel de participación con las artes. Múltiples áreas como la pintura, la música y la literatura son escenas latentes dentro de la ciudad.
Uno de los eventos más esperados de año es «La Fiesta de la Música», un festival que tiene 20 años de historia y que se ha convertido en un escenario fundamental para proyectar música de artistas y bandas independientes.
Dos días, dos ciudades y 40 bandas fueron parte de la programación de este año organizada por la Alianza Francesa en cooperación con la Embajada de Francia.
Día 1
Azogues inauguró la fiesta el viernes 16 de junio. Desde las dos de la tarde hasta las siete de la noche, bandas de la escena cuencana como Molicie y Los Despachos llenaron de psicodelia la capital cañarense, a pesar de la reducida audiencia del público.
Mientras tanto, en la Universidad del Azuay la gente tripeaba con Zura, Pa’Jazzos, UNXPCTD y Re-Evolution Band, bandas emergentes locales que proponen jazz, funk y techno. Este concierto estuvo acompañado por un show audiovisual más la pintura en vivo de Gabriel Zamora, artista plástico cuencano que coloreaba el lugar.
Día 2
Por la mañana, el pronóstico del clima indicaba que se avecinaba la lluvia. No obstante, el cielo se reveló y el intenso sol golpeaba la nuca de los fans que programaban su asistencia a los 5 escenarios regados por la ciudad: Indie, Electrónica, World, Rock-Metal y Variedad.
La emoción era evidente y mientras caminabas por el Parque Calderón podías escuchar comentarios de fans empedernidos: «Hoy es un buen día para darse duro». La expectativa por los míticos pogos eran reales.
La Catedral y los puestos de dulces tradicionales -efecto del Corpus Christi- rodeaban al escenario Indie en el Parque Calderón. Ahí se presentaba Matazar, banda conocida de la escena cuencana. La banda proyectó energía y sus composiciones de rock experimental hacian cabecear al creciente público que se congregaba frente al escenario y sus alrededores.
Posteriormente y por primera vez en Cuenca, se presentó Draco and the Zodiac, procedentes de Quito. El público se contagió de la alegría de sus trajes: pijamas enterizas de distintos dinosaurios de colores, que junto a su electrizante sonido a ‘lo Strokes‘, hicieron bailar a todos. Temas como «Shadows» y el nuevo hit «Get It On» proyectaron un sonido electrizante con la presencia de guitarras llenas de brillo y líricas en inglés.
La expectativa por ver al headliner del escenario Indie se alimentaba de emoción y caos mientras la gente presionaba y se conglomeraba frente al stage. El lugar reventó con la llegada de Letelefono, «la banda menos bailable del Ecuador», como ellos se catalogan.
Su setlist estuvo cargado de canciones pegajosas que pusieron a bailar al público gracias a las juguetonas y distorsionadas guitarras. Las dramáticas letras de «Lapras» y «El Planeta (mi amigo policial)» fueron cantadas a morir. Después, los ansiosos fans pedían a gritos el toque de temas como «Edificios», «La Estación Espacial» y «El Fin del Universo».
Para retribuir la emoción de sus fans, la banda no escatimó y montó un show cargado de sorpresas. Por ejemplo, hubo stickers del videoclip «A la Espera», Leonel Sánchez tocó el ukulele como invitado especial y Mini-Larry, la mascota de juguete de Letelefono, tuvo su espacio reservado sobre el escenario. Pero el momento más bacán fue la lluvia de conchas sobre la cabeza del vocalista Leo Espinoza, performance que representó la frase: «Estoy cubierto en oro, me convierto en oro. Estoy bañado en oro, y lo siento», de la clásica canción «Cristina».
Tras el show, el siguiente escenario a visitar era El Variedad, ubicado en el Parque de la Madre para ver a La Madre Tirana.
La Calle Larga y Las Escalinatas se inundaron de gente que se dirigía al parque. Al llegar, se podría ver el césped y las orillas de la tarima cubierta de fans. La llegada del Mati López y el Flaco Arévalo, músicos de la banda, anunciaban que era hora de presenciar ‘la tiranía’.
Cuenca tembló a través de canciones como «Barcos Ebrios», «Agripina Rock N’ Roll» y «Alferecía». El primer pogo se armó y el descontrol era alimentado por el sonido explosivo del escenario.
Con atuendos diseñados por Gala Arias, ‘La Madre’ dio el primer golpe a este escenario. Pero no podían despedirse sin una última canción. Para tocar «El Cuadro» invitaron a Daniel Sorzano, vocalista de Les Petits Bâtards. El público estalló, coreó el tema y quedaron con las ansias de ver la siguiente presentación: el último show de Les Petits en Cuenca.
Después de un abrazo grupal y con los gritos de la audiencia que decían «¡No se separen! ¡No se separen!», salieron los ‘pequeños bastardos’ al escenario. La banda quiteña empezó su show lleno de sentimentalismo por ser el último concierto en esta ciudad, pero la banda sonrío y cambió el ambiente gracias al abrumador coro del público que cantaba sus canciones.
Con una infatigable energía, Daniel Sorzano proclamó su amor a Cuenca y cantó «Sol», «Perros», «Ficción» y «La Estación». Martín Flies la rompió en la batería, Tomás Villafuerte cabeceó mientras tocaba el bajo y Mateo Castillo intercaló su show entre los teclados y la guitarra.
Para finalizar, Daniel se tiró al público, armó pogo y cerró el concierto con una inédita canción: Sade.
La noche cayó y era momento de ir al escenario Rock-Metal en la Plaza del Otorongo. En mi camino hacia ese lugar me topé con el stage Electrónica de la Unidad de Cultura. We and the Machines puso a bailar a todos. Sus beats orgánicos y su lenguaje electrónico se mezclaron de visuales y luces impecables que acentuaban la fiesta.
A un par de cuadras, en el Teatro Carlos Cueva Tamariz, el grupo quiteño QSYDF lanzó rimas envueltas en funk y hip-hop. Su sonido emergente puso a saltar a todos mientras una explosión de confetti acompañaba a temas como «H.N.O» y «Devuelta al Ruedo».
El tiempo corría y La Fiesta de la Música prendió la noche. En Otorongo, Fat Chancho se presentó con sus clásicas máscaras porcinas. Su setlist explosivo hizo cabecear a todos gracias a la disonancia de las guitarras. La batería al tope y el sólido bajo invocó a los metaleros de la noche a que se congreguen en un mosh-pit. Sudor y golpes resumió la presentación de esta banda.
Había que regresar al Parque de la Madre para ver a uno de los artistas más esperados: André Farra. El guayaquileño abarrotó el lugar y retumbó el escenario con su el hip-hop acompañado de guitarra, bajo, batería, saxofón, trompeta y coros. Su show energético tripeó el parque a través de sus rimas en inglés y en español. Su spanglish fue algo fresco a todo lo anteriormente escuchado e indudablemente incitó a bailar. Farra brincaba por el escenario y soltaba rimas mientras interactuaba con sus músicos y público. El parque llegó a ser una sola unidad cuando el rapero puso a todos a corear: «Heeeeey, hooooo, heeeeey, hooooo…». No se pudo pedir más, Farra estuvo a la altura de las expectativas.
Se hacía tarde y mientras unos esperaban los shows finales, otros se iban al último destino: el after. Ubicado en el Puente Roto, los chicos de La Casa Flotante, productora de eventos como El Descanso, organizaban el tradicional ‘After de la Musique’. El evento fue liderado por DJ Mic en un escenario a lado del río: El Puente Roto. Con el suspiro del agua y la música como acompañante, el after reunió a todos los que estábamos regados por la ciudad. En un solo lugar, cerramos el día en el que la música nos hizo recorrer Cuenca.