¿Cómo escuchar un disco?

por Jorge Bayas Lituma
¿En la casa? ¿En el carro? ¿En el trabajo? ¿Vinilo o cd? Tres músicos ecuatorianos hablan sobre la forma en que escuchan un álbum y cuáles son sus preferencias musicales.

Julio Cortázar, quien se preciaba de ser un melómano incurable, solía escuchar su música sin ningún tipo de distracciones, como si buscara que nada interrumpiera el contacto entre el sonido que brotaba del tocadiscos y el resultado del proceso que realizaba su cerebro. A lo largo de su vida, llegó a acumular una cantidad considerable de vinilos en las dos discotecas que armó —vendió la primera en 1953—. Sus preferencias se inclinaban al jazz, lo que quedó de manifiesto en las muchas alusiones que muestra su obra. Pero no tenía talento para la música, o, por lo menos, no un talento considerable, comparable al de su escritura.

Años más tarde, a principios de la década de los 70, un iconoclasta jovencito londinense se encontraba en plena época de descubrimientos. No podía comprar todos los discos que quería, pero aprovechaba su paso por las tiendas que permitían un corto deleite a los melómanos, para escucharlos con apremio, en jornadas sucesivas. Según él, consumía de todo, desde Status Quo hasta Rajmáninov, pasando por el rock poderoso de Alice Cooper hasta los sonidos casi imposibles de digerir de Capitain Beefhart.

También odiaba el rock progresivo, creía que los Beatles sólo tenían dos álbumes buenos y que, en lo que a música se refiere, la complejidad no era necesaria: bastaban tres notas para hacer una buena canción. En suma, uno de los pioneros del punk tal y como lo conocemos. ¿Su nombre? Ya deben tenerlo claro. ¿No? Pero igual lo diré: Johnny Rotten.

Los ejemplos anteriores distinguen entre un creador y el simple melómano. Aun así, un músico debería ser, por regla general, además de un compositor o un intérprete, un melómano tremendo. No importa si se compra los discos o paga una suscripción a Spotify, o si, sencillamente, los escucha gracias a préstamos y descargas.

En la casa, el carro, en el bus, en el estudio. La lista de lugares preferidos para escuchar música es inagotable. Lo son también los hábitos para ponerse a escuchar un nuevo disco o un viejo favorito. Y no se diga la lista de preferencias, la cual arrojará a la luz discos que, estamos seguros, serán un gran descubrimiento para ustedes y para mí. Sin más preámbulos, he aquí una inmersión en la melomanía de tres músicos ecuatorianos.

Método MC

Método ha venido pegando fuerte en los últimos tiempos, en especial con el lanzamiento de Cromo, obra potente y variopinta que sobrepasa el mero hip-hop, tanto por las colaboraciones como por la naturaleza de los samples. Y es que los intereses del rapero cuencano afincado en Quito se expanden mucho más allá, al punk, al reggae, etc.  Todo ello complementado por una gran reverencia a la escena musical ecuatoriana, que lo ha nutrido y formado.

Un consumidor copioso de una sonidos que lo acompañan en el día a día. “Suelo escuchar música bastante en la calle. En el bus voy con audífonos, y, antes de salir al mundo, por así decirlo, tengo conectados mis audífonos y sé qué es lo que quiero escuchar y qué lo que viene después. Ese es mi ritual. Hago mi playlist antes de salir a caminar. Y el viaje no lo siento, o sólo lo siento porque estoy enfocado en eso, en escuchar”, cuenta.

Pero la calle no es el único lugar en el que puede escuchar música con placer. De hecho, ni siquiera es el principal. Ese sitial privilegiado lo ocupa su estudio. No sólo porque allí puede hacer mucho más que eso, sino por la paz que le brinda, por la sensación que le da de que el tiempo no pasa, lo que sólo puede ocurrir cuando uno no está movido por el apuro.

Y si alguno de ustedes está pensando que a Método le gusta escuchar canciones en su estudio porque, al mismo tiempo que lo hace, puede cumplir con otra actividad, está equivocado. El músico cuencano es de aquellos que aman demasiado la música para dejar que otra actividad se interponga. Además de eso, dedicarse a percibir lo que tiene un disco, sin hacer otra cosa a la vez, entraña cierto respeto.

“No combino la escucha de discos con otra actividad porque un álbum está pensando por el artista para que no dejes de prestar atención ni por un segundo. Me parece una falta, o no aprovecharlo de manera correcta, el combinar eso con otra actividad. Es muy personal, pero a mí me gusta sentarme y escuchar el álbum, ver los artes y pensar, analizar qué me gusta de eso”, afirma.

Esta devoción por el disco lo ha llevado a escuchar con frecuencia álbumes enteros. Una actividad cada vez más rara, dado que, luego de décadas en que el LP fue el formato dominante en el plano musical, las prisas y saltos que imponen los tiempos que corren han dado una primacía creciente a los singles. “Para mí tiene full sentido escuchar el disco entero, porque el artista te va a querer contar algo”, puntualiza.

No obstante, Método no forma parte del bando de los nostálgicos peleados con lo contemporáneo. Por el contrario, ha sabido detectar los puntos fuertes de los nuevos formatos y las múltiples posibilidades que ofrecen. “La música trasciende el álbum y el single hoy en día, y ha pasado a ser un arte inclusivo, como le llamo yo, un arte que incluye otras ramas como lo audiovisual, el gráfico, lo sensorial, que es la suma de todas estas. Nos toca vivir la transición y ver qué es lo que viene después”, afirma.

Como en todo melómano auténtico, en la forma de consumir música del rapero cuencano hay un toque de hedonismo. Más allá de cualquier análisis que pueda hacerse sobre lo que motiva a una persona a cachar un disco, hay un componente fundamental y obvio: las ganas de escucharlo. No existe otra cosa. De ahí la idea popular de que escuchar un álbum debería ser un placer, no una obligación.

“Me pasó con el último disco de Mateo Kingman. Ya había escuchado el single que había lanzado previo al álbum. Tenía ganas de cachar cómo se desarrolla el álbum, qué es lo que tiene. Sólo tenía ganas. Eso fue lo necesario para querer escucharlo, porque lo disfruté bastante. Caché full cosas y me gustó full”.

Y, siendo un artista, para Método, la música de otros va mucho más allá del mero disfrute. Sirve también como fuente de inspiración para la suya, una especie de catalizador de su proceso creativo. “En lo personal, siempre me ayuda bastante a refrescar ideas, obviamente, no a robarlas, pero sí a enfrentar nuevos horizontes, a pisar tierras que no había pisado antes”, concluye.

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Radio COCOA: ¿Géneros que más escuchas?

Full trap, full géneros lo-fi. Porque el lof-fi no sólo es hip-hop, está involucrado en bastantes géneros. El concepto de género está en el limbo hoy en día, entre que quiere desaparecer o posicionarse más duro.

RC: ¿Primer gran descubrimiento?

Nathy Peluso, en la época que nadie le cachaba. Si no estoy mal, fue por el 2010, o 2012, que ella sacó un cover de Morodo, de un tema que me gusta full, “Querido Enemigo”, un rap con una letra brutal. Ella había hecho un coro cantado a manera de jazz acústico, cheverazo.

RC: ¿Y el último?

Nilo, que es un cantante de trap ecuatoriano que vive en España. Tiene una cantidad de música increíble y me emocionó saber que es ecuatoriano, que es un personaje bien apegado al trap.

RC: ¿Disco que has escuchado más veces?

0, de Sal Y Mileto.

RC: ¿Cinco discos para una isla desierta?

Passover, de Black Ángeles; CREMA, de C. Tagana; Todo va bien, de Sudakaya; el de Badbadnotgood y Gosthface killah; y algún compilado de Bob Marley (risas).

RC: ¿Vinilo, cd o digital?

Me quedo con el digital porque es un formato que no tiene fallas y te va a dejar escuchar las cosas tal y como el autor quiere que las escuches. Pasa diferente con el vinilo, que tiene una manera de escuchar distinta y conlleva un ritual más complejo. Yo me quedo con el digital también por el tiempo que permite optimizar.

RC: ¿Disco a nivel mundial que menos te gusta?

Creo que es el último disco de Residente. Estoy cansado de escuchar a un Residente que no cambia y que no plantea nada nuevo desde hace millones de años. Que el man te hable de la “mejor banda del mundo”, eso es algo que a mí no me tripea para nada.

RC: ¿Disco a nivel mundial (mejor uno poco conocido) que más te gusta?

Un disco de punk. Se llama Indestructible, de una banda llamada Rancid. Ese disco me puedo escuchar millón veces y no me canso.

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 Álvaro Bermeo

El vocalista y guitarrista de Guardarraya define su relación con la música de forma muy concisa. Le bastan unas pocas palabras para mencionar a sus principales referentes y resaltar la importancia que tienen en su vida y en su forma de hacer sus obras. En ellos es posible vislumbrar tanto la fuente que irriga la vena creativa de Guaradarraya como las influencias más obvias en el plano estrictamente musical.

No obstante, el diálogo con Álvaro inicia por lo principal: su manera de ponerse en contacto con los sonidos. Para hacerlo, no necesita de un sitio específico. Es capaz de dar rienda suelta a la melomanía en cualquier lugar. Un lugar que brinde un mínimo de comodidad al oído, eso sí. Por ello, pese a no tener uno en especial, se decanta por su casa, el sitio más obvio que cumple con su petición.

Una vez ahí, el ritual es muy sencillo y no precisa un resumen. “Si ya estoy en plan de ponerme a escuchar música y estoy en mi casa, un chafito. Un chafito, sin duda”, afirma. Ese ritual precede a una minuciosa escucha, excluyendo cualquier actividad o emoción que pudiesen interferir con el goce. Porque Álvaro, como otros melómanos, es ajeno a hacer otra cosa mientras escucha un disco, salvo que se trate de cocinar.

Y, siendo así, el vocalista de Guardarraya es miembro de esa esa extraña especie de individuos que escuchan los discos enteros. “Si te gusta la música y quieres profundizar sobre un artista, tiene mucho sentido escuchar un disco entero. Porque escucharlo te va a dar una perspectiva, una dimensión más amplia sobre ese músico”, explica.

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RC: ¿Géneros que más escuchas?

No tengo géneros preferidos y nunca los he tenido. Escucho de todo.

RC: ¿Primer gran descubrimiento?

De las canciones que me impactaron increíblemente podría mencionar dos: cuando escuché, de niño, “Billie Jean”, de Michael Jackson, que era una cosa que me volvía absolutamente loco, y cuando, más grande, escuché “La maza”, de Silvio Rodríguez, me quedé estupefacto.

RC: ¿Y el último?

El último descubrimiento, si te refieres a canciones y artistas, es un rapero llamado Tyler.

RC: ¿Disco que has escuchado más veces?

Sería Sensaciones, de Juan Esteban Cordero.

RC: ¿Cinco discos para una isla desierta?

Sensaciones, Thriller, alguno de Sal y Mileto, otro de Inti Illimani y alguno de Julio Jaramillo.

RC: ¿Vinilo, cd o digital?

Vinilo, pero como no tengo tocadiscos, cd.

RC: ¿Disco a nivel mundial que menos te gusta?

Nunca escucharía algo de ABBA o de Arjona.

RC: ¿Disco a nivel mundial (mejor uno poco conocido) que más te gusta?

No sé. Creo que en cualquier pregunta pondría a Michael Jackson. Siempre Michael Jackson.

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Sexores

Los miembros de Sexores fijaron su residencia en México hace un tiempo, buscando abrirse paso en otro territorio. El cambio ha funcionado, las cosas ya han empezado a suceder. Además de participar en muchos conciertos, han tenido la oportunidad de grabar una sesión para las KEXP Radio Sessions. Y, por si no bastara, un nuevo disco está cerca. Pero hay cosas que nunca cambian. En especial, un amor inmenso por la música que proviene de épocas más simples. Y eso lo demuestra David Yepez, quien asumió la responsabilidad de responder por la banda en esta entrevista.

Las respuestas a las preguntas son breves y potentes. La primera de ellas muestra hasta qué punto la música ocupa un lugar central en la vida. “Casi la mayor parte del día paso escuchando música pero creo que los momentos cuando más disfruto hacerlo es de camino al trabajo y de camino a casa. Me gusta asociar las emociones del día o partes de la ciudad con álbumes o playlists de turno”.

El ritual para escuchar un disco es sencillo. En la mañana, luego de levantarse, escuchar canciones en la ducha, y, después, camino al trabajo, en la oficina, o de regreso a su casa, dar una oída a las playlists asociadas a cada momento del día, en busca de que las canciones le den a un sabor, un color particular a cada hora. “Para mí, la música tiene un inmenso valor relacionado al tiempo, espacio y experiencias».

Por la naturaleza del trabajo, hay espacio para la escucha de discos combinada con otras actividades. “En mi oficina escucho mucha electrónica, ambient y experimentación, va muy de la mano a mi trabajo actual”.

En tiempos como los actuales, donde todo se fabrica y se consume a una velocidad pasmosa, hay una preferencia por la lentitud, la reflexión, el tiempo necesario para degustar una obra de arte como se debe. De ahí la elección de escuchar un álbum completo.

“Odio que el contenido tenga que ser perecedero, eso hacen los sencillos y la industria del mainstream, fabrican contenido perecedero. Los discos son experiencias completas, son conceptos, hay muchos recursos invertidos ahí. No es mi época favorita por estas razones, por la forma en la que se consume música hoy en día. Internet arruinó muchas cosas”.

En cuanto al valor de la música ajena como instrumento para la creación de la propia, este reside en la inspiración que brinda a un creador. “Si escuchas un disco que te gusta, quieres hacer algo como eso o incluso superarlo. Enriquece tu capacidad perceptiva”.

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RC: ¿Géneros que más escuchas?

Dreampop, synthpop, synthwave, dark wave, new wave, electrónica, drone, experimentación sonora, ambient, noise

RC: ¿Cuál fue el primer gran descubrimiento? 

ABBA.

RC: ¿Y el último?

Bendik Giske.

RC: ¿Disco que has escuchado más veces?

Disintegration, de The Cure.

RC: ¿Cinco discos para una isla desierta?

Disintegration, de The Cure; Machina/The Machines of God, de The Smashing Pumpkins; A Way of Life, de Suicide; Non-Stop Erotic Cabaret, de Soft Cell; y Glasvegas, de Glasvegas.

RC: ¿Vinilo, cd o digital?

Vinilo, pero por temas prácticos, un par de iPods bien cargados.

RC: ¿Disco a nivel mundial que menos te gusta?

Dark Side of the Moon, de Pink Floyd.

RC: ¿Disco a nivel mundial (mejor uno poco conocido) que más te gusta?

Great Many Arrows, de Damien Dubrovnik.

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