Durante el último mes, la Cinemateca Nacional del Ecuador ha estado bajo la lupa de la opinión pública debido a la inesperada remoción de su anterior presidente, Paúl Narvaez, quien ejerció el cargo desde 2021 hasta febrero de 2024. Más allá de la polémica, nos preguntamos ¿cuál es el rol, por qué es importante que exista y por qué estar en el ojo de la opinión pública es un síntoma más de la fragilidad del sector cultural?
#AquíLaMemoriaEstáViva es el eslogan que acompaña la bio de Instagram de la Cinemateca Nacional del Ecuador, una cuenta que se volvió atractiva de seguir desde que empezó a difundir a través de reels el archivo audiovisual que resguardan las paredes de sus instalaciones. Reels que nos devuelven al pasado, tan convulso como el presente, del Ecuador.
Durante el último mes, sin embargo, la Cinemateca ha estado bajo la lupa de la opinión pública, debido a la inesperada remoción de su anterior presidente, Paúl Narvaez, quien ejerció el cargo desde 2021 hasta febrero de 2024.
Así que, más allá de la polémica, nos preguntamos cuál es el rol de una Cinemateca Nacional, por qué es importante que exista y por qué estar en el ojo de la opinión pública es un síntoma más de la fragilidad del sector cultural.
¿Qué es una Cinemateca?
Para hablar de este espacio es importante primero entender qué es y cuál es su rol en la sociedad. La Cinemateca Nacional Ulises Estrella, entidad fundada en 1981, se autodefine en su página web como “la biblioteca del movimiento, la caja dónde se guarda el cine ecuatoriano”.
A lo que añade, a manera de aclaratoria, que “no sólo guardamos y conservamos, también proyectamos cine ecuatoriano y de todo el mundo en nuestras dos salas y en nuestra Videoteca”.
Es decir, los dos ejes en los cuales trabaja la Cinemateca Nacional Ulises Estrella (que por cierto, lleva el nombre de uno de los poetas tzántzicos –grupo literario iconoclasta de los años 70 en Quito–) son la conservación y difusión del patrimonio audiovisual del Ecuador.
En el primer ámbito, los números hablan por sí solos. En sus bodegas reposan nada menos que 17.000 bienes magnéticos (casetes) y 5.000 bienes fílmicos (celuloides) que respaldan la historia audiovisual del país. Películas, reportajes, publicidad, televisión, allí hay de todo. Al catálogo se lo puede encontrar en su página web y su canal de YouTube.
Por ello, si bien esta es una entidad subordinada de la Casa de las Culturas (CCE), también es una dirección nacional. Conlleva las mismas responsabilidades y debería tener la misma importancia que otras entidades culturales destinadas a preservar la memoria, como son el Museo Nacional o el Archivo Nacional. O al menos así lo considera Karolina Romero, investigadora y una de las 14 personas que trabajan en la institución.
La Cinemateca está dividida entre las áreas de coordinación, administración, preservación, digitalización, investigación, programación y educación.
No es solo la cantidad de áreas lo que suena desproporcionado con el número de personas que allí trabajan, también lo es su presupuesto.
Para este año, el presupuesto público que sostiene la gestión de la entidad se redujo de $15.000, con los que contó en 2023, a $10.000 dólares. Así lo explicó Fernando Cerón, presidente de la CCE en una entrevista con Juan Carlos Calderón, transmitida en vivo por la revista digital Plan V, el pasado lunes 25 de marzo.
Esto no solo reafirma la falta de interés por parte del Estado para invertir en Cultura.
El Presupuesto General del Estado tiene un monto de $35 mil millones de dólares, de los cuales apenas el 0.12% (unos $45,4 millones de dólares) son designados a Cultura, dividido entre Ministerio de Cultura ($17,8 millones), Casa de la Cultura Ecuatoriana ($11,8 millones), Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación ($10 millones) y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural ($4.9 millones).
También evidencia que del área cultural, la sección de archivo es la que menor presupuesto recibe. “Los archivos siempre quedan bastante invisibilizados”, dice Karolina Romero.
Pero, ¿por qué es importante que exista la Cinemateca Nacional?
Aquí volvemos a los dos ejes en los que trabaja la Cinemateca Nacional. Archivo y difusión. Como nos explicó Romero, un archivo “siempre está en diálogo con la actualidad”, porque lo que reposa allí son documentos que se resguardan “para que las personas del presente puedan consultarlos, puedan acercarse a la historia, pueden incluso mirar diferentes perspectivas”.
Es decir, es un trabajo con la historia y la revisión de nuestra identidad. Y precisamente allí es donde hay un trabajo importante y pendiente.
El año pasado la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) donó más de 2.000 bienes fílmicos a la Cinemateca, así como los recursos para digitalizar y catalogarlos.
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Lo cual se convirtió en el “archivo audiovisual de movimientos sociales más importantes del Ecuador y, yo diría tal vez, de América Latina”, cuenta Romero. Esos bienes fílmicos ahora son parte del catálogo público del Ecuador. Cabe cuestionarse qué pasaría con ese archivo si no existiera la Cinemateca Nacional. Posiblemente, no habría salido a la luz jamás.
Por otro lado está el rol de difusión de la Cinemateca. La programación que en sus salas se proyecta no solo tiene que ver con la historia cinematográfica del país, sino que también es una ventana al mundo exterior. Las salas de la Cinemateca han servido como un espacio público en el cual la ciudadanía puede acceder libremente a proyecciones internacionales.
Festivales como el Equis (festival de cine feminista), EDOC (festival de cine documental), El Lugar Sin Límites (Festival Internacional de Cine #LGBTI), Chulpicine (festival de cine infantil y juvenil), el MIVA (Plataforma de investigación, creación y circulación de obras interdisciplinares y narrativa transmedia), o el Light Matter Film Festival (festival dedicado al cine experimental y al media art), son solo algunas de las propuestas que ahí se han presentado.
En corto, si no existiera la Cinemateca Nacional, no existiría el acceso público al cine, un derecho cultural fundamental para el ejercicio de la democracia.
La polémica
El despido, asegura Paúl Narvaez, ex director de la Cinemateca Nacional, se dio “sorpresivamente” el 14 febrero de este año. Y en reemplazo de él llegó Mariuxi Alemán, cineasta y gestora cultural con experiencia en la CCE Núcleo Pichincha y en el Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes (ILIA) de la Universidad de las Artes.
Tras la repentina remoción de Narvaez, sectores de la sociedad como la Asociación de Directores y Guionistas de Cine Independiente del Ecuador, exigieron, a través de una carta, conocer los motivos de dicha medida que, en su criterio, “afecta indudablemente a la estabilidad e institucionalidad de su quehacer […]”.
Entre los firmantes de dicha carta figura el reconocido director Pocho Álvarez, también donante de archivo fílmico para la Cinemateca.
Álvarez sugiere en una nota publicada en la revista digital Plan V que el cambio de cabeza en la Cinemateca Nacional se debe a una movida de cabildeo, en busca de generar réditos políticos ante las elecciones por la presidencia de la CCE, a realizarse el próximo año.
“ ¿No se da cuenta que podemos ser confiados pero no ingenuos y que sabemos que todo este recambio de autoridad está diseñado para usar la Cinemateca como pantalla móvil de eventos y funciones en “territorio”, llámese provincia, de forma tal, que levanten la imagen de trabajo del actual Presidente y su administración e impulsar así su reelección y votos? “ – Pocho Álvarez
También se pronunció el cineasta Javier Izquierdo a través de una nota publicada en la página del ILIA. Izquierdo, quien también tuvo funciones en la Cinemateca, hace eco de lo mencionado por Pocho Álvarez, a la vez que hace un breve repaso histórico de quienes han pasado por la coordinación de la Cinemateca.
Por esas y otras críticas, eventualmente, Fernando Cerón, presidente de la Casa de las Culturas (CCE) –entidad que supedita a la Cinemateca–, se pronunció a través de diferentes medios, como la misma revista digital Plan V. La entrevista, realizada por el periodista Juan Carlos Calderón, fue transmitida en vivo el pasado lunes 25 de marzo.
En la entrevista, Cerón indica que la directiva de la CCE considera que “se hizo una buena administración en la anterior”, aunque “había cosas que había que cambiar”. Por ello, asegura, llamaron a Mariuxi Alemán, quien, a su criterio, “es un perfil técnico” y “no es un perfil que va a moverse políticamente.”
Cerón también mencionó el reclamo constante del sector cultural hacia las autoridades para designar gente especializada en los puestos de cultura y no utilizarlo como cuotas de poder o comodines para pagar favores políticos.
“Se exige que los perfiles que están al frente de los espacios culturales, sean perfiles que tengan una capacidad adecuada para ocupar esos puestos” dijo Cerón y añadió que “hay un resentimiento permanente de que se termina poniendo al frente de los espacios de cultura al amigo del alcalde o al que no hay dónde más ponerle”.
Algo que contrasta con la carta que publicó Narváez en su cuenta de Facebook, en la cual explica cómo fue su despido, y las razones que recibió. En ella, Narváez relata que en dos ocasiones le presentó la renuncia de manera verbal a Cerón, luego de que su administración quisiera “imponer dos perfiles de su círculo cercano para cubrir puestos técnicos de vital importancia (…) aduciendo que «lo político está sobre lo técnico»”.
Y la polémica sigue en ires y venires. Básicamente Cerón sustenta el despido en dos razones: falta de ejecución presupuestaria de la Cinemateca y falta de acción con los núcleos provinciales.
Narváez, en cambio, aduce que la ejecución fue superior al 90% y expone que consiguieron un total de más de $70.000 en autogestión (un monto que multiplica por siete veces el presupuesto de este año de la Cinemateca), algo que Cerón, de hecho, ratificó en la entrevista con Plan V.
Fragilidad institucional
Ante esta disputa, Javier Izquierdo propone en su nota la autonomía de la Cinemateca Nacional con respecto a la CCE. Algo que en realidad ya se venía gestando a la interna de la entidad encargada del patrimonio audiovisual del país.
En una entrevista con Radio COCOA, realizada el 7 de febrero de este año, (una semana antes del despido de Narvaez), Karolina Romero contó sobre el plan de fortalecimiento institucional y renovación de la Cinemateca Nacional en el que vienen trabajando desde el año pasado.
El plan contemplaba buscar inversión para construir un nuevo edificio especializado, donde, entre otras cosas, quepan bóvedas más grandes.
Además, el proyecto “requeriría un mayor personal capacitado” para lo cual tendrían que “crear las partidas específicas para cada puesto” y buscar autonomía de la CCE.
Es decir, se buscaba de alguna manera refundar la Cinemateca y asegurar que existiera de manera funcional en el futuro. Izquierdo en su nota se preguntaba si ese plan de autonomía frente a la CCE fue lo que llevó al despido de Narváez.
Reflexiones
Más allá de si el despido de Narváez fue legítimo y en busca de lo mejor para el interés público o si fue una movida política (hay que darle la oportunidad a la nueva directora), lo que sucede con la Cinemateca Nacional es un reflejo de lo que sucede en las instituciones culturales del país.
No tenemos políticas de Estado frente al tema cultural. Durante los últimos años se ha visto cómo con cada cambio de mando cambian las políticas y las cabezas de las instituciones sin dar continuidad a proyectos de largo aliento.
El caso de la Cinemateca es un reflejo de lo mismo. Si bien el sector cultural ganó mucho con la Ley de Cultura, aprobada en 2016, como la creación del RUAC y la elección democrática de las cabezas de la CCE, al parecer esto no es suficiente.
Y no es suficiente porque si bien, la CCE ya no depende del Ministerio de Cultura, ahora depende de los votos de los artistas y gestores. Por ende, las direcciones nacionales como la Cinemateca van a depender también de esos votos.
No suena descabellado entonces lo que propone Javier Izquierdo y lo que venía trabajando la anterior dirección de la Cinemateca: la autonomía.
¿Se podría elevar el grado de la Cinemateca al de un museo nacional? ¿Se podría tener una cinemateca en cada provincia para evitar el centralismo? ¿Podría ser la dirección de la Cinemateca – y demás instituciones culturales- elegida mediante concurso público y no designada a dedo para evitar estas confrontaciones?
Evidentemente esto tiene que ver con problemas del Ecuador que van más allá del sector cultural y tienen que ver con el sector público en general. Pero, quizás podría ser el sector cultural quien ponga el ejemplo al resto de sectores en el ejercicio de proponer la política pública desde la ciudadanía.