Chavela, Feliz Cumpleaños Atrasado

por Martín González
El pasado 17 de abril, Chavela Vargas hubiese cumplido 102 años. A propósito de su cumpleaños, le dedicamos unas palabras. 

Chavela Vargas es sinónimo de coraje. 

De niña solía quedarse mirando a las estrellas, soñando con lo que había más allá de ellas. De joven, huyó de Costa Rica hacia México, cansada de estar en un lugar que no le permitía soñar mucho más que eso. Fue entonces que el camino de su vida apareció frente a ella, con un trazado tan claro como los caminos que ella buscaba en el firmamento. Así suele suceder con los arrebatos del corazón. 

Chavela Vargas encarnaba el amor, pero, más específicamente, su tragedia. La encarnó tanto que llegó a acostarse con más mujeres de lo que muchos hombres soñarían —entre ellas Frida Kahlo y una que otra actriz y primera dama—. Y por eso mismo, la prejuiciaron, la odiaron, la adoraron… porque era inevitable sumergirse en las honduras de su voz. Esa voz que suena tanto a un alma en carne viva, y que ella entregaba con tanto anhelo. 

El canto fue su refugio. Los escenarios eran lo de menos. Donde pudiese cantar, Chavela cantaba. Y donde quiera que la escucharan, conquistaba. En contra de los pronósticos y normas de esa sociedad de machos, que temían verla con pantalones y sosteniendo la guitarra, su voz se convirtió en un ariete. Era la llave de un misterio

Ella vivía inmersa en ese misterio, en sus luces y en sus sombras. Era presa de él, y por eso bebió tanto que su hígado se convirtió en una papaya. Bebió tanto que se convirtió en presa fácil de abogados y empresarios carroñeros, que pulularon alrededor de ella intentando quitarle los derechos sobre su voz, aprovechando el letargo de mezcal y el anonimato injusto en el que vivía sumergida a sus 60 años. Bebió tanto que casi se ahoga. 

Chavela Vargas

En sus años de juventud: Chavela toca su guitarra

Fue entonces que apareció “La Niña”, el amor de su vida, la mano que la rescató del abismo. La Niña compartió todo lo que pudo de sí misma para caminar junto a Chavela, y lo hizo con valentía. Fue un amor pasional y entregado, de dulzura y violencia extremas. Chavela era tan encantadora como terrible. La Niña al menos lo cuenta así, hablando con la misma ternura del momento en el que Chavela le preguntó si se casaría con ella, como de la vez en que la encontró enseñándole a su hijo a usar un rifle “para que no se hiciera joto”. 

Pero, claro, su amor se tornó incontenible. Así suele suceder con los designios del querer. 

Entonces, cuando a Chavela no le quedó nada más que sí misma, fue el canto lo que la salvó, porque en el fondo, siempre fue lo único que la sostuvo. En los 90, para cuando ya tenía 70 años, se vio enfrentada por primera vez a una decisión fatal: beber o cantar. Afortunadamente para todo el mundo, decidió lo segundo. Y cantó como siempre, para sentirse más viva que nunca. Cantó en una cantina de Coyoacán donde la descubrió un editor español que era amigo de Pedro Almodóvar y que, enamorado de su voz, se empeñó en llevarla a España para que la escucharan, por fin, más allá de México. 

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Los últimos 20 años de su vida no probó una gota de alcohol. Y se presentó en los teatros más rutilantes del mundo, desde París hasta Nueva York. Se engalanó, finalmente, como lo que siempre mereció ser: una rockstar. Aunque, de todos modos, ella ya lo era porque, de lo contrario, se moría. No podía hacer otra cosa que vivir bajo sus propias reglas, a pesar de todo, hasta de sí misma. 

A los 80 años se lanzó en paracaídas. Y a los 93 años se despidió y se fue con la muerte. Sus cenizas quedaron regadas en algún lugar del Tepozteco, el cerro que le gustaba contemplar desde su patio en sus años tardíos. Y su voz, pues, bueno, su voz quedó flotando en las estrellas como ella seguramente quiso desde que era niña

Chavela Vargas y Pedro Almodóvar

Y desde ahí sigue resonando en el fondo de las botellas, de las dichas y de las penas de todas las personas que seguimos escuchándola. El desgarro que se abre a través de ella nos sirve de arrullo, para acompasar los tambaleos que da el corazón cuando transita por los lugares más vertiginosos del péndulo. 

Chavela importa, y es grande, porque hizo lo que le dio la gana, por amor, con amor, con absoluta convicción. Fue capaz de entregarse a algo que ella sabía más grande que sí misma, a través y en contra de todo. Y ese es un acto de rebeldía magno, que se aprecia hoy con mucha relevancia, y que permite apoyarse en algo real. Entre tantos espejismos vanos y miedos a querer, Chavela Vargas se ha convertido en algo mucho más grande que la persona que llevó ese nombre: algo que ya no existe, y que sin embargo, nos sigue alumbrando

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“Chavela” también es un documental, dirigido por Daresha Kyi y Catherine Gund, que narra la historia de vida de la gran cantora con mucha candidez y precisión. Pueden verlo en Netflix para terminar de conocerla. 

 

Si bien ella nunca compuso una canción, todas las que cantó cobran mayor profundidad y sentido en su voz. Aquí una selección: 

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