Localizada en un lugar tradicional de Guayaquil, Casa Marín es un espacio multifuncional para el arte independiente. Te invitamos a dar un paseo por este lugar repleto de nuevas y viejas historias que contar.
“La casa se ilumina con los artistas”, dice Maite Marín, administradora de una de las edificaciones más antiguas de Guayaquil. Ubicada en la calle Numa Pompilio Llona del barrio Las Peñas, esta casa se distingue de las demás por dar la bienvenida a músicos, diseñadores y emprendedores.
Su fachada turquesa y sus banderines de colores vibrantes decoran el aire colonial que tanto se aprecia en ese icónico barrio. Es casi imposible reconocer que esas paredes sobrevivieron al gran incendio de Guayaquil en 1896. La brisa del Río Guayas refresca a los visitantes que entran para poder explorar un poco de la escena artística de la ciudad.
Se dice que sus primeros dueños eran los miembros de la familia Alfaro Paredes. Quien la habitaba era América Alfaro Paredes, hija mayor del ex presidente Eloy Alfaro. Luego de ser patrimonio de la familia Alfaro, tomó el nombre de Casa Pesantes.
“La familia de mi papá le hizo la compra a la familia de mi mamá en 1980”, explica Maite. Su bisabuelo, Francisco Pesantes, arrendaba la casa a varias personas incluso a pintores como Jorge Marcos. Luego, vendió la casa a los Marín y en 1982 fue declarada Patrimonio Cultural del Ecuador.
La casa mantuvo sus puertas cerradas por mucho tiempo. Una época fue un bar e incluso en el 2013 volvió a sufrir un incendio que la obligó a descansar de actividades culturales por tres años más. Actualmente, es la sede oficial de la Feria de Artistas Independientes, evento creado por Maite y su familia. También ofrecen talleres de danza, dibujo y diseño de modas gratis.
La familia Marín siempre estuvo vinculada al arte dado que la madre de Maite tiene un atelier de alta costura. La idea de la feria surgió de un viaje a Buenos Aires en el que se sorprendieron al ver espacios multifuncionales como Palermo Soho. “Las casas de esta zona en las mañanas son ferias de diseño independiente, en las tardes son restaurantes y de noche son discotecas”, recuerda igual de entusiasmada que cuando las vio por primera vez. “Es algo loquísimo”.
“O se vende o ¿qué se hace?”, pensaron después de mantenerla en reparaciones por el incendio del 2013. “Mientras comenzamos a limpiarla y quitar escombros nos dimos cuenta de que era imposible venderla. Aparte, sentíamos que era una responsabilidad social. Es un Patrimonio Cultural y mantenerla cerrada es como un pecado”, confiesa Maite.
Palermo Soho regresó a sus mentes y decidieron compartir la casa con artistas que no tenían dónde mostrar sus trabajos. La primera edición no fue con el fin de vender, sino de trabajar en vivo. Se presentaron 13 diseñadoras independientes, y los transeúntes empezaron a entrar.
Desde ese día, fijaron la feria una vez al mes. Sólo la hacen a partir de abril hasta noviembre para evitar la lluvia y el tráfico. Han pasado tres años llenos de stands y artistas como Los Invasores, Ceci Juno y Rumichaca.
Al entrar a la casa hay un balcón en medio de la sala principal lleno de banderines de amarillos, rosados, verdes y rojos. Al lado izquierdo, cuelgan las pinturas de artistas que además están junto a ellas para conversar sobre su proceso creativo. Del lado derecho, una congeladora tiene un cartel que dice “se venden helados” para combatir el calor.
Más adelante, al bajar dos escalones, empiezan las mesas de distintos emprendimientos: zapatos, cuadernos, macetas pintadas a mano y hasta aretes. Frente a ellos se ubica el bar y en una esquina junto a la ventana que da al río, hay un parlante que magnifica la voz de los músicos que ambientan el lugar. Sin duda, éste era el destino de una casa con tanta historia que contar.
Casa Marín anuncia todos sus talleres vía redes sociales. La feria dura dos días: sábado y domingo desde las 3 pm. Los postulantes aplican en su página web y se presentan en orden de llegada.