Mientras las dos bandas se preparaban para el concierto, los asistentes esperaban al lado de la barra, conversaban entre ellos, saludaban con amigos o bailaban al ritmo de la música de fondo. De cuando en cuando, el Camaleön se movía entre la gente con un cubo en la mano. Estaba regalando sandías.
Desde atrás, el concierto solo se oye. Puedes darte cuenta de si el, o la cantante, está divirtiéndose tan solo con escuchar atentamente su voz. Cuando salieron los Buhofónicos, la luz del escenario solo contrastaba con los focos de la barra. Mis ojos, como los de todos los asistentes, estaban adelante: en el escenario. O al menos trataban. Al frente mío tenía cabezas y cuerpos que se movían de lado a lado, siguiendo el ritmo de la música. La voz de Ceci Jurado se mezclaba con sus aplausos y los «pa, pa, pa…», de su tema Dejavú. El ánimo del público crecía con cada canción. Es más, muchos susurrábamos y repetíamos parte de la letra de canciones ya conocidas como La gran pregunta. Los Buhofónicos terminaron con la canción El medio. Con de los aplausos del público, Ceci Jurado, Peter Suing y Santiago Borja se despidieron.
Unos minutos después, el Camaleön subió al escenario. “Yo sé que esto va a sonar un poco raro, pero si quieren vengan a sentarse acá…. Hola, soy el Camaleön”. Entonces, nos sentamos a escuchar; en una sesión en la Cabina de Radio COCOA, se describió a La Máquina Camaleön como un personaje, un vehículo en sí mismo que por medio de la música vuelve infinito su destino. Verlo en vivo es algo así como entrar a su mundo donde “si la mente nos gobierna, se nos congelan las piernas… si domina el corazón, tampoco es lo mejor… que hablemos de amor”. Todo eso, en una de sus Facetas.
La Máquina Camaleön subió al escenario. El público, del otro lado, seguía bailando. Delante de mí habían nuevas cabezas que se notaba que se divertían mucho. El personaje del Camaleön ahora estaba acompañado de sus amigos, quienes comparten con él, el escenario: Rodrigo Capello, Luis Alberto Cisneros y Martín Samaniego. Invitó a Paola Navarrete al escenario. Juntos, montaron un show increíble. La música estaba en todo lado, sus voces se entrelazaban y el público, bueno… como público todos estábamos emocionados. Desde atrás, la música suena más, aunque no se pueda observar todo el escenario, pero se escucha todo lo que pasa.
La Máquina Camaleön terminaba el concierto. “Nunca es tarde para cantar”. El público estaba emocionado. El Portón Verde era una fiesta de gente, de contrastes, de luces y de música, mucha música.