Para empezar a describir lo que es el festival ACL (Austin City Limits), debo contarles un poco sobre Austin. Esta ciudad texana no solo es la capital de su Estado. También es conocida como la capital de la música en vivo. Bandas tocando en casi todos los bares, los parques, las esquinas, incluso en el aeropuerto de la ciudad.
En Austin respiras música desde que llegas. Además del ACL, es la casa de otro gran festival, el SXSW (South by South West), que anualmente congrega a cientos de bandas y miles de personas durante más de una semana. Todo esto causa que también sea el punto de origen de grandes bandas. Spoon, The Octopus Project, Explosions In The Sky son todas de Austin, por mencionar un puñado de bandas locales.
Por eso, cuando empecé a planear mi viaje, todo esto me hacía creer que el ACL debía ser de los mejores festivales del mundo. Además, este año contaba con uno de los mejores carteles de sus últimas cinco ediciones, así que la decisión era clara: debía ir.
El ACL consiste en dos fines de semanas seguidos -viernes, sábado y domingo-, llenos de música, comida y fiesta en medio del Zilker Park. La edición 2016 fue una gozadera compuesta de presentaciones de bandas como Radiohead, Kendrick Lamar, Cage the Elephant, LCD Soundsystem, Flying Lotus y muchas, muchísimas más.
Día 1. Como guambra emocionado por ir a una fiesta de cumpleaños, llegué el primer día de festival, montado en uno de los buses gratuitos con la bola de otros festivaleros y fotógrafos. Un campo abierto me recibía. Me sentí como Simba cuando Mufasa le dice “Todo lo que toca luz es nuestro”.
Esta vez, ese territorio incluía ocho escenarios –incluyendo uno para niños-, un salón de cerveza (Beer Hall), un patio de comidas (ACL Eats), un salón de vino (Wine Down), varios puntos de hidratación gratuita, tienda de discos, ropa del festival e incluso un punto para conseguir autógrafos de las bandas, y varias activaciones de marcas auspiciantes.
La decisión de ver todas las bandas que podía, corriendo de escenario a escenario, tuvo su efecto: pude ver por lo menos 15 actos durante los 3 días de festival. Así que para no hacerles larga la historia les contaré los que más me sorprendieron. Les dejo también una playlist con bandas que caché que creo que deberían escuchar.
Era ya la una de la tarde y soportaba los cerca de treinta grados con los que nos golpeaba Austin. Ese momento, me decidí a probar algo en los más de 15 puestos de comida del ACL Eats. Mientras chequeaba el menú, escuché unas guitarras distorsionadas que me atrajeron magnéticamente hacia a ellas. “¡A la mierda la comida! estos manes prometen”, pensé y corrí al escenario Tito’s Handmade Vodka, uno de los más pequeños del festival.
Al llegar, había unas veinte personas, cinco de nosotros parados frente al escenario. El resto, más atrás sentados aprovechando la sombra del único escenario cubierto del festival. En tarima, veo a un Napoleon Dynamite con una camiseta que en lugar de decir “Vote for Pedro” dice “Family”, agarrado una guitarra. Puro estilo. Era Ron Gallo. Empiezan a tocar y me doy cuenta de que tomé un gran decisión. Los describiré así: unos punks que tocan rock sureño.
Hace rato no veía una banda con tanto espíritu punk como ellos, desde su performance hasta el título de sus canciones. “Why do you have kids?”, por ejemplo. Ron Gallo la tiene clara, y así pusieron a cabecear hasta a personas de 40 años con sombreros de cowboy durante la hora de su presentación.
Aún sacudiéndome de Ron Gallo, y claro, luego de comerme un buen sánduche, me dediqué a explorar el festival. Yo siempre sigo desde lejos otros festivales grandes como el Coachella, el Primavera Sound o Glastonburry, y mi sueño era pisar algo cercano a ellos. El ACL no es solo cercano sino que es uno de ellos. El ambiente es relajado. Puedes encontrarte a un hombre en calzoncillo, sujetando una bandera de Estados Unidos o a seres bizarros como aquel con un disfraz de panda divagando por el lugar. Entre todo, siempre se ve a lo lejos una masa de gente y banderas –en Austin aman sus banderas-. Así cuando el sol por fin iba dando tregua golpe 6 pm, llegó mi primera gran decisión del festival. Optar entre Flying Lotus (Samsung Stage) o a Die Antwoord (Honda Stage). El show del ¿DJ? originario de Los Angeles me intrigaba fuertemente, pero por otro lado los sudafricanos eran fiesta segura y ya me los había perdido una vez.
Die Antwoord. Su show es tal cual lo esperas, baile, fiesta y muchas bizarreadas, tanto en el escenario como en el público. Una pareja de unos 45 años gozaba, quizá demasiado del concierto –gozo nivel twerking-, a mi lado. La fiesta se prendió oficialmente cuando los beats de “Banana Brain” comenzaron a sonar. Ninja salta al escenario con el atuendo de casi siempre. Pantalones azules con letras amarillas. Yo-Landi lo sigue en su pijama de cerdito. El resto de la canción la cantan con Yo-Landi en los hombros de Ninja. La gente corea lo que puede, lo que se sabe. Para el final del tema, ambos abandonan el escenario para un nuevo cambio de vestuario. Mientras la pareja principal de Die Antwoord sale al sol, el escenario queda a cargo de DJ Hi Tek. Él se encarga de mantenernos en ritmo con música y visuales imponentes en las pantallas. Todo esto para que Ninja salga una vez más, pero en esta ocasión sale solo y en calzoncillos de Pink Floyd. “¿Dónde están mis amigos?”, pregunta, y dos figuras de la mitad de la altura del escenario, comienzan a aparecer a los lados de este.
M83. Como consecuencia de mi decisión de ver todas las presentaciones posibles no pude terminar de ver a Die Antwoord. Corrí al escenario donde comenzaba a tocar M83 para ver por lo menos el inicio de su presentación. Todo comenzó con “Do It, Try It”. Rayos de luz con los colores del arcoíris comenzaron a inundar el escenario. El público de a poco se metía en el show mientras pelotas inflables volaban por nuestras cabezas. Pero para la tercera canción yo ya me estaba yendo. Mi camino iba por otro rumbo. Llegué al Samsung Stage con un poco más de una hora de anticipación. Una de las ventajas de estar solo es que es más fácil colarte entre la gente que está sentada adelante. Pasando por un campo lleno de fans, algunos durmiendo o solo esperando, logré ubicarme en muy decente puesto. Objetivo logrado.
La espera era acompañada por esas brutales puestas de sol que hay en Austin, y mientras el sol bajaba, la ansiedad de la gente subía cada vez más. Mientras miraba al escenario esperando que todo comience, a mi lado escuché, “he esperado seis años para esto”. Bueno, todo bien, yo había esperado 25. Gané.
Radiohead. Con todo en oscuridad una luz roja cubrió el escenario. Esto comenzó. Un Thom Yorke del que solo se reconocía su silueta, comenzaba con sus clásicos pasos de baile mientras los primeros acordes de este viaje de dos horas sonaban.
“Stay in the shadows…” Y la gente comenzó a corear “Burn The Witch” entre gritos de emoción y los clásicos “Thom I love you”. Cerca de diez pantallas en el fondo acompañadas por decenas de luces alrededor, eran las encargadas de una puesta escena simple pero poderosa. Aún en el comienzo del show se dio uno de los grandes momentos del ACL. Como intro para “The National Anthem” sonó un brevísimo pero poderoso cover a capela de “How Soon Is Now” de The Smiths. Un rugido de emoción lo recibió gustoso desde el público.
Pasada ya la primera hora de viaje vino el primer descanso al terminar la clásica “Street Spirit” por fin algo del The Bends, pensé. Para el primer y único encore, vino un set mucho más potente, pero corto. Escuchar “Paranoid Android” fue como cumplir un sueño muy esperado y un llamado de atención que esto estaba por acabar. El día terminó con “Karma Police” momento en que por sobre todo se escuchó la voz del público al unísono con la de Thom Yorke. Esa fue la despedida. Si bien Radiohead no es necesariamente la banda más festivalera del mundo, es innegable que verlos es un golpe directo que te tumba.
Día 2. En el bus hacia el festival conversé con una fotógrafa que me juró que ver a Jazz Cartier -el sucesor de Drake como rey del rap en Canadá- sería de las mejores decisiones en el festival. Desde la entrada se escuchaba ya las rimas de Jazz Cartier en el escenario, eso signifcaba que debía correr.
En cualquier festival llega un momento en que no sabes qué quieres ver o quizá solo no quieres ver a nadie. Yo aproveché ese hueco para hacer fila y conseguir el autógrafo de Cage The Elephant. Una hora y media de espera para salir con mi “Melaphobia” y unas firmas estampadas en él. Felicidad total. El día continuó su camino hasta llegar a unos de los momentos que mas esperé. Matt Shultz saltó al escenario liderando al resto de Cage The Elephant. Con “Cry Baby” comenzó uno de los mejores conciertos en los que he estado. Debo decir que Cage es una de mis bandas favoritas en estos momentos. Su show es enérgico y sin descanso. Es increíble ver cómo toda la banda, con excepción de su baterista, no se queda quieta nunca. Matt, su vocalista, pasó la mayor parte del concierto en medio del público. Un set rápido con canciones que el público coreaba sin parar, enrumbaba un show épico lleno de momentos inolvidables como sentir las primeras gotas de lluvia que anuncian el fin del verano mientras sonaba “Cigarrete daydream”. La gente coreaba la canción a pulso. “Looking for the answers in the puring rain” es una gran descripción de aquel momento, sobre todo cuando un arcoíris decidió salir a un lado del escenario.
Kendrick Lamar. Noqueado por lo que acababa de vivir me fui tambaleante a ganar puesto para ver a Kendrick romper cabezas. En el camino pasé por al lado de Two Door Cinema Club que comenzaba su set mientras a mí me caía una lágrima. “Con suerte los veré en el Lolla Argentina”, fue mi consuelo.
La gente para Kendrick una hora antes de que empiece su show ya era enorme. Cada cierto tiempo, alguien gritaba “10 minutos gente” y un grito general se desplegaba hacia el infinito. El sol cayó junto con la espera, cuando empezó a sonar “Untitled 07”. Jamás me imaginé que el público cantara casi todas sus rimas de la forma que lo hizo. Era un público conectado cada segundo de las dos horas de concierto, gritando y bailando sin descanso. Kendrick nos manejaba como quería. “Bitch, don’t kill my vibe” fue la preferida. “¿Piensas que puedes hacerlo mejor yo?” le gritó a un enemigo imaginario en primera fila como introducción a “For free” antes de cantar el nuevo himno político “Alrigth” lo que anunciaba el final del día.
Kendrick Lamar tiene una banda sólida que le da aguante mientras él se encarga de llevar al público a donde quiere. Perfecto cierre para uno de los mejores días del ACL en los últimos 5 años.
Día 3. Uno no puede pasar toda su vida en el paraíso al parecer. Eso significaba que el ACL tenía que terminar y este era el último día de su primer fin de semana. Este domingo era una caricia para la gente de Austin, con presentaciones de los que al parecer eran los nombres pesados del country. Mi camino se alejaba bastante de ellos, pero ver a tanta gente en sus escenarios me sorprendió.
Mi primera incursión a la masa de gente fue gracias a las hermanas Haim. Sin ser un gran fanático de su música me arriesgué a ganar un puesto al frente y ver que pasaba. Su puesta en escena me sorprendió, mucho carisma, juego de luces y siempre interactuando con el público. Una presentación sólida y entretenida. Definitivamente, un punto alto del día.
Con la puesta de sol llegaba el momento de ir a ganar un lugar para el último concierto que vería de esta edición del ACL. Los elegidos para esta jornada: LCD Soundsystem, esta vez me alejaba del Samsung Stage que tenía a Munford & Sons como cierre. ¡La despedida tenía que ser bailando, carajo! y eso hice con LCD. En un puesto decente, 8pm en punto, los neoyorquinos salieron, y mientras sonaba “Us vs. Them” una bola disco gigante surgía del escenario. La fiesta estaba oficialmente inaugurada. El primer gran momento del set llegó con “I Can Change”, un clásico que es imposible no gritarlo y por otra parte, “Dance with me until I fell all right” fue la premisa de la noche. El público se convertía más y más en una masa danzante mientras las canciones seguían casi sin parar. “Ni cagando tocan ‘New York’”, pensé, antes de que todo comenzara. Pero luego de “Losing My Edge”, una silueta de rascacielos se comenzó a dibujar en las pantallas, presagiando lo inminente. “New York I love you, but you’re bringing me down” gritamos todos al unísono y ese cambio de ritmo nos informaba que todo estaba por terminar.
La encargada de cerrar el baile fue “All My friends”. La bola disco bajó y la gente tenía que regresar a sus casa y hasta el próximo año, o quizá con suerte el próximo fin de semana, y yo me lo hubiera repetido gustoso. Tenerme por tres días metido en Zilker Park, sintiéndome tan en casa en una ciudad ajena, es algo que solo la música puede lograr. Ahora lo tengo claro: el paraíso existe, y es un festival.
4 commentarios
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