Del 19 al 25 de Noviembre del 2018 publicaremos textos escritos por, o acerca de mujeres en el mundo del arte, quienes celebran el poder, la importancia y la belleza de la energía femenina con su vida y sus obras, a propósito de la marcha contra la violencia a la mujer del colectivo «Vivas Nos Queremos». Los cuerpos femeninos no se tocan, no se violan, no se matan.
No quiero decepcionar a nadie si no los quiero tener.
Pero tampoco quiero arrepentirme de anciana si no los tuve en su momento.
Sobre todo, no quiero ser egoísta y tenerlos para no sentirme sola.
No sé lo que quiero.
Sé lo que no quiero.
Y aún así me contradigo.
Tengo 21 años y medio. Sí yo tuviese un hijo a la edad que me tuvo mi mamá a mí —que no fue muy temprano—, estaría, en tiempo, más cerca de dar de lactar que de tener mi primera menstruación.
“Elé…
Chuta.
¿Tan cerca estoy?
¿Y si no quiero estar?
Bien o mal, he podido plantearme estas preguntas, y como yo, he oído a decenas de mujeres jóvenes hacer lo mismo y de forma más elegante. Me alegra, porque así no me siento tan rara por pensarlo. Sin embargo, me surge una interrogante más grande. Incluso, me atrevo a decir más importante.
¿Por qué no me emociono al pensar en si quiero o no crear vida y de qué forma lo quiero hacer? Usualmente, la sola idea de crear —y cómo, cuándo, por qué y por qué no—, me cosquillea desde adentro. Pero esta vez no. Me produce una ligera ansiedad. Siento que hoy tengo la libertad de replantearme en voz alta el ser madre o no. Aunque, muy adentro, no tengo ni idea de qué pongo en duda.
Nos cuentan la historia de la maternidad a medias.
Vemos la maternidad a medias.
No sabemos que deseamos ni a qué le tememos.
Aquí, por suerte, entra a ayudarme la Pauli.
“La madre que puedo ser” a las “madres que podrán ser” …o a las que no quieran ser
Paulina Simon Torres, la Pauli, es escritora, periodista y profesora de cine. Recientemente sacó su primer libro, titulado «La madre que puedo ser», bajo el sello de la editorial argentina, Paidós. La editorial dio con Paulina a partir del texto «Yo, la mala madre», que escribió para el portal feminista Soy la Zoila. En el libro encontramos las crónicas de una madre que no recibió lo que esperaba cuando se convirtió en mamá.
Más allá del amor incuantificable que siente hacia sus hijos, y el cariño incomparable que recibe de vuelta, hay una transformación interna y presión social externa, que ha marcado el rumbo de su nueva vida.
Ésta es una historia no edulcorada de lo que también es la maternidad, que al mismo tiempo nos muestra a los hijos una perspectiva más amplia para ver otro tipo de sacrificios —muchas veces silenciosos— de nuestras madres.
En su libro, la Pauli (aunque ella no lo sepa), logró decirme cosas que mi mamá no se ha atrevido a contarme sobre la maternidad. Te vas a sentir sola, incapaz, desconectada, perdida, alienada, incompleta, cansada, incomprendida, insatisfecha, incompetente, y las miles de combinaciones que se puedan crear a partir de ahí. Vas a recordar que estás viva de la forma más abrupta: creando vida.
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RC: ¿Quién era la Pauli a sus 20 años?
Era bastante parecida a la de ahora (risas), creo. Pero menos despierta que esta generación, yo pienso. Estaba como muy subyugada por mi familia y por las opiniones del resto. Súper preocupada del rendimiento, también en términos de lo profesional. Entonces lo que tenía era mucho trabajo. Estudiaba y deseaba mucho tener independencia, sobre todo económica, para poder salir de la casa de mis padres.
RC: ¿Cómo te imaginas la Pauli de 20 y pico de años viviendo en estos tiempos?
Siento que tienen ahora, sobre todo las mujeres, una convivencia más cercana. Menos envidias y menos juicios de valor, y más vivir como en complicidad, en sororidad.
Creo que esta nueva ola del feminismo no se vivió. Todas las luchas, las preocupaciones, las vivencias de nosotras como mujeres, eran súper aisladas y secretas en términos de sexualidad, de la familia, de esto de los hijos no deseados.
Siento que si yo viviera en esta época, con 20 años, tal vez me sentiría menos sola y habría sido posible despejar mis dudas. En ese sentido creo que hubiera encontrado eco y respuesta en otras mujeres. En mi tiempo no tuvo acogida hacerse esas preguntas. No encontré adultos, mujeres de mi edad, ni profesores que me respondan a esas dudas. Había que responderse uno mismo, y sólo te respondías un poco metiendo las patas, en todos los sentidos.
Me hubiera encantado ser joven en esta época para tener ese respaldo desde mi propia generación, que yo no sentía en la mía.
RC: En tu libro nos cuentas que en tus 20s no querías ser madre, no por un sentido profundo de rebeldía al ir en contra de las expectativas sociales, sino por un razonamiento más introspectivo. Mencionas que no te llamaba un instinto materno. Hoy en día, una gran cantidad de chicas dice abiertamente que no quiere ser madre. ¿Sientes que a tus 20s probablemente había muchas mujeres que pensaban como tú (y como las chicas de 20 de ahora) y simplemente no lo decían, o algo más ha cambiado?
Pues no, la verdad no tenía ningún tipo de consideración sobre este asunto (instinto materno) cuando tenía más o menos 20 años. Creo que hasta ahora no tengo (risas). Hay ciertas emociones que se parecen seguramente al instinto materno, en el sentido de protección, de supervivencia. Pero no necesariamente como la madre que nos habíamos imaginado que teníamos que ser.
Lo que sí pensaba era que no me gustaría tener hijos porque no sentía que mis asuntos personales con mis padres estaban resueltos. Y, en ese momento, me parecían completamente tormentosas mis relaciones (…) Al no tener nada resuelto, ni en mi carácter ni en mi personalidad, con mis temas por trabajar con mis padres, entonces me parecía imposible pasarles esas incertidumbres a una generación nueva.
Sinceramente te puedo decir que no me acuerdo, nunca, haber estada rodeada, en mi generación, de personas que alguna vez hayan dicho por convicción “no voy a tener hijos”. No me acuerdo que alguien se haya cuestionado el hacerlo. Entonces estoy segura de que si había alguien que no quería, sencillamente se guardaba esa opinión porque no hubiera sido comprendida, de ninguna manera, en ese momento.
RC: En la breve nota final de tu libro mencionas que nunca antes hubo tanta presión por cómo debe ser una madre: el bombardeo informativo sobre la nutrición que deben tener, el modo de crianza, educación, salud, etc. Luego, la presión sobre una misma: su parte estética, si debe o no continuar con su trabajo remunerado, cuántas horas, hasta cuántos hijos deberíamos tener. ¿Cómo ves el camino de la presión social para estas nuevas generaciones que serán madres? ¿Crees que habrá más presión aún?
Yo creo que la presión social sobre las mujeres y la maternidad va a seguir existiendo pero la gente joven está mucho más preparada y clara también. Tiene más herramientas para enfrentarse a la presión social, de lo que éramos nosotros en otras épocas.
Mientras más gente levante su voz, va a haber más gente tratando de acallar esa voz, como los grupos pro-vida y la misma familia conservadora ecuatoriana. La presión va a seguir, pero yo siento que generaciones como las de ustedes ya no van a ceder.
RC: Con base en estas luchas feministas y derechos sociales que últimamente se han podido expresar con más fuerza en el Ecuador, ¿cómo fue tu experiencia a nuestra edad? Y, ahora, ¿cómo ves estos cambios que se están dando?
Hay un cambio social, sobre todo por esto de que las mujeres, y los jóvenes en general, se han parado a decir su voz. A decir sus luchas y sus cosas en voz alta, incluso en las redes sociales. Eso en mi tiempo no existía.
Yo creo que ahora los jóvenes se expresan más acertadamente. Están mucho más preparados, tienen más información. Yo creo que por eso el discurso de los jóvenes es mucho más tomado en cuenta, más valedero.
Que existan movilizaciones, por ejemplo, como la marcha del 8/M, o la del 24 de noviembre, o la marcha gay, significa que cada vez más gente joven está luchando por sus principios y derechos.
Yo creo que sí hay un cambio social, en el que la sociedad sigue siendo igual de conservadora, pero cada vez hay más gente que se para.
RC: ¿Qué le diría “La madre que puedo ser” a las futuras mujeres que quieran ser madres?
En relación a la maternidad, lo único que puedo decirles a las mujeres jóvenes, es que solamente tomen la decisión cuando se sientan seguras de qué es lo que ellas quieren hacer. Sin la presión de una pareja, de un médico, de las personas que les rodean, de las amistades que ya tienen hijos. Porque ser padres, madres, es una aventura larga y compleja que dura para toda la vida, en la que yo tengo que estar involucrado y saber que soy capaz, siempre, de llevar acabo esa aventura, como esa maratón, siempre y cuando nazca desde mi propio deseo de serlo.
Ninguna maternidad puede ser obligada ni impuesta por nadie socialmente. Y si he tenido el valor de decidir, tengo que tener también el valor de mantener siempre, fuera de mi familia y de mi crianza, a la raya, a la gente que no piensa como yo.
Criar es también una responsabilidad de la juventud que piensa todavía tener hijos. Tener hijos de una forma diferente, desarrollando maternidades y paternidades subversivas.
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Creo que al hacer esta entrevista, escucharle a la Pauli y aprender de ella, releer mis palabras y pensar en todo lo que he visto en estos pocos años, hay algo mucho más grande que el privilegio, o desgracia, de pertenecer a esta generación que está en sus 20 años. La Pauli no hubiese podido publicar La madre que puedo ser, un libro desmitificador de los ideales de la maternidad, en este país, en otro tiempo.
El poder alzar la voz no se limita solo a mi generación, sino a la época actual. Hoy, hay el potencial de extender la sororidad entre generaciones. ¿Por qué no empezar por discutir la que puede ser, probablemente, la experiencia más fuerte en la vida de una mujer?
Tengo 21 años y medio, y sé lo que quiero: hablar abiertamente de la maternidad.