La Casa de la Cultura Núcleo Pichincha existe desde el 2016. Joven y entre aciertos y desaciertos, se ha convertido en un ejercicio para entender a pequeña escala cómo funciona el sistema de cultura, sus necesidades y limitaciones.
¿Sabías que la Casa de la Cultura Núcleo Pichincha es el núcleo provincial más joven de todo el país? En diciembre de 2016, con la creación de la Ley Orgánica de Cultura la institución cobró vida en concordancia con el artículo 151 de dicha ley que establece que:
“La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión tendrá su Sede Nacional en la ciudad de Quito y contará con un núcleo en cada provincia. […]”. Así, los ochos cantones de Pichincha (Cayambe, Mejía, Pedro Moncayo, Pedro Vicente Maldonado, Puerto Quito, Rumiñahui, San Miguel de los Bancos y el DMQ) obtuvieron por primera vez una institución cultural, descentralizada de la capital, a su servicio. Al menos, en la teoría.
A lo largo de seis años, por el Núcleo han pasado dos administraciones que, al igual que alcaldes y prefectos, debe renovarse cada cuatro años a través de un proceso electoral. En todo ese tiempo, sin embargo, la presencia de la institución a nivel provincial ha sido débil. Aún hay territorios que desconocen su existencia y mucho menos saben cuál es su función.
La segunda administración, con Andros Quintanilla (artista, profesor y antropólogo) en la dirección, va a mitad de camino. Aún con dos años de gestión por delante, Quintanilla asegura que se han “realizado avances importantes”. ¿Cuáles son esos avances y que queda pendiente por hacer? A continuación te lo explicamos:
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1. Recuperar la confianza
Hubo una alta participación de actores culturales que decidieron ser parte de la institución.
Quintanilla asumió el cargo el 27 de agosto de 2021, tras un proceso electoral que generó desconfianza en el sector, tanto para las mismas candidaturas como para los votantes; es decir, para quienes conforman el Registro Único de Artistas y Gestores Culturales (RUAC).
Sobre ese proceso te invitamos a leer dos notas que publicamos en su momento al respecto: ¿Qué pasa con las elecciones CCE 2021 en Ecuador? y ¿Qué debes saber sobre las elecciones de la CCE 2021?
Según Gio Valdivieso, gestora cultural independiente, titiritera y a quien le tocó participar en mesa, las votaciones del 2021 fueron históricas: “Hubo una alta participación de actores culturales que decidieron ser parte de la institución, dejando de lado la desidia que habíamos tenido como sector de intervenir de alguna manera en la Casa de la Cultura”, señaló.
En ese escenario, con un electorado más involucrado y observante, la candidatura de Quintanilla resultó ganadora. Así pues, de acuerdo con el nuevo director, a lo largo de estos dos años, el trabajo de su administración ha girado en torno a restablecer y fortalecer la confianza de los usuarios con la institución a través de una apertura y horizontalidad.
“Algo que ha sido chévere para mí como persona del sector cultural es que me siento más escuchada, al menos en el Núcleo. Que podemos conversar, que podemos entender lo que está sucediendo”, mencionó Gio.
Con ella convino David Parra, gestor del Centro Cultural Isabel Yánez y miembro de la Red Arte & Cultura Mejía; en efecto, siente más apertura. Sin embargo, insiste en que, para los habitantes de su cantón, perduran heridas pasadas que siguen provocando roces y desconfianza. ¿Alcanzarán a enmendarse esas heridas en lo que queda de gestión?
2. Convocatorias públicas
No puede existir voluntad política cuando existen derechos culturales que están por sobre eso.
Según Andros Quintanilla, la discrecionalidad era un rasgo muy instaurado en la institución (como lo sigue siendo en otros núcleos provinciales). Es decir, el accionar de acuerdo al criterio y gusto de la dirección, por encima de otros procesos que sean transparentes.
“Es un concepto general esto de la voluntad política y es una cosa a la que, personalmente y con el equipo que trabajo, nos oponemos. Porque no puede existir voluntad política cuando existen derechos culturales que están por sobre eso”, enfatizó el director.
Por ello, mencionó que luego de haber “transparentado y socializado” el presupuesto de la institución, le han dado énfasis a las líneas de fomento a través de convocatorias públicas.
“En lo público creo que hay una necesidad fundamental: que haya una igualdad en el acceso de los recursos. Es decir, que haya concursos públicos a los que todos puedan acceder”.
Sobre esto, Gio Valdivieso comentó que: “Yo como actora cultural nunca supe cómo podía participar de cosas en el Núcleo Pichincha. […] Ahora yo sí me he dado cuenta que hay convocatorias públicas para muchas cosas. Si bien no hay muchos recursos, al menos, tienes la posibilidad de participar y que haya un poco de más acceso”.
El problema es que, como se mencionó al principio, la presencia de la institución en las zonas rurales o más periféricas ha sido débil. En consecuencia, “la participación del sector cultural ha sido nula”, comentó David Parra, al menos en su cantón, Mejía.
Eso, sumado a las malas relaciones que se establecieron durante la administración previa, “ha limitado mucho que la gente se interese”, agregó el gestor.
3. Pichincha no sólo es Quito
Le han dado mucho énfasis a los cantones y me parece que es súper justo.
En relación a la transparencia y el acceso a los recursos, Valdivieso agregó que “veo además que le han dado mucho énfasis a los cantones y me parece que es súper justo”. Gio, desde su gestión independiente basada en Quito, reconoce que ha existido un centralismo de la institución que había dejado en el abandono al resto de cantones de la provincia.
En ese sentido, una línea de acción destacable de la actual administración quizá sea precisamente el haber apostado por articularse con los GADs de los ocho cantones que también tienen competencia en cultura.
“Hemos venido trabajando ya dos años con cada uno de los GADs firmando convenios”, explicó Quintanilla. Esto direccionado a la creación de un sistema provincial de cultura, basado en la creación de mecanismos y dispositivos para direccionar recursos económicos y humanos hacia educación no formal, líneas de fomento y democratización de los servicios.
Ahora, hay que tomar en cuenta que el Núcleo cuenta con cinco extensiones que abarcan a los siete cantones (a excepción del DMQ); sus funciones, se supone, son coordinar las actividades y propuestas de la dirección tomando en cuenta las necesidades de cada territorio.
No obstante, en el caso particular de Mejía, “el coordinador de la extensión tampoco ha llevado una buena relación con el Núcleo, a más de cuestionar o llevar a conflicto”, comentó Parra.
Esto, nuevamente, provoca el distanciamiento entre los usuarios y la institución, y da cuenta del trabajo que aún queda por hacer para fortalecer la institucionalidad en los territorios.
4. La cultura también genera datos
Yo me pregunto, en todos estos años de democracia en el país, cuántos datos sobre cultura tenemos.
Toda acción genera información y entender la importancia de recopilarla para su posterior análisis es otro acierto de la actual dirección.
“Obtenemos datos y con estos datos hacemos algo que yo creo que pasa muy poco también en cultura que es investigar y publicar”, mencionó Quintanilla.
Por ejemplo, entre las publicaciones generadas en estos dos años está el primer Mapeo de infraestructuras culturales de Pichincha. También, está cerca la publicación de un análisis de seis casos de estudio sobre educación cultural no formal en la provincia.
“Yo me pregunto, en todos estos años de democracia en el país, cuántos datos tenemos sobre cultura, eso no existe como tal. Y desde el Núcleo de Pichincha sí podemos decir en qué hemos invertido cada centavo de nuestro presupuesto e incluso cómo funcionan cualitativamente esas interacciones en cada uno de los territorios”, comentó el director.
5. Más socialización y visibilidad
Hay que hacer un trabajo justamente de comunicar más.
A medida que en el país y en la región se toman acciones que atentan contra las entidades y derechos culturales, es pertinente visibilizar el trabajo de instituciones que, no obstante pequeñas como la CCE Núcleo Pichincha, pueden incidir en el bienestar social.
En ese sentido, la decisión de Quintanilla de socializar los resultados de su administración es positiva. Aunque ese es precisamente el trabajo que, para ambos gestores, Gio Valdivieso y David Parra, hace falta impulsar aún más, sobre todo, en los territorios.
“Creo que hay que hacer un trabajo justamente de comunicar más. El Núcleo también tiene que visibilizar más el trabajo que están haciendo y hacerlo de una forma pedagógica”, comentó Gio.
6. Política pública cultural
Nadie está discutiendo sobre cuáles son los roles que podemos jugar los artistas, los gestores culturales […] a este sostenimiento de seguridad e incluso de un bienestar para la sociedad.
Por el segundo aniversario del núcleo, la administración de Quintanilla además ha tomado la posta de un diálogo importante: la necesidad de una política pública cultural a escala nacional en el contexto de profunda crisis social y de inseguridad que atraviesa el Ecuador.
Los esfuerzos de su administración, argumentó el director, “serán aislados mientras no se cree una política pública que aborde integralmente el quehacer artístico y cultural”. Esto quiere decir, pensar en “cómo nutrir o formar una posibilidad de cambio estructural súper súper fuerte desde la cultura”, señaló.
Ni en el discurso público ni en las propuestas electorales se ha tomado en cuenta al sector cultural como lo que es: un agente de transformación social. En cambio, las propuestas de securitización, por ejemplo, se presentan como únicas alternativas a la violencia.
Frente a las necesidades del país, “nadie está discutiendo sobre cuáles son los roles que podemos jugar los artistas, los gestores culturales […] a este sostenimiento de seguridad e incluso de un bienestar para la sociedad ecuatoriana en donde la cultura puede ser una muy buena y gran respuesta”, reflexionó Andros Quintanilla.
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Con dos años de gestión por delante, parece que la Casa de la Cultura Núcleo Pichincha está trabajando sobre unas bases que la actual dirección se ha esforzado por asentar en un clima social complicado.
En palabras de Gio Valdivieso, el Núcleo Pichincha se ha convertido en un buen ejercicio para entender a pequeña escala cómo funciona el sistema de cultura, cuáles son sus necesidades y limitaciones.
Aunque es enfática al mencionar que “los núcleos requieren una reformulación de sus estatutos, de su orgánico funcional”, una tarea que le corresponde a la Sede Nacional. Es decir, redefinir los roles y competencias de las unidades administrativas de la institución, sus núcleos y extensiones y, en función de eso, elegir los perfiles mejor capacitados.
Por último, como usuarios también queda trabajo por hacer, que es involucrarse y dar seguimiento a los aciertos y desaciertos, porque, como agregó Gio, “ahí es donde realmente estamos haciendo un ejercicio de gobernabilidad”.