Porque ¡no! No todo lo que expresas verbalmente es una opinión, y cuando eres una mujer negra que florece en un sistema blanqueado llegan momentos turbulentos en los que, más que furia o tristeza, sientes muchísimo cansancio.
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Nota de lectura: El lenguaje inclusivo expresado en este texto es el uso de la “a” para incluir a todAs lAs personAs.
Hoy me ha resultado complicado escribir. Usualmente me llega la inspiración cuando me siento movida por peculiaridades que me tienen muy contenta o demasiado fúrica. Entonces, dirán ustedes, los 18 días de paro te fueron suficientes para conseguir la motivación necesaria y sentarte a escribir. Pues no.
Estuve fúrica, claro, pero esta vez debo decir que a diferencia de otras ocasiones no era únicamente la furia lo que destruía/construía mi ser; sino, el estrés, la tristeza, una amarga frustración, a más de la constante decepción y alegría (he aprendido a dejar un importante espacio para esta). Creo que llega el momento en el que deseas continuar con tus actividades y planificaciones, pero cuando eres una mujer negra que florece en un sistema blanqueado llegan momentos turbulentos en los que, más que furia o tristeza, sientes muchísimo cansancio.
Sin embargo, este cansancio no se te quita descansando, durmiendo, haciendo deporte, leyendo o durmiendo de nuevo. Es un cansancio en el que no encuentras opciones disponibles para sentirte ligera, todo es pesado, mal oliente y la resignación te da cachetadas en el rostro.
Hablando de cansancio, como mujer negra, feminista y de clase media baja (que vive en las yunatis mientras evita dejarse seducir por la academia y sus trucos), me he visto obligada a lidiar con comentarios extraños, sin sentido común y supremamente racistas de la ciudadanía mestiza ecuatoriana blanqueada. Un par de veces, el tema de poder salir a vacacionar a Miami, California o Nueva York saltó en la conversación y me dijeron:
—¿Pero sabes de lo que me he dado cuenta? Allá los “negritos” son súper racistas. Ya verás cuando vayas para allá—. Otra persona se refirió a la comunidad negra estadounidense como “negros malos” y que piensan que “todo es racismo”.
Si eres una persona negra con conciencia racial, de clase y de género, ¿qué se supone que debes contestarles? Bueno, en mi caso empecé por lo obvio:
—¿Qué? ¿Cómo una persona negra puede ser racista en un país como Estados Unidos? ¿Estás consciente que es imposible que una persona negra pueda ser racista?—.
La ¿conversación? se alargaba innecesariamente y digo innecesariamente porque yo les tenía consideración a estas personas. Ya saben, personas buenas que me caían bien y me sentía con el deber de explicarles lo que bien conocen pero no quieren aceptar: los privilegios que el sistema del capitalismo racial y la blancura les otorga al nacer casi de inmediato, como el pecado original a las cuerpas pecadoras descendientes del inocente Adán y la lujuriosa Eva.
Sin embargo, debo aceptar que algo de esos comentarios me dejó una semilla de curiosidad que giraba en torno a lo siguiente: ¿Qué hace que estas personas distingan en la comunidad negra gringa un racismo que tal vez en la comunidad negra ecuatoriana no distinguen? ¿Por qué ellas (las personas negras estadounidenses) son malas pero nosotras no? ¿Somos menos malas? o ¿Acaso yo soy la buena, solo porque soy su amiga?
La verdad también es que no hace falta tener 6 sentidos, ser súper dotada o tener un coeficiente intelectual de 190 puntos para saber cómo funcionan las dinámicas raciales entre personas negras y blancas en las yunatis. Pero fui buena, ¿saben? y decidí hacerme la ignorante, tomar mi avión hacia gringolandia fingiendo que no sabía nada sobre el espectro racial allá arriba.
Durante mis primeros meses en una pequeña ciudad únicamente decidí observar. Observé las miradas, el lenguaje corporal, las expresiones faciales y el tono de la voz. Hay algunas personas negras que no hacen contacto visual y bajan la mirada cuando personas blancas aparecen en su mismo camino.
Me di cuenta de que la comunicación verbal en servicio al cliente hacia personas blancas es muy amable, pero directa. Hay muchas personas negras que, al igual que en Quito y por razones obvias, únicamente prefieren hacer grupos entre y con personas negras.
Y lo que más he abrazado desde el día uno que llegué es que casi todas las personas negras que se han cruzado en mi camino me saludan con una sonrisa y me hacen conversación, especialmente si son adultas mayores. ¡Sí! Lo han hecho porque me ven y reconocen negra, y no lamento para nada que ciertas personas mestizas blanqueadas en Ecuador no puedan disfrutar de la dicha de ese reconocimiento.
Lo que sí lamento y mucho es el descaro de verse en uno de los países más racistas del mundo y no reconocer que incluso siendo mestizos tienen el privilegio de hacer white passing (mestizo camuflado, como dice mi colega la Katic Nina) en E.E.U.U., y que ese privilegio les da la opción de verse ciegas, sordas, mudas e invisibles ante todas las atrocidades que Estados Unidos obliga a vivir a la población negra sin distinción alguna.
Lamento mucho que aseguren que allá “los negros son malos” pero vean inocencia en cualquier blancura, incluso en la de aquel ser (porque no encuentro otro término para referirme a este ser) que apuntó con una pistola a mi compañero de clases y aplastó el gatillo de ese arma sin balas para hacerle creer que lo iba a matar, para después echarse a reír.
Lamento mucho que aseguren que allá “los negros son demasiado racistas”, pero no reconozcan el dolor de mi amigo que debe esconder sus dreadlocks bajo un turbante para tener trabajo, porque sabe que lo racializan y no lo van a contratar si se presenta tal y como es él; tal y como es su negritud.
Lamento mucho que no les de vergüenza de expresar que allá “todo es racismo” después de haber promocionado merch (mercancía) de “Fuck Empathy” en un mensaje expresa y directamente racista hacia las comunidades indígenas, pueblos montubios, cholos y afrodescendientes en el contexto del Paro Nacional.
Lo que he lamentado más todavía es a todas y cada una de las personas indígenas, montubias, cholas y afrodescendientes que han tenido miedo de volver a sus espacios educativos por temor a que los identifiquen como salvajes, violentos y terroristas, únicamente por salir a las calles a exigir sus derechos a la cara de una élite política insensible, racista y ausente. Aquellas son las mismas personas que tienen la frescura de viajar a EE.UU. y frívolamente tildar de racistas, exageradas y malas a las personas negras de allá.
Tal vez, yo no me sentiría tan jodidamente cansada si tan solo tuvieran la delicadeza de guardar silencio en lugar de expresar sandeces. ¿No desean reconocer sus privilegios y sus estrategias de passing, incluso en Ecuador?
Está bien, creo que tampoco tienen la culpa de haber nacido blancas/mestizas, pero: ¿qué les cuesta guardar silencio, o simplemente guardarse sus comentarios racistas para ustedes mismos y dejar de humillarnos abriendo conversaciones tan incómodas y opresivas no únicamente contra mí, sino contra mis ancestras?
Yo sé, siempre pido demasiado, pero ya no me quedo callada y si el objetivo de estas personas ha sido colocarme en lugares incómodos con mi propia negritud yo puedo escribir mucho para hacerles sentir más incómodas. Ya viene siendo hora ¿no? Ya saben para variar.