Noviembre cierra con un trío de álbumes pesados y feroces para posicionar el caos por encima de todo.
First Fragment/ Album: Gloire Eternelle
Pocas bandas de este género llegan a generarme preguntas acerca de los alcances de lo técnico en la composición musical. Para muchas personas, la auto complacencia que pueden tener ciertos actos puede opacar a veces los sonidos, o simplemente no transmitir nada. ¿Cuál es la clave en este caso? No creo que es solo componer o escribir canciones que desplieguen un nivel brutal de virtuosismo, sino que en ese juego, reflejen estructuras originales, pegajosas y más que nada, si vas a ir por ese camino, lo sigas hasta el final e inmisericordemente.
Como siempre, en este tipo de placas, la producción tiene que ser excepcional. Este caso no defrauda, y es que si no se obtiene ese brillo individual, todo se vuelve terriblemente abrumante. Está claro, sin embargo, que tomarse el tiempo en arreglar y producir engendra esta ferocidad de temas que suenan perfectos.
Al igual, la energía que se requiere de parte de los canadienses es algo que sin una sinergia, sin una comprensión del punto al que se quiere llegar, no se podría alcanzar. Temas de mucha velocidad y habilidad que necesitan entendimiento completo de las melodías y el groove para que no queden en un puñado de solos inconexos. First Fragment lo volvió a hacer.
Archspire/ Album: Bleed the Future
Continuando en Canadá, y presionando más a fondo el acelerador, seguimos en el death metal técnico que parece ser la especialidad de ese país. En él abundan excelentes bandas que tienen por meta, aparentemente, ser la más desafiante en cuanto a los cánones de la creación musical pesada, especialmente los de la técnica y la habilidad musical.
En este caso, la pesadez que se quiere para producir un acto que te estalle la cabeza, reta al escucha a no descansar nunca, y en 30 minutos de disco, es arrollado por la fuerza de un tempo implacable. A pesar de la densidad de la creación, todo se escucha perfectamente. Las siete u ocho cuerdas que brillan en las estructuras de los acordes, entregan no solo velocidad, sino instrumentación exuberante pero expresiva. La batería no es solo una plataforma para un despliegue continuo y plano de notas, los temas elevan los motivos de toda esa dinámica maníaca de toma y daca entre los instrumentos y la vocalización de Oliver Rae Aleron.
Hablando de esto, su canto cuadra como uno de sus sellos que los diferencian, al punto de que casi se lo escucha “rapeando guturales” o manteniendo la estructura necesaria. Así, refuerza la precisión y encuadra la transmisión sin contemplación e intrincada que se quiere dar.
Una máquina completamente aceitada, que no marcha; corre a la velocidad del sonido.
Frontierer/ Album: Oxidized
¿Cómo algo tan caótico puede tener tanto ritmo? Gran pregunta para los ruidos que de otra manera no podrían tener respuestas. Esa disonancia que empuja los límites de lo sonoro en actos tan extremos que desafían lo rápido y extremo, pero, más que nada, que no se comprometen con nadie ni con nada, es lo que da origen a Frontierer.
El sonido del mathcore —esta mezcla entre cualidades técnicas y brutales del grindcore— expone estructuras que emulan aparentes incoherencias, pero dentro de sí, observa mezclas ásperas, asfixiantes, que buscan posicionar el caos por encima de todo.
Oxidized es arrolladoramente divertido y al mismo tiempo (y de una manera que no puedo explicar correctamente) se refleja en mí como el futuro de un mundo incierto, el cual solo puede ser descrito por el desconcierto que nos rodea. Único en su estilo, nos aleja de lo producido para masas y apunta a lo inconsciente y primitivo.