El nuevo EP de Andrés Noboa es una pieza acústica hecha cuidadosamente y acompañada por letras llenas de imágenes bellas. Te hablamos de él a continuación.
La vida, en muchas formas, está mediada por los sentidos. A través de ellos, y a través de la educación que recibimos, percibimos los atributos del mundo. Distinguimos las cosas e inevitablemente las sopesamos y las clasificamos.
Algunas de ellas se irán de nuestra memoria —o, por lo menos, de nuestra memoria más cercana— y otras continuarán en nuestra cabeza de forma constante. Dispuestas en nuestro panorama mental siempre que la situación lo exija. Ya sea en un simple viso de actividad mental que despliegue la potencia de nuestra memoria asociativa. O, quizá, en un texto que escribamos.
Es inevitable elaborar esta interpretación cuando uno se topa con las letras de Ambos Tres, el nuevo EP de Andrés Noboa.
Al mejor estilo de un escritor impresionista, o de un poeta, el músico quiteño ha creado unos versos que, por lo menos en superficie, no dicen nada. Y, sin embargo, llevan la marca de los detalles más pequeños de la vida cotidiana en ellos.
Pequeños, pero no insignificantes. Porque, como veremos, incluso eso que, a causa del ajetreo continuo de la vida cotidiana, acabamos por ignorar guarda una importancia elemental en la vida.
Una larga gestación, una bella síntesis
Si algo nos ha enseñado el arte, con sus tiempos prolongados, con el lento reposo que han exigido algunas obras maestras e, incluso, con el mutismo en el que varios creadores se han visto inmersos, es que, muchas veces y contrario a la lógica de producción ahogante del capitalismo, lo bueno exige grandes lapsos antes de salir del horno.
Hace un tiempo, largo e indefinido —quizá entre el 2009 y 2011, cuando se fue a estudiar a New York—, Andrés empezó a componer los primeros bocetos de las canciones de las que aquí nos ocupamos. Venía de acumular material para ello.
En primer lugar, unas experiencias sentimentales muy definitorias que le dieron un sustrato fuerte. En segundo, un objeto muy particular que recibió en el 2008.
“Todo empezó porque me mandé a hacer una guitarra acústica bellísima, la mejor guitarra que he tenido en la vida. Me la hicieron aquí, en Ecuador, hace muchos años. Me la hizo el Raúl Lara”, recuerda el músico.
Y como él mismo se preguntó unos segundos más tarde, mientras contestaba a las preguntas de esta entrevista, ¿por qué ese detalle es importante?
Lo es porque, a raíz de la fabricación de esa guitarra, Andrés incursionó en la música desenchufada, luego de toda una vida tocando la guitarra eléctrica. Lo que incluye, por supuesto, su paso por el grupo Blues S.A, del cual es fundador.
Para esta nueva etapa acústica lo animaba el propósito de acoger nuevas sonoridades. De, en cierta forma, acercarse, sin hacer algo idéntico, a ciertos performances icónicos que le gustaban mucho.
“El rato que empiezo a tocar la guitarra acústica, empiezo a ver que tenía ganas de hacer sonar estos acordes abiertos, acordes con cuerdas al aire y mucha resonancia de la guitarra, que era lo que a mí me parecía que era más reminiscente al grunge, al unplugged de Pearl Jam, a los temas acústicos de Stone Temple Pilots”, indica.
Así, los temas le salieron orgánicamente, sin el ánimo por parte suya de ponerse a hacer un disco. Lo único que lo guiaba era el deseo de hacer música y divertirse haciéndola.
Y así habrían seguido las cosas si no hubiera sido por Ernesto Karolys, de Hispteria —un proyecto en el que Andrés también participó—. Fue él quien se percató del potencial de los temas y sugirió interpretarlos.
Entonces, Andrés, a su vuelta a Ecuador, hizo unos formatos para tocarlos. Mariela Espinosa, Raúl Molina y Paola Navarrete fueron algunos de los músicos que se sumaron a la interpretación. En ese tiempo, el guitarrista quiteño probó con muchos músicos distintos y varios formatos. “No había apuro ni nada, porque sólo fue una probada”, afirma.
Pero sería con Pedro Ortiz y Chris Dreyer que el camino comenzó a vislumbrarse con claridad. Un día, Andrés, que nunca había interpretado música con ellos, les propuso tocar. Aceptaron y, luego, ya en la tocada, la química no tardó en ser evidente: “A la media hora de tocar dije que esto tenía que grabarse”.
No importaba que las canciones tuviesen una serie de particularidades que dificultaban su ejecución, Pedro y Chris se entendieron en seguida con Andrés. Ello allanó el camino para la grabación de las canciones, que se dio en el antiguo estudio de La clave del Apu, poco antes de que Pedro se fuera a vivir a Barcelona y de que Chris emprendiese un viaje alrededor del mundo.
Todo parecía estar listo para la publicación. Salvo porque Andrés no estaba tan contento con su propia voz. No le gustaba. La percibía como su punto más bajo a nivel musical. Con el tiempo, las canciones que había grabado terminaron por ocupar un puesto, como se dice, en el cajón.
Pero eso no duraría toda la vida.
Un día, tras escuchar su más reciente tema, “Vendaval”, un amigo de Andrés, Miguel Sevilla, lo instó a librar del olvido a las canciones pasadas. Y le propuso una idea afortunada que sacó del bache al proyecto: buscar quién pueda cantar los temas.
“Le invitamos a Nicolás Estrada para el tema “Piel Metal”, y ahí empezó todo”, recuerda Andrés.
Un desfile de imágenes y una hechura de artesano
Si hay algo que resalta particularmente de este EP, son las letras. A diferencia de la canción pop comercial, que se agota en una poesía prefabricada y fácil de entender, o de la música de corte más conceptual, que se apoya en narraciones complejas revestidas por intenciones políticas o nociones filosóficas, las letras de Ambos tres no pretenden nada.
No buscan convencer, no buscan gratificar de inmediato. No tienen intención. Son, sencillamente, un registro de todo lo que la memoria de su autor fue capturando con el paso de los años y acuñando como símbolo. Son, en definitiva, poesía de la buena. Un rastro de su mundo personal.
“Juan Gelman tiene montón de veces en las que habla de la madera, del palito, un montón de diminutivos. Roberto Bolaño habla de los perros y tiene esta onda. Yo creo que los imaginarios son lo íntimo. Me di cuenta de lo que tienen en común las letras. Aparece lo que tiene el arte del disco: la arcilla, la piel, migas. Son estas cosas chiquitas que se resignifican en otras cosas”, señala Andrés.
Y de la música no hablemos. Una música hecha con mimo, trabajada al detalle, con una labor artesanal que pone a la dedicación humana en un primer plano. Eso, sí, valdría dejar en claro que Andrés no pretende apartar la música hecha con instrumentos electrónicos de su vida.
“No tengo nada en contra de los sintes. Ojalá que pueda hacer un proyecto electrónico algún día. Pero en este disco no hay nada que no sea acústico, excepto el bajo del Chris, que es un bajo eléctrico, y mi guitarra en el solo del final. Hay los oboes. Y las voces, no hay nada más hermoso y artesanal que la voz”, señala el músico quiteño.
Esa cualidad artesanal puede advertirse incluso en la portada, decorada por una bella figura de arcilla.
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“No creo que es una portada simplemente, sino que esos son objetos que fueron hechos para el disco. ¿Quién se sienta a hacer arcilla hoy?”, señala Andrés.
Así que, luego de que hayas leído esto, no hay excusa para dejar pasar esta obra.
Con Ambos Tres, Andrés Noboa nos envuelve en un desfile de imágenes seductoras del mundo que lo rodea. Y todo eso acompañado de una música suave y embriagadora, elaborada con el cuidado propio del artesano. Un auténtico trabajo de paciencia y pulso.