Entérate de todos los pormenores del nuevo videoclip de Mateo Kingman, «Religar». Para conseguirlos, conversamos con Mateo y la directora del video, Ana Cristina Barragán.
¿Qué pasa cuando juntas a un músico que está en búsqueda de sí mismo con una sensible, sutil e imponente directora de cine? Fácil, una obra de arte.
El nuevo videoclip de Mateo Kingman, “Religar”, salió a la luz y la encargada de dirigirlo fue Ana Cristina Barragán.
Aunque Mateo no sale en pantalla, fue parte de esta producción. Por primera vez en su carrera incursionó en el lenguaje audiovisual y fue el co-guionista del videoclip junto a su compañera de fórmula.
Ambos coinciden en que se generó una química desde el primer momento en que se sentaron a trabajar. “He trabajado con varias personas y me pasa poco que hay mucha sincronía, mucha química. Casi que el uno dice lo que el otro está pensando y eso me pasó en este caso”, cuenta Ana Cristina.
“En las imágenes del video queríamos expresar una sensación de algo roto que se vuelve a reconstruir, aunque no entiendas bien qué es, y que de pronto se religa, se reintegra” – Mateo Kingman
Desde la dirección, el videoclip tiene aspectos más cinematográficos que los acostumbrados en un video musical. En el equipo de trabajo sobresalen nombres conocidos para el cine ecuatoriano y para los que siguen la obra de Ana Cristina.
Por ejemplo, destaca, como director de fotografía, Simón Brauer, quien ya ocupó ese puesto en «Alba», la ópera prima de esta directora. Arturo Yépez, que ejerció como productor de campo, y Juan Carlos Donoso, que participó en el montaje, han sido parte de películas como «Sin muertos no hay carnaval» y «Saudade», respectivamente.
Ana Cristina asumió el papel de directora en toda su amplitud, dirigiendo a un grupo de ocho adolescentes en una profunda historia de sanación y reencuentro.
“Creo que lo lindo era hablar sobre estos adolescentes outsiders que no pertenecen a otros espacios, pero que sí pertenecen entre ellos y se fusionan con este lugar abandonado”.
El Videoclip
Ocho adolescentes se encuentran en un lugar abandonado. Heridos, maltratados, con cicatrices visibles y otras que tan solo podían ser adivinadas al ver su mirada.
El rodaje tomó lugar en El Refugio, una hacienda-club del valle de Los Chillos. El abandono interior de los chicos y chicas se ve reflejado en el espacio donde se encuentran.
Este refugio sentimental, a pesar de estar ubicado en la ciudad, es un lugar apartado, donde no existen adultos.
A través de rituales lúdicos los adolescentes emprenden un proceso de sanación. El baile y los juegos interpretativos son el inicio.
A través de una mimetización de movimientos con los animales, los personajes expresan el dolor y el maltrato que llevan dentro.
“Religar de reacoplar, reacoplar de reubicar, reubicar el suelo pa’ pisar y volver a encontrar, volver a amar luego de la tempestad, volver a dar guerra, volver a la tierra, nueva piel es continuar”
Los personajes pasan del juego a la realidad. Se observa a las chicas haciéndose cargo de ellas. Se peinan, se limpian, se maquillan. En todo sentido se arreglan.
Lo mismo con los chicos, se limpian las heridas, se lavan el cabello. Una escena de hermandad, de hacerse cargo de uno mismo a través del otro.
Otro rito importante se ve una escena en la que los chicos y chicas juegan a operar a un paciente. Con obsidiana recorren el cuerpo del herido y así juegan a curar y ser curados.
“Nuevamente la unidad, nuevamente somos piedra”
Finalmente, ya no son personas heridas. Despiertan y están sanos. Ya no hay necesidad de actuar como animales porque el dolor ha salido. Empieza el baile.
La dirección
Ana Cristina explica que trabajó con ejercicios para generar confianza entre los actores. Por ejemplo, cuenta que una de estas prácticas consistía en “reunirles a todos y decirles que se cuenten secretos uno al otro, momentos en los que se hayan sentidos lastimados o inseguros, o momentos en los que hayan sentido muchísima libertad”.
De esta manera, cuenta, “empieza a crearse un respeto y una sensación de mucha confidencialidad, de cercanía” entre todo el equipo.
“Lo que hacía Ana es una pre-preparación, luego otra, en el momento de grabar, e incluso después de grabar las escenas”, cuenta Paula Jarrín, una de las actrices.
“En este videoclip cada vez que Ana nos leía el guion todos nos sentíamos relacionados y podíamos actuar más fluidamente”.
Del cine a los videoclips
Esta es la segunda vez que vemos el nombre de Ana Cristina Barragán fuera de las salas de cine y dentro de la escena musical. Anteriormente dirigió el videoclip “Cambio de tonalidad”, de Da Pawn.
No es extraño que cineastas incursionen en producciones audiovisuales fuera de la pantalla grande. Pero éste es un ejemplo de cómo se puede juntar dos industrias culturales y emergentes del país y co-crear.
Incluso, Mateo revela que junto a su productor, Ivis Flies, se dieron cuenta de que Ana Cristina podría dirigir toda la parte visual de su próximo álbum. Esto, porque creen que tiene la “sensibilidad y sutileza para contar historias o sentimientos fuertes”, como los que él trata en su producción musical.
Incluso, Ana Cristina cuenta que en el proceso pensaron que lo que estaban haciendo tenía potencial cinematográfico. “Buscamos que cada parte sea una escena entera. Yo le decía al Mateo que hagamos un corto con este material porque las tomas dan para un cortometraje”.
La nueva era de Mateo Kingman
Este single es el primer tema en hacerse público del nuevo álbum, todavía anónimo, del músico maquense. El lanzamiento de este nuevo material está previsto para marzo del próximo año y “Religar” constituye la parte final del disco, cuenta Mateo.
“Es un disco que tiene un viaje, una búsqueda interna súper fuerte, pero en esa búsqueda este personaje se encuentra con la galaxia, con el cosmos, con el espacio exterior. Es un encuentro con la luz misma”, nos adelanta.
Para este álbum esperamos un Mateo Kingman más maduro. En “Respira” pudimos observar una búsqueda en cada canción. “Creo que en el anterior álbum yo estaba ciego”, nos cuenta. “No había una conciencia racional de lo que quería hacer o decir, sino que era un instinto muy natural e ingenuo”.
En cambio, para esta nueva producción Mateo promete una búsqueda dividida en partes. “Antes de grabar el disco yo hice un mapa con distintos momentos, y fui llenando los momentos con canciones”, explica. A este mapa lo llamó «Serpente Lúmina».
Un segundo disco es una reafirmación para cualquier proyecto musical. De esta manera, Mateo Kingman reafirma su presencia e importancia en la escena local. Y es que ha sido uno de los músicos emergentes más reconocidos en el país y en la región.
Esto lo demuestra el hecho de que haya sido uno de los pocos músicos ecuatorianos que han tocado en los festivales de música independiente más importantes de la región. En 2017 Mateo se presentó en el Estereo Picnic, algo que comparte solamente con Nicola Cruz y La Máquina Camaleón.
Por lo pronto, podemos disfrutar del videoclip y sólo imaginar los olores, sabores y colores que traerá su siguiente álbum.