«Vivo en un mundo sin certezas, no busco la perfección. Aprendí a desconfiar de los expertos y amar a la soledad».
«Cierro los ojos y escapo a ese lugar para no hundirme más».
«Con el tiempo aprendí a disimular y a mentir, aprendí a olvidar».
Esas frases sueltas, cargadas de un sentimiento profundo de melancolía e inquietud (hasta angustia emocional), son los versos de las canciones de Pánico. Su música es como caminar sin rumbo fijo bajo la lluvia, como escribir sobre un cuaderno, escondido bajo las sábanas de la cama con una linterna. Su música suena como sonaría el alma de una persona introvertida, de voz baja y de ojos grandes, tal como es Sebastián Valbuena, el ánima detrás de Pánico.
El Origen
Nada alrededor de Pánico es muy complicado. En el modo en que Sebastián cuenta la vida de su proyecto musical, todo parece ser tan volátil como los sentimientos que fluyen de las mismas canciones.
Él ha experimentado con música y letras toda su vida. Sebastián se dejó llevar durante la adolescencia por bandas como Sui Generis o Elliot Smith, y por los pensamientos que plasmaba en sus cuadernos. También en algún momento fue guitarrista de Faustino Lemus Rayo, banda recientemente disuelta. A los 20 años decidió comenzar a componer por sí mismo. Con el micrófono de su computadora y algunos otros juguetes lanzó su primer álbum al internet: Farmacia. Está lleno de psicodelia y suena como banda sonora de una película de suspenso en momentos y en general, es desconcertante e inquietante al escucharse.
Nunca tuvo pretensiones ni un objetivo claro en mente, nada más la necesidad —casi compulsiva— de expresarse a través de la música. Fue como una liberación. Se dio cuenta desde entonces, de que sus canciones hablan mucho mejor que él mismo, de todo lo que cabe en su interior.
Pánico
Entonces Pánico nació y durante cinco años ha ido refinándose sin dejar de ser lo que fue en el inicio: una especie de diario musical para su compositor.
El proceso de composición no tiene ningún esquema tampoco. Puede variar radicalmente, como en No, un disco de ocho temas, en el que todos duran 1:15 y empiezan con la palabra «no». Sobre él, el autor cuenta que compuso todo en una mañana, improvisando sobre la marcha y sacando intuitivamente los sonidos que querían salir. Por el contrario, trabajos como Pánico han requerido sentarse a escribir la letra durante semanas o encontrar los poemas precisos para la musicalización.
La evolución musical se hace evidente desde Farmacia hasta Jenösod, su último trabajo. Haciendo honor a la música que escuchó mientras crecía, todos los álbumes se mueven con la simplicidad como eje. Desde el lo-fi más puro, guitarras, charangos y percusiones muy sutiles se fusionan con samples y la voz distante de Sebastián en una mezcla muy particular.
Es un entretejido nostálgico de emociones personales, recortes de películas o programas radiales y sonidos muy latinoamericanos, que sale a la vida en medio de la brevedad, tanto en la duración de los temas como en lo rápido de su proceso de composición. Quizás el álbum que más define el sonido de Pánico y con el que más se dio a conocer en los últimos años, es su homónimo.
«Las Imágenes»
Otra de las características más notables de la música de Pánico es su calidad visual. Escuchando cada canción, es muy fácil imaginarse escenas de películas melancólicas de la Nouvelle Vague francesa, o de cosas como The Perks of Being a Wallflower. También es muy fácil maquinar cuentos en la cabeza a partir de las letras. Vale la pena jugar con ellas y aventurarse a ver qué brota del «pánico».
«El Niño Bueno» (Poema de Julio Cortázar)
Después de besar a sus tías a la fuerza y dejarse pellizcar los cachetes, el niño deja el corbatín de lazo rojo que su mamá le encajó tirado a lado de la puerta trasera de la casa.
La casa se ve muy chiquita y deforme al fondo de la colina y a través de las burbujas que está soplando sentado en un árbol.
«Los Muertos»
El escritor dejaba caer las migas de pan para las palomas con la mirada absorta en la nada mientras el viento soplaba a su alrededor y la ceniza de su cigarrillo caía sobre la libreta que tenía en el regazo. Sólo regresó a ver cuando escuchó al auto que pasó con una bocina cantando a todo volumen el lema de campaña del presidente.
«No me siento mejor»
Salió de la casa con los ojos anegados y con la nariz en constante labor de aspiración. Tomó el primer bus que pasó y se dejó llorar con la mirada perdida en la ventana.
«Las Imágenes»
El loco escapó del manicomio. Saltó por la ventana, cayó sobre las hojas secas del patio y mientras corría hacia el bosque el viento levantaba su bata y lo dejaba desnudo ante el mundo por intervalos breves. Después de una breve visita a la licorería al llegar a la ciudad, se sentó en una esquina a llorarle a una botella con la espalda arrimada en la pared.
«No pude ir a la fiesta»
Las manos todavía le temblaban de los nervios, aún después de haberle entregado el dibujo a la chica que le gustaba.
Esperaba que los rebotes de la piedra que decidió patear por la vereda le sacaran de la cabeza la imagen de ella yéndose cuando su novio la jaló, sin poder decirle nada.
El Futuro
Pánico dejó de ser un proyecto personal súper lo-fi hace algún tiempo, para convertirse en una banda de verdad. Sebastián se unió al amigo que tocaba el bajo en Faustino Lemus Rayo, y gracias a él llegó a los demás miembros del grupo: dos chicos de 17 años sacados del conservatorio. Sebastián es un músico empírico y la comunicación con los chicos que tienen formación académica ha traído un mundo de posibilidades nuevas para explorar y un montón de aprendizaje. Cada músico viene con su propio bagaje y eso ha hecho que ahora Pánico tenga un sonido nuevo, en un proceso de re-invención.
Mientras se dedican a re-musicalizar el repertorio que Sebastián concibió solo a lo largo de los 5 años pasados, buscan darse a conocer en cualquier toque posible. No importa si es en una cabina de radio chiquita como la de PoluSonora, o si es un festival dentro de un volcán. La respuesta positiva del público también ha motivado la transición de lo casero a lo público. El futuro se ve interesante ahora que hay cuatro músicos en escena para dar vida al micro-pop depresivo de Pánico. Mientras, Sebastián espera dedicarse por completo a su trabajo como artista visual, sin separarse nunca de la música.
1 comentario
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