Un encuentro secreto con la música electrónica

“Una fiesta clandestina que garantiza ser el lugar prometido”. Ahí fue donde, por cosas del destino, fui a parar. Siempre he escuchado sobre estos grandes conciertos de música electrónica donde la gente no vuelve sino hasta el día siguiente pero nunca había tenido la oportunidad de ir a una y saborearla desde mi propia experiencia, de gozarla.

Casi sin querer, un día me vi a mí misma escribiendo mi nombre en la lista de aquel evento furtivo, under, de locación secreta del que no sabía qué esperar. Las cosas se pusieron más interesantes cuando durante la mañana del evento, en mi bandeja de entrada apareció un mensaje nuevo. Era un mail personalizado con la dirección misteriosa del sitio (un poco alejado de la ciudad), una invitación que con colores me invitaba a ser parte. Sin haber sido nunca antes testigo de algo así, esta vez yo era una de las elegidas. Tanta exclusividad no sólo me hizo sentir ‘especial’ sino que aumentó la expectativa de descubrir de qué se trataba.

Llegar ya es sentirse diferente. Hablando en términos de una total primeriza, claro. Lo que diferencia a la gente que asiste a estas fiestas under-secretas de la juventud que sale a reguetonear a un bar o a un concierto, es que ellos, los de las fiestas under-secretas están dispuestos a celebrarlo en grande, pues saben que la fiesta no va a parar hasta el amanecer. Por lo general, en los raves o bailes/conciertos de electrónica, la música no para de sonar durante horas o incluso días, dependiendo de la magnitud del festival. Este espacio se convierte en un concierto apreciativo de DJs, un constante performance en el que muchas veces hacen gala de los visuales en el background o juegos de luces para aumentar la autenticidad del espectáculo.

Personas bailando al ritmo de la música. Foto: David salazar

No es un show en vivo donde se toca una canción, se acaba, siguen con la siguiente y así hasta el final. En este territorio las reglas son distintas. Es todo, menos predecible y lineal. Los músicos buscan presentar una cápsula de algunas horas de duración que compile lo mejor de su desempeño. Aquí entre la mezcla en vivo, las luces, cada set está hecho para ineractuar y provocar. Los músicos tienen el deber adquirido de introducirte en la música e insinuar tu conexión, casi siempre se basan en un tono uniforme o repetitivo que van transformando en todo momento mediante el uso creativo de sonidos, scratches y efectos.

Algo divertido, que notas más una vez dentro, es que no hay una forma dicha de cómo bailar estos ritmos. Apenas la única pista es acaso dejar que el cuerpo se mueva como quiera y disfrute más. Cada cual siente la música a su estilo, hay quienes bailan en pareja, entre cinco, solos, como sea. Es un ambiente de libertad y tolerancia que saca a flor de piel el lado más extraño de las personas. La espontaneidad de la música y de los pasos de baile hace que todos se liberen de las ataduras y sean ellos mismos. Tal vez es eso lo que lo hace tan singular.

Camilo G. DJ quiteño / Foto: David Salazar

Puede ser una fiesta clandestina, pero a veces creo que es más una carrera de resistencia; no de velocidad. No son fiestas donde reina el desenfreno y la destrucción alcohólica, pero sí se trata de llegar al final. Y así, cuando uno se sumerge en ese desafío, empieza a experimentar esas sensaciones que otros seguro las viven con mucha frecuencia. La sensación, por ejemplo, de ver el amanecer mientras bailas o oír al gallo con la música reventando en el fondo. Es en esos instantes en que pienso que sí es el verdadero lugar prometido, mientras sigo bailando y dejándome llevar por la música. Las horas pueden pasar, mientras la carrera de resistencia marca el movimiento del cuerpo. De pronto, el sol llega a su punto más alto, a las aves empiezan a trinar, tus pies se hinchan y sigues bailando. Se apaga de a poco la música y asumes en algún punto de toda esa mezcla de amanecer y sensaciones nuevas, que es el momento de partir.

Únete a la conversación