Cuando empezó a tocar la primera banda el sábado al medio día, esta edición satélite del Quitofest adquirió cuerpo y vida propia. Dos días de festival comprobaron que en Cuenca hay una escena, que hay un público hambriento de música diferente y de espacios alternativos de entretenimiento. El QFCuenca fue con todo eso, la madriguera de momentos inolvidables. Aquí te contamos algunos.
El pogo bajo el agua
No, el fin de semana del 15 y 16 de noviembre de 2014 no hubo gota alguna de lluvia. En su lugar, un sol cariñoso avivó los colores del Estadio Alejandro Serrano Aguilar. Tras algunas horas de calor abrasivo, la estrategia de los Bomberos consistió en soltar grandes chisguetes de agua fría sobre la gente. Y se hizo la fiesta. Esa agua atomizada llamó a un mosh gigante que empezó a crecer con el ritmo de la música. La tocada de los Zuchos del Vado fue el momento cumbre en que unos cien chicos se adhirieron a un pogo cobijado de agua, sol y varios arcoiris fantasma.
La invasión de niños con cara de Kiss
Si en algún momento los chapas quisieron que pequeños impúberes no fueran parte de esta fiesta loca de rock, Dios guarde su posterior reflexión y sabiduría. Cientos de personas acudieron con sus familias. Vimos coches rodar y niños correr por el campito del estadio desde muy temprano en la mañana. El detalle particular: caminabas por ahí y entre la audiencia un chiquillo te veía desde su abajo con la carita pintada de blanco y una gran estrella negra a modo de peca o parche en su ojo. Luego, vas a comprar helados y nuevamente: niños Kiss corriendo a toda, por las carpas de las comidas, niños Kiss llorando, niños Kiss jugando a ser Kiss. Buena idea eso de las pintucaritas en un festival de rock.
El grito de aliento a Curare
Los trece años de la banda de longo metal, trajeron consigo la fidelidad confortable del público de todos los extremos del país. Curare anuncia su llegada al escenario con un riff de guitarra. Empiezan a tocar. La gente les sigue con saltos. Algo falla. Lo intentan otra vez. La gente retoma el salto. Nuevamente paran de tocar. En esos minutos de resolver los problemas técnicos, la gente no los pifea, no se queja, ni se va. Entre el público nace un grito masivo de avivamiento. ¡¡Cu-raaa-re!!, ¡¡Cu-raaa-re!! Gritan todos. ¡Vamos Curareee! Grita alguien sobre el grito común. Y arrancan. Increíble ver la vibra que desprenden en la audiencia. Hubo lágrimas, los coros no pararon.
La ovación que se despertó en el intro de Putita.
Hay una banda argentina que viene tocando desde inicios de los noventa y ha sabido renovar su música para que suene fresca y activa a través del tiempo, con pop, con rock, con sabor a Latinoamérica. Han sido ellos: Babasónicos. 21h30. Empiezan a tocar. La gente baila, escucha, las mujeres les mandan besos. La audiencia tiene gusto, pero sobre todo memoria. La cereza del concierto del primer día de QFCuenca estuvo en PUTITA como canción final y detonante de la nostalgia. Sos tan espectacular, que no podés ser mía nada más (tenés que ser de todos…). Éxtasis. A veces traducido en silencio, pero la mayoría, como un coro masivo que dejó su eco lánguido en el Serrano Aguilar.
Los atardeceres surreales
Ya habíamos hablado de la no-lluvia y del sol pero los atardeceres y sus colores no pasaron desapercibidos. Su fuerza determinó momentos memorables del festival, en los que empezaron a llegar a oleadas las personas para terminar su noche en el Estadio Alejandro Serrano Aguilar. Da Pawn el sábado y Carajo el domingo fueron partícipes de esta locomoción del tiempo en que las nubes se movían mostrando las tonalidades del ocaso. La gente por su parte, ya tenía la sal en sus rostros pero seguía esperando más. Los que trabajaron y los que viajaron a Cuenca llegaban, mientras las bandas más de la noche se preparaban para impedir que los cuencanos, lojanos, machaleños, guayaquileños, peruanos, quiteños, riobambeños y de todas todas partes del Ecuador olvidaran el QFCuenca.
Basca
El público cuencano dejó en claro una cosa: Increíbles las bandas de todo el mundo, pero las de Cuenca, son las de Cuenca. Todas re ovacionadas por la gente. Desde los debutantes Da Culkin Clan, hasta los clásicos Sobrepeso tuvieron a sus fans aclamando. “Pero nada como a Basca”, coincidieron un par de personas que presenciaron el show de esta banda cuencana nacida a finales de los años ochenta. “La gente no paraba de poguear y cabecear. Otro nivel”. A eso agréguenle lo impecable de su voz y sus ganas de tocar. Los Basca resaltan siempre el hecho de que su música es creada a partir de sus sentimientos y experiencias. Pues con esta, ya tienen tela para cortar. El público agradeció con su reverente aliento a la banda intérprete de temas infaltables como “Hijos de…”.
La subida de fans al escenario de Biohazard
Más gente, más chévere, dicen. Hazte al grupo, dicen. Billy Graziadei hizo caso a esas estrategias de automarketing y se relacionó bastante bien con el público del Quitofest. Todo esto fue parte del espectáculo de la banda estrella que cerró el Festival con toda la energía del universo cuencano. Luego de bajar a tocar con el público, seducirlo con su voz de GI-Joe, luego de tenerlo saltando y coreando, llamó a la gente a subir al escenario. Hip hop y hardcore traídos del Brooklyn de los noventas para saltar y cabecear luego de finados en Cuenca. Entre el humo artificial que salía del stage, saltaban con el talón hasta la cintura unas treinta personas entre chicas pelilargas, hombres de negro y niños gorditos. Todos juntos en histeria colectiva viendo a centímetros de distancia a la banda de cabecera del festival. Hasta los intendentes de policía se subieron un momento para saltar con Biohazard y pedir a todos que volvieran a sus puestos. Gran, gran momento.