Fat Chancho y la nueva escena en Tumbaco

por Ga Robles
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Alaja Jam / Foto: Marcos Echeverría Ortiz

Esta escena es emergente, casi underground y de gente que apenas supera los 22 años. Es una escena que se desarrolla en los patios de las casas porque acá abajo no hace tanto frío. La gente puede sentarse en el césped, prender una fogata y mezclarse con los árboles.

Con un llamado al grito de “Los Chanchos están en huelga”, convocaron por Facebook a una aparente despedida de la banda. Fat Chancho tocaría esa noche para cerrar un cartel en el que participarían también Naked Ape, Los Pollos Hermanos y Alaja Jam.

Si no eres de Tumbaco, corres el riesgo de no entender mucho, empezando por no saber cómo llegar. Pero ese era ‘El Ensayadero’, y un montón de la gente que estaba ahí ya había visitado el lugar antes o al menos había oído de él. Un gran saltarín, sillas recicladas con tablas o parches de fórmica y manitos marcadas con pintura en la ventana frontal del sitio, nos daban la bienvenida a este espacio adecuado para dejar bullir al rock «made in este valle». El interior de la casa también tenía el toque decorativo de sus dueños: dibujos psicodélicos, caras místicas, hongos y otras plantas pintadas en las paredes. Con el piso de tabla y ventanas amplias, daba cuenta del acto de apropiación para ensayar en el lugar que alguna vez habría sido de sus padres.

La escena es constante y sigue el espíritu de las bandas. Chicas opus dei en pupera, chicos un poco más rebeldes, todos son parte de la escena desde que pagan sus cinco dólares para entrar al jardín de la casa. – “Sí he cachado unas dos canciones”, le responde una mujer a su amigo cuando le pregunta si conoce a Fat Chancho. Esa noche los conocieron y así va todo. Mucha gente y mucha vibración de los vidrios como metáfora del éxito del concierto.

 

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Matt Solah – Naked Ape / Foto: Marcos Echeverría Ortiz

La presentación de Matt Solah abre la tocada con un buen aforo. Los loops de su voz se acompañan de bailes ceremoniosos del público, pequeños saltos con los ojos cerrados y las cervezas en la mano. Entre los círculos de gente desconocida estaba Galo, un sujeto que suele estar en la mayor parte de estas fiestas. -“Lo que más me gusta de todo esto es que es gente nueva tocando”, me dice. Los Alaja Jam eran los anfitriones de la casa y traían a su espacio a la gente que quería verlos tocar y a bandas amigas. Un muro intermedio muestra fotografías, afiches de conciertos anteriores, stickers y hasta un diploma pequeñito en que el Colegio América Latina felicita a una banda de nombre Los Petits Bastards. “Me hace acuerdo al Portón Verde viejo, donde empezaron a tocar La Máquina Camaleön y Da Pawn”. Hablando de escenas periféricas, ese fue otro de esos espacios en Tumbaco que sirvió de criadero de música independiente.

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Alaja Jam / Foto: Marcos Echeverría Ortiz

-“¡¡¡Esto va dedicado a Abdalá Bucarám!!!” grita el vocalista de Los Pollos Hermanos-. –“¿Y ahora..?”… ¿¡Y ahora…!?-, sigue la canción con pulsaciones hardcore que agitan al público.

Los Fat Chancho son un poco mayores, pero lideran esta escena que se mueve entre sus piernas humanas y cabezas de cerdo. -¿Creen que de aquí las bandas se van para Quito a tocar con más ganas?-. -Exacto-. Su actitud desafiante y burlona los combina de un espíritu punk mezclado con una propuesta “sin concepto”. Tocan porque les sale, dicen. Porque quieren. Esta noche el baterista se despedía y los otros integrantes de la banda lo tomaban como un nuevo punto de partida “o algo así”.

La fiesta es buena, las chelas están bien frías y “el Berro” -como se hace llamar el dueño de la casa-, debe estar feliz porque sigue llegando público y las javas casi se acaban.

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Los Pollos hermanos / Foto: Marcos Echeverría Ortiz

Fat Chancho mantiene el anonimato aunque en la escena todos se conocen. La casa del Berro explota con las guitarras estruendosas de unos hombres con máscaras de cerdo tocando en el escenario. Aquí no hay diferencia con los que llegaron a verlos, más que sus caras porcinas grotescas y cauchosas. A diferencia de los eventos públicos, nadie tiene que pedir a la gente que se acerque al escenario, porque no hay ningún tablón más arriba. Todos bailan, saltan y sacuden sus cabezas. Afuera el saltarín sigue lleno, la fogata encendida. La noche se ilumina con pequeñas antorchas y la luna les recuerda que aún están de vacaciones.

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2 commentarios

Esteban Muirragui 11 septiembre, 2014 - 11:15 PM

Excelente artículo! Me transportó, y suena como una buena fiesta.

minecraft 25 febrero, 2017 - 12:09 PM

I like it whenever people come together and share thoughts.

Great site, continue the good work!

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