¿Qué significaba ser alternativo en los 70?

por Marcos Echeverría Ortiz
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Sebastián Maldonado (iz) con Mozzarella. (Foto: Archivo Rocker Investigación y Comunicación).

* La siguiente serie de publicaciones no corresponde a la construcción de estereotipos, sino al registro de espacios, momentos y personajes de la escena independiente pasada y actual.

¿Qué significa ser alternativo? Esta etiqueta ha cambiado con el paso de tiempo y especialmente con la aparición de nuevas tendencias culturales, artìsticas y sociales. Pero en términos generales, lo “alternativo” es un personaje diferente y que mantiene una postura de contra cultura guiado por espíritu subversivo que desafìa el status-quo. 

Hoy, la etiqueta de moda sobre lo alternativo podría estar apegado al hipsterismo: subcultura que aprueba la música indie-under, las artes y cualquier expresión cultural desapegada a lo mainstream. Pero, hace cuarenta años atrás, la etiqueta de alternativo era totalmente distinta.

Sebastián

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Sebastián Maldonado.

“No se hablaba de rock, sino de música en inglés”. A mediados de los años 70 Quito y el país experimentaban una oleada de desarrollo económico. El segundo boom petrolero y la explotación de crudo en la región amazónica disparó el PIB nacional hacia los cielos. Era el inicio de un proceso económico que prometía sacar al país de la miseria -o así lo hizo prometió el presidente Roberto Rodriguez Lara y su junta militar que presidían el gobierno en aquella época-.

Durante el boom, la emigración de la población rural hacia las ciudades se potenció, el gasto público se elevó y un nuevo grupo de «privilegiados» comenzó a viajar hacia los Estados Unidos. Entre esas idas y venidas llegaban maletas repletas de ropa, dulces americanos y discos de rock. Así comenzó la distribución de un género que desentonó en un principio pero que después comenzó a expandirse silenciosamente entre los oídos y cerebros de algunos adolescentes.

Sebastián Maldonado fue uno de aquellos adolescente que decidió cambiar al pasillo, el genero tradicionalmente ecuatoriano con letras concebidas entre lamento y existencialismo, por el rock. Este switch fue lo que más tarde le permitió a convertirírse en el tecladista de Mozarrella, la primera banda de hard rock ecuatoriana en producir música totalmente inédita hecha local que tuvo su apogeo durante los últimos años de los setenta e inicios de los ochenta.

La música

Las radios nunca pasaron rock gringo, su difusión era nula y estaba opacada por una programación saturada de cumbia, pasillos y el enemigo del rock: la disco. En términos actuales, era elegir entre Daddy Yanke o Jack White.

Lo diferente y cool de la época era el hard rock, blues, progresivo y heavy, con el que un nicho muy pequeño cabeceaba. “Nosotros, antes de ser Mozarrella hacíamos fiestas en las casas y tocabamos covers de nuestras bandas insignes como Deep Purple, Santana, Rolling Stones o Black Sabbath. No había lugares para tocar”.

Los principales venues, si se podría hablar de ellos, eran los teatros municipales o colegiales donde ocurría la movida independiente. Las primeras presentaciones como Mozzarella fueron en el Teatro República, Benalcazar o San Gabriel. Además,  “Los Tres Molinos”, un bar en el Valle de los Chillos, era contratado para organizar fiestas rockers. Estos eran los únicos espacios de los fines de semana, que se llenaban de tabaco, rock duro y uno que otro “olor chistoso”.

El plan

En esta época conseguir discos de rock era muy complicado. En la capital, la única tienda que rara vez tenía sobre sus perchas un disco de rock estaba ubicado en La Colón y 12 de octubre.  El costo era muy alto y en ocasiones, había un catálogo que traía bajo pedido a estas “rarezas”.

“La otra opción era que un amigo o conocido viaje y traiga uno que otro disco. Ahí nos reuníamos con los amigos y escuchábamos el acetato durante horas de horas”, dice Sebastián. El préstamo entre amigos era el único medio para cachar nueva música entre aquellos que estaban en “la misma onda”.

La facha

“No teníamos referencias visuales porque no había videos”. En este caso, las portadas de los discos, los afiches y uno que otro recorte de algún artìculo de una revista gringa o argentina daba paso a una concepción de la facha roquera. En aquel entonces, se era rockero o “plástico”.

“Plástico” era el chico o chica disco, que vestía como The Trammps con camisa de seda con cuello abierto, pantalón de casimir, zapatos de cuero bien lustrados y un saco entre los hombros. Diferente a esto, el roquero quiteño tenía una propuesta más relajada sin pretensiones de moda. “Vestiamos de jean, zapatos de caucho o botas y camiseta. Las chompas de cuero no se usaban, pero sí la chompa jean. Era inconcebible verle a un roquero con pantalones acampanados”.

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Mozzarella, 1980. (Foto: Archivo Rocker Investigación y Comunicación).

La postura

En la segunda mitad de la década de los setentas, el Consejo Supremo de Gobierno, presidido por una Junta Militar, ejerció la jefatura de estado entre 1976 a 1979, lo que se consideró como la ùltima dictadura militar en Ecuador. Según Sebastián, el cìrculo roquero al que pertenecía no tenía un pretensiòn polìtica ni social, no sentían una bandera de lucha y su posición era relajada, muy cercana a una vida de “rock star”. Es por esto que las letras de Mozzarella no hacìan alusiòn a una crítica polìtica ni social. “Más bien era una actitud y letras totalmente descomplicadas”.

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