Diccionario de bandas Vol.1

Los nombres dan existencia. Ellos conjugan en una palabra significados que hacen referencia a algo o a alguien en particular. Para una banda, el nombre es ese primer acceso al universo musical y conceptual que propone.

Les presentamos una primera entrega de significados. Algunas palabras fueron elegidas para compactar el caracter de un proyecto musical, otras llegaron por designios del subconsciente.

Alkaloides

Según la Real Academia Española, alcaloide es «cada uno de los compuestos orgánicos nitrogenados de carácter básico producidos casi exclusivamente por vegetales». Dentro del contexto musical local, un alkaloide podría ser Carlos Espinosa (guitarra y voz), Leonardo Morales (guitarra), Jose Vergelin (bajo) o Nicolás Meneses (batería). Ellos formaron su banda en septiembre de 2010 y desde un inicio se adueñaron del actual nombre para presentar su punk de garaje.

«Carlos siempre tuvo la idea de que si tenía una banda debía llamarse así, Alkaloides con K. Él le tripeaba full al punk, entonces las palabras que llevan k en vez de c eran un símbolo recurrente», cuenta Nicolás. Para los músicos de esta banda, Alkaloides resultaba un nombre muy punk y de garaje. Dicen que la riqueza está en lo sugerente que puede resultar la palabra «por tratarse de una sustancia adictiva, prohibida, etc». Al principio fueron «Los Alkaloides», después encontraron más atractiva la idea de despegarse del artículo.

Descomunal

«Extraordinario, monstruoso, enorme, muy distante de lo común en su línea», así define la RAE a la palabra Descomunal. Ese mismo término da nombre a una banda cuyos sonidos se enmarcan en el metal pesado. Miguel Vinueza (bajo), Juan Carlos Granda (batería), Roberto Muñoz y Carlos Rodríguez (guitarra) conformaban la primera alineación de la banda. Ellos comenzaron a tocar en el 2001 y buscaban un nombre acorde a los matices de su música. «Factores como la afinación (guitarra de siete cuerdas), el tipo de riffs y la forma en cómo estaban armadas las canciones, hacían que la banda suene contundente y pesada», dice Carlos.

Durante una semana, los músicos lanzaron propuestas para bautizar al grupo. «Miguel dijo, entre otro par de nombres que ya ni recuerdo, Descomunal… y la respuesta fue un sí definitivo, no se habló más al respecto».

La Máquina Camaleön

«La verdadera historia sobre el nombre de la mirífica Máquina Camaleön comienza cuando cumplí exactamente siete años y empecé a escuchar voces en mi cabeza…», dice Felipe Lizarzaburu, el Camaleön, para iniciar el relato fantástico. Él cuenta que los que en un principio parecían ecos de sus sueños, se transformaron en diálogos. «Así fue como conocí las Camaleönas». También asegura que estos seres son un «colectivo de espíritus interdimensionales a favor de la trascendentalización de la materia».

Mir-yam Magda, que se traduce como Felipe Andrés María, fue el nombre que las camaleönas le dieron al nuevo piloto oficial de La Máquina Camaleón. Bajo estos designios, el músico se reinventa y transforma a través de sonidos a los que define como rock sólido platónico. «Ahora solo me encargo de llevar cada vuelo a su destino, seguir órdenes y agradecer por los beneficios de ser solo un medio».

Mamá soy Demente

«Mamá soy Demente» fue el nombre del primer disco que hizo la banda, en 2005. En este caso, no fue el proyecto musical el que dio nombre a su primera producción sino al revés. «Me lo inventé yo, y fue una broma que nos hizo reir un buen rato… Pensamos que era conflictivo, osado y chistoso. Como nos gusta», dice Carlos Bohorquez (voz y guitarra).

El nombre de la banda fue un manifiesto que hicieron los músicos. «Todos están completamente locos y viven reprimidos en esta cordura social enfermiza. La gente más ´normal` es la más demente y tratan su locura con hipocresía. Entonces ibamos a decirlo por ellos, mamá soy demente». La consigna se infiltra en la música de este dúo guayaquileño que experimenta con el rock, el grunge, la sicodelia y la música electrónica.

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